En los mercados financieros, las enseñanzas suelen ser recurrentes. Dicen los que más saben de esto que lo peor que puede hacer un inversor es dejarse llevar por el miedo; que en esas ocasiones se cae en la decisión irreflexiva de vender cuando las acciones están más baratas, cuando lo lógico sería aprovechar para comprar.
¿Pero quién se atreve a arriesgar su dinero cuando la economía mundial parece encaminarse inexorablemente hacia la recesión, las dos grandes potencias mundiales se encuentran enfrascadas en una batalla comercial que encubre una lucha por la hegemonía global sin soluciones sencillas a la vista y Europa se enfrenta a su mayor quiebra con un Brexit que se encamina hacia una ruptura caótica?
Un año que se iniciaba bajo los peores auspicios culmina como uno de los mejores de la década en las bolsas
Ese era el escenario que aparecía a ojos de los inversores en las semanas finales de 2018. Casi nadie quería permanecer en unos mercados que parecían enfilarse hacia el desastre. Y, sin embargo, 12 meses después las bolsas acaban de poner el broche final a uno de sus mejores años de la década, con ganancias en el entorno del 25%, comandadas por un Wall Street, que ha seguido perforando récord tras récord.
Y lo más curioso es que todo esto lo ha logrado sin llegar a despejar -al menos no de forma definitiva- esas amenazas que amedrentaban a los inversores al cierre del ejercicio anterior, lo que ha provocado que sean muchos los que hayan visto la escalada desde la barrera, pensando que la incipiente recuperación no era más que la calma que precede a la tempestad.
Es cierto que la recesión tan temida no ha llegado a materializarse, pero la desaceleración de la economía global ha alcanzado una intensidad mayor de la augurada por los expertos y sólo en las últimas semanas empiezan a atisbarse tenues señales de que lo peor podría haber quedado atrás.
La guerra comercial entre China y Estados Unidos ha marcado el paso de la economía y los mercados a lo largo de todo el ejercicio, y pese a los constantes anuncios por parte del presidente Donald Trump sobre la proximidad de un acuerdo, éste, hasta el momento, no ha pasado de meros pactos temporales que siempre han acabado arrasados por nuevas tensiones.
"La única certeza es la incertidumbre". El sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017) ha descrito mejor que nadie el espíritu que […]
Y en el caso del Brexit, la amenaza de una ruptura sin acuerdo ni siquiera ha llegado a disiparse con la reciente victoria del líder conservador Boris Johnson en las elecciones en Reino Unido, por lo que las negociaciones se esperan intensas desde las primeras semanas de 2020.
Lo que sí ha cambiado, y no puede discutirse su influencia en el resultado final de los mercados, ha sido el rumbo seguido por los bancos centrales. Los amagos de normalizar la política monetaria -mucho más serios en Estados Unidos que en Europa- tuvieron que revertirse a la carrera a lo largo de 2019 para tratar de aquietar las turbulencias que amenazaban con hacer descarrilar una recuperación tan duramente trabajada.
El cambio de rumbo de los bancos centrales ha sido clave en la recuperación del mercado
El Banco Central Europeo (BCE) se adentra en 2020 con unos tipos aún más profundamente surmergidos en terreno negativo, mientras que la Fed no sólo detuvo el ciclo de endurecimiento del precio del dinero, sino que se vio forzado a rebajarlo hasta en tres ocasiones.
Los mercados se han hecho adictos a lo largo de la crisis a la liquidez de los bancos centrales y estos flujos de dinero se antojan ahora decisivos en el rumbo a adoptar por las bolsas.
Ahora parece difícil que se atrevan de nuevo a intentar a corto plazo el camino de salida. Pero no puede obviarse que ante los primeros atisbos de mejora en el escenario global tanto el BCE como la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) han dejado algunas señales de confianza que podrían indicar su voluntad de no tener que ir más allá.
Al fin y al cabo, cada vez es mayor el debate sobre la eficacia de las medidas extraordinarias de política monetaria, sus efectos secundarios y la conveniencia de su retirada.
Hoy, el escenario que aparece a ojos de los inversores para 2020 parece menos arriesgado que a inicios del ejercicio anterior, aunque los factores de incertidumbre permanecen tan abiertos como entonces.
Las bolsas internacionales se esforzaban este viernes por dejar atrás los sinsabores de las últimas jornadas. Pero la sucesión de […]
La confianza en una paulatina mejora del entorno económico global o la expectativa de que, en año electoral, Donald Trump hará todo lo que esté en su mano para favorecer un auge bursátil que facilite su reelección son algunos de los argumentos que sostienen una visión positiva para el ejercicio
En los mercados, los riesgos son inevitables y las emociones no son armas adecuadas para gestionarlos
Pero, con unas bolsas más caras y unos bancos centrales aún con menos recursos para actuar ante las tensiones, los inversores no pueden ignorar las amenazas por completo. Si 2019 ha sido el año en que el miedo jugó una mala pasada a los inversores, sólo hay que remontarse al anterior para recordar que también hay ejemplos de ejercicios en los que la confianza inicial ha resultado contraproducente.
En los mercados financieros nunca es bueno dejarse llevar por el miedo y 2019 no ha hecho sino confirmarlo. Pero la euforia tampoco es buena compañera y las ganancias de un año no garantizan las del siguiente.
Navegar los mercados siempre implica riesgos. Y las emociones no son las armas más adecuadas para gestionarlos.
En los mercados financieros, las enseñanzas suelen ser recurrentes. Dicen los que más saben de esto que lo peor que puede hacer un inversor es dejarse llevar por el miedo; que en esas ocasiones se cae en la decisión irreflexiva de vender cuando las acciones están más baratas, cuando lo lógico sería aprovechar para comprar.
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