Querido hermano Francisco:

Hace un tiempo te hemos venido acompañando en tu delicado estado de salud. Seguimos con gran interés, no exento de emoción, cada día de tu estancia en el Hospital Gemelli que se nos fue haciendo familiar. 

Celebramos con gozo tu vuelta a casa, a tu Santa Marta, aunque atentas a tu convalecencia,  dejándote ver por sorpresa en los lugares habituales, pudiendo escuchar tus textos durante la Semana Santa,  recibimos -con cierto temor y reverencia-, tu última bendición Urbi et Orbi y te vimos en tu paseo final en el papamóvil.

Pero ahora ya es todo pasado, cosa que se nos antoja un sueño, una dura pesadilla,  pero la realidad nos dice que ya te has ido, que estás descansando y respirando plenamente en los brazos amorosos del Dios Padre y Madre.  

Y con la tristeza en el corazón, nos vamos haciendo cargo del compromiso que nos dejas como herencia. Sabemos con el pensamiento que una forma de agradecer el regalo recibido es hacerlo crecer y multiplicarse, pero necesitamos pasarlo de la cabeza al corazón.

Tras 12 años de Pontificado, nos has dejado muchas puertas abiertas, no deseamos cerrarlas, sino por el contrario, no queremos que nadie quede fuera"

Tus 12 años de Pontificado nos han dejado muchas puertas abiertas, no deseamos cerrarlas, sino por el contrario, no queremos que nadie quede fuera, que se mantengan acogedoras. Nos has dejado una iglesia en salida, hospital de campaña,  misericordiosa, compasiva,  todo lo contrario de la auto-referencialidad, término que usabas con frecuencia.

Nos has puesto en el centro de tu vida y de la iglesia, a Jesús de Nazaret, como referente central para nuestra fe y el evangelio como programa de vida. Y en consecuencia, atención prioritaria a la persona humana, y en especial a aquella que puede encontrarse herida a la vera del camino; seres humanos descartados donde los haya y por eso has ido a las periferias existenciales y geográficas, has elegido qué países visitar y cuáles no, nada ha quedado al azar, todo estaba asumido después de los pertinentes procesos de discernimiento.

Nos abriste el modo de caminar juntos: la sinodalidad,  que asume la comunión junto con el pluralismo: esa raíz que nos une y que tiene mucha variedad de ramas,  hojas,  flores,  frutos …Invitación universal, a creyentes e increyentes, a toda persona que desee ofrecer su aportación para una iglesia más coherente con el sueño de Dios.

Nos escuchaste a las mujeres pero hay que seguir dando pasos en una inclusión significativa en puesto de relevancia, por la igual dignidad que asumimos en el Bautismo y también por la urgencia pastoral que supone la ausencia de sacerdotes.

Las mujeres estamos siendo creídas en la iglesia sinodal y asumimos la responsabilidad de no dejar espacios vacíos, sino creernos que podemos aportar mucho y no dar pasos atrás mas bien hacia adelante siempre.

Hay tantos campos de nuestro mundo y por tanto de la iglesia como horizonte abierto y amplio para seguir caminando, que nos impresiona semejante carga, pero hemos aprendido de tu testimonio, a poner nuestra vida en manos de Dios, a dejarnos conducir por el Espíritu, escuchando los gritos y silencios de nuestro mundo.

Y cómo no escuchar el urgente clamor de nuestra ‘casa común’,  el paso forzado de tantos migrantes, la violencia extrema con tantas guerras. Y también hacernos cargo, pedir perdón y ofrecer reparación a tantas víctimas de abusos de todo tipo en nuestra iglesia,  ese gran problema que denunciabas con tanta fuerza en tus gestos y palabras.

Y te has ido una vez que avanza el Año Jubilar como Peregrino de la Esperanza. Y en momento de Resurrección, a gozar de la vida en plenitud. 

Repito este tránsito que llena mi corazón de la pena al compromiso con esperanza;  mientras las noticias nos dejan verte en la basílica de San Pedro, una vez más, antes de ser trasladado de modo definitivo a ese lugar tan visitado por ti, la basílica de Santa María Mayor con tu querida Madre Salus Populi Romani.

Siento una gratitud infinita por haber tenido una relación tan cercana y personal, en los tiempos sinodales"

La palabra "gracias" se me queda pequeña. Siento una gratitud infinita por haber tenido una relación tan cercana y personal, en los tiempos sinodales. Hemos compartido temas hondos y también muchos momentos de alegría y buen humor, eso que no te faltaba nunca, aún siempre fuiste muy consciente de los conflictos, tensiones y resistencia que tu modo de "pastorear" creaba a tu alrededor.

¡Hermano Francisco, descansa y goza de tu Señor!

¡Muchas gracias por tu vida hecha ofrenda en totalidad de entrega!


María Luisa Berzosa González es Hija de Jesús. El papa Francisco la nombró consultora de la Secretaría del Sínodo de los Obispos.