Se han visto obligados los españoles en los últimos tiempos a entender conceptos que a lo mejor desconocían. Apareció la cómica Henar Álvarez el otro día en su programa de Radiotelevisión Española e hizo una reflexión sobre los sugar daddies, individuos que abundan especialmente en lugares donde se ha perdido de vista lo importante. Así se conoce a los hombres con posibles que retribuyen a mujeres de forma muy generosa a cambio de una relación que simule un noviazgo. “Aquí esa figura no se asocia a Richard Gere, sino a Paco El Pocero”, vino a decir, antes de añadir: “Ya no saben qué hacer los hombres para retirarnos del mercado laboral”.

He reflexionado algunas veces sobre este nexo y no me parece nada sencillo. Habrá quien realice esta actividad de forma profesional, asintomática y sin establecer dependencias, lo cual parece extraño, dado que el uno u el otro se ofrecen mucho más de lo que tienen. En cualquier caso, observo aquí cierto riesgo. La propia Henar Álvarez lo advertía -y hacía muy bien- en su exposición: cuidado, joven incauta, no vayas a pensar que enganchándote a un sugar daddy lo vas a tener todo y acabes dependiendo de su dinero hasta para tomar un café. Diremos que esa parte de su monólogo fue intachable. Las salidas sencillas que se observan en la juventud, o en los momentos de agobio o ambición mal gestionada, pueden derivar en dramas patéticos.

Lo que extraña es la referencia de la humorista de RTVE -producida por Jordi Évole- a El Pocero, no sólo porque lleva muerto cinco años, porque no se le conocieron aventuras de ese tipo y porque crio cuatro hijos con la misma mujer; sino también porque es un personaje del pasado. Diría que existe algún caso cercano que puede estimular de una forma más sencilla la memoria en quien lea la prensa con asiduidad. Es curioso que no le viniera a la cabeza a la presentadora. Lo ha publicado la prensa de todos los colores.

La costosa actividad de 'sugar daddies'

No citaremos a los personajes para no dañar su honor, pero diremos que los españoles más inocentes han aprendido últimamente que los sugar daddies suelen pagar el alquiler de sus patrocinadas, más que nada para poder encontrarse allí sin que las miradas indiscretas interrumpan la cuestión. Hubo un hombre al que entrevistó hace un tiempo un programa de televisión porque le habían okupado un apartamento que había comprado en la ciudad. La reportera preguntó entonces: “Me contaba usted que lo usaba para verse con una novieta que se había echado, ¿no?”. Él respondía: “Coño, que esto lo están viendo la mujer y los hijos”. Diría que hace falta cambiar la legislación contra la okupación.

Los informes de la UCO señalan que una determinada trama de corrupción pagó presuntamente durante un buen tiempo un apartamento de lujo en la Plaza de España de Madrid para que una señorita residiera ahí mientras era novia de un personaje que solía aparecer en los periódicos y que estaba, estuvo o estuviera casado. Digamos que era torero. Este señor tenía mano en un par de empresas públicas, así que quiso tener un detalle con su inquilina y le consiguió un par de contratos en las mismas. No de mucha cosa. Mil y pico euros cada uno. Salarios muy justitos.

Cada español que contribuyó al erario público con sus impuestos en aquel tiempo ejerció también de sugar daddy inconsciente de esta señorita, al igual que de las otras amigas del citado practicante del arte de la tauromaquia, a las que también se contrató, con total complacencia y omisión del deber de los intermediarios, donde se encuentran los directores de esas empresas, responsables de Recursos Humanos y demás cuerpo de funcionarios y cargos de confianza que aceptaron esos encargos sin haber dejado constancia de problemas de conciencia. Los colaboradores necesarios son a veces casi igual de culpables que los promotores de las grandes lacras.

Enchufadas, pero con alta en la Seguridad Social

Henar Álvarez -que, reitero, en la advertencia a las incautas lo borda- no debe estar al corriente de estas cuestiones o a lo mejor lo que valora de ese torero -pese a ser torero- es que utilizó su influencia para introducir en el mercado laboral a una serie de mujeres de su confianza. Enchufadas, sí, pero con alta en la seguridad social.

Podríamos aferrarnos a este punto para perdonar a la monologuista por su singular criterio de selección. Porque, ¿qué podríamos pensar de lo contrario? ¿Que una cómica contratada por RTVE -la casa de todos, como dice Belén Esteban- quizás puso el foco sobre una figura del pasado para evitar que sus espectadores pensaran en episodios más recientes, relacionados con el torero? ¿O quizás para evitar líos, dado que relacionar al Gobierno con un escándalo es anatema en la televisión pública, la misma que el otro día citó a una tal Begoña, sin relacionarla con la mujer del presidente, en el rescate de Air Europa?

Eso sería imperdonable, como también lo sería el que esa valiente cómica conociera -pero no lo dijera- que el torero es sospechoso de esto y de aquello, de un aterrizaje en Barajas por aquí, de un chalé turbio por allá, pero pese a todo fue incluido en las listas electorales de su agrupación, lo cual podría llegar a señalar a su apoderado como cómplice de un tipo con una bajeza que no puede negar, por mucho que se esfuerce y amedrente a quien la señala.

Diremos que fue un lapsus el de Álvarez porque, de lo contrario, a lo mejor podría pensarse que se acobardó o que se dejó llevar por sus manías y ejerció de propagandista, y no de especialista en hacer reír, obviando quizás que para los sugar daddy indirectos de todas estas fiestas, españolitos pagadores de contratos, putillas y derivados, no les hacen demasiada gracia. Siempre es un error exigir valentía a quien sabe que se puede pillar los dedos si la aplica en su organización y perder un contrato. La cosa está muy mala. Ahora bien, cuando se señala a alguien al que los tuyos asocian al partido contrario -constructor y empresario, ergo facha-, puede decirse que el orador en cuestión se ha convertido en un altavoz o un elemento de promoción política.

Sobre el "volquete de putas" de los de la bancada de enfrente -gañanes de baja estofa en ese caso- no ha habido nunca tantas reticencias.