La industria automovilística se encuentra inmersa desde hace año en un proceso de transformación fundamental. Las nuevas tendencias de la movilidad, el auge del vehículo eléctrico, los sistemas de conducción autónoma y otros múltiples avances perfilan un escenario desafiante en el que los desarrollos acumulados en las décadas previas pueden resultar de poca ayuda.
La pujanza de nuevas compañías especializadas en el coche del futuro, con Tesla a la cabeza, ha puesto sobre aviso a los fabricantes tradicionales, que en los últimos tiempos han puesto en marcha intensos programas de inversión para no quedar rezagados en esta carrera.
Pero la necesidad de emplear grandes recursos en unos desarrollos cuyos réditos no se esperan hasta dentro de varios lustros ha obligado a las firmas del sector a poner en marcha diversos tipos de colaboraciones y alianzas, que hicieran más llevadera este esfuerzo.
En este sentido, la alianza que desde hace casi dos décadas mantienen Nissan y Renault -y de la que participan otros grandes grupos como Mitsubishi- ha sido resaltada durante años como el ejemplo paradigmático de las estrategias triunfantes en el sector.
La alianza de Nissan y Renault les ha permitido codearse con los grandes grupos de la industria
La unión de estos grupos les ha permitido codearse con los grandes grupos del sector -Volkswagen, Toyota, General Motors- con un volumen de ventas de vehículos que sobrepasa ya los 10 millones al año y, entre otros hitos, Nissan se ha destacado como referente en el mundo del vehículo eléctrico, gracias a su modelo Leaf, el más vendido a nivel mundial.
Sin embargo, todos estos logros se ven ahora amenazados por la caída del gran artífice de la alianza: Carlos Ghosn. La detención del emblemático dirigente del sector automotriz bajo la denuncia de haber violado las leyes financieras japonesas ha sumido en la incertidumbre el camino conjunto de ambos grupos.
Ghosn estaba considerado uno de los dirigentes más importantes del sector y había logrado un notable prestigio al lograr revertir los problemas de Nissan, a través de una estrategia de reducción de gastos que le valió el sobrenombre de cost killer (lo que significaría algo así como el 'mata costes'). Su papel era considerado fundamental para la alianza.
"No está claro lo que harán Renault y Mitsubishi, pero este desarrollo ha desestabilizado las perspectivas para la alianza Renault-Nissan-Mitsubishi", señalaban los analistas de Nomura. Una visión que es compartida por Ismael de la Cruz, analista de Investing.com: "La detención de Ghosn pone en peligro la alianza de los dos grandes del sector automovilístico", ha indicado.
Este riesgo ha estado pesando con fuerza sobre las acciones de las tres compañías. Desde que se conoció la detención de Ghosn, las acciones de Renault han perdido un 10,6% de su valor, mientras que las de Nissan y Mitsubishi han cedido un 5,45 y un 6,85%, respectivamente. En total, más de 4.400 millones de euros de capitalización esfumados en medio del desconcierto inversor.
Los lazos entre las tres compañías son muy elevados. No solo por la creciente interrelación en los procesos de compra y producción de sus vehículos, sino por una estructura de participaciones cruzadas que hace de Nissan el propietario del 15% de Renault y el 34% de Mitsubishi, mientras que la firma gala controla un 43,4% de Nissan.
Deshacer estos lazos no parece nada sencillo. Y mucho menos recomendable en el escenario actual. De hecho, la posibilidad que siempre ha estado presente en el mercado era que Nissan y Renault estrecharan su relación hasta llegar a fusionarse. Y, contra lo que parece, tal vez esa situación podría estar ahora más cerca.
Así, al menos, lo defienden los analistas de Alphavalue, quienes resaltan que, la caída reciente de las acciones de Renault, unida a la que ya arrastraba en los últimos meses -desde abril ha perdido más del 40% de su valor- hace de su adquisición por parte del grupo japonés una jugada asequible.
La fusión de ambos grupos sigue chocando con la oposición del gobierno francés
De hecho, descontando el valor de las participaciones cruzadas y de las acciones de Renault en Daimler, estiman que Nissan tendría que abonar menos de 1.000 millones por el tercer mayor fabricante europeo, algo que podría asumir solo con el efectivo que mantiene en caja.
Sin embargo, esta posibilidad choca con el mismo escollo en el que se ha enmarañado siempre y es la presencia del Estado francés en el capital de Renault -controla un 15%- y su negativa a dejar que el grupo caiga en manos extranjeras, menos comprometidas con el desarrollo de la empresa en territorio galo.
De este modo, el camino hacia adelante para la alianza Nissan-Renault aparece, igualmente, complejo. Pero no más que lo que supondría dar marcha atrás a estas alturas. Como observa David Fickling, columnista en Bloomberg, "a pesar de todo el resentimiento, los dos lados se han unido profundamente a lo largo de los años. Si terminan siendo separados demasiado agresivamente, la hemorragia puede ser difícil de detener".
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