En los últimos años han sido frecuentes las comparaciones entre los sectores de telecomunicaciones y el energético. Al fin y al cabo, ambos se componen de empresas con negocios más o menos estable, con fuerte generación de caja y atractivos pagos de dividendos.
Sin embargo, mientras que las compañías eléctricas han logrado erigirse en Europa en las grandes vencedoras del escenario de tipos de interés bajos, convirtiéndose en los sustitutos predilectos de los inversores para una renta fija poco apetecible, las compañías de telecomunicaciones han sufrido casi sin excepción un rotundo descrédito sobre el parqué.
Así, mientras el sector de utilities del Stoxx 600 acumula ganancias superiores al 50% en los últimos dos años, el de telecomunicaciones muestra un rendimiento totalmente plano en el periodo.
Parece evidente que entre y uno y otro se ha abierto en los últimos años un abismo de credibilidad. La guerra de precios entre las operadoras de telecomunicaciones, las interminables inversiones para adaptarse al siempre cambiante entorno tecnológico, los planes de negocio convertidos en papel mojado y la persistente sombra de duda que se cierne una y otra vez sobre sus dividendos han generado un halo de desconfianza entre los inversores de enorme peso en las cotizaciones.
Orange ha recuperado más de un 5% en bolsa en tres días, tras presentar sus resultados
Orange no es ajeno a esto. La operadora francesa ve a una gran distancia sus máximos no ya de hace un lustro, cuando llegó a cotizar más de un 20% por encima de los precios actuales, sino de hace apenas tres meses, cuando sus acciones se intercambiaban casi un 11% más caras.
Un mal tono que el grupo que dirige Stéphane Richard ha logrado maquillar ligeramente en las últimas jornadas, en las que el grupo matriz de Jazztel ha recuperado más de un 5% en sólo tres sesiones.
Este repunte es muestra de otra realidad menos amarga a la que se enfrenta hoy el sector. Con unas expectativas tan bajas por parte de los inversores, el mero hecho de cumplir lo prometido ya es suficiente.
La última presentación de resultados de Orange apenas ofreció grandes sorpresas, ni sirvió para diluir la inquietud por la evolución de dos de sus mayores mercados, Francia y España. Pero el grupo cumplió con los objetivos que se había marcado y eso, en el sector, es menos común de lo que podría parecer: "Tras el mal performance del valor en 2019, el cumplimiento de expectativas y la mejora en la generación de caja han sido bien recibidas", explicaban al hilo de los resultados los analistas de Banco Sabadell.
Una visión semejante mantienen en Santander, donde subrayan como buenas noticias la mejora de las previsiones de generación de caja y el compromiso de la dirección del grupo galo de realizar ahorros de costes netos de unos 1.000 millones de euros hasta 2023.
Orange quiere entrar de lleno en la batalla por el bajo coste que está agitando el sector en España. Las […]Nada de esto es indicativo de una sustancial mejora de las cifras de negocio. Y de hecho, Orange ha proyectado una evolución de su Ebitda bastante plana en 2020, mientras la empresa trabaja para posicionarse en algunos mercados esenciales, como el del segmento low cost en España.
En resumen, pocos catalizadores a la vista, en lo que los analistas de Santander definen como "un año de transición".
Pero eso sí, a las valoraciones actuales, cuando la desconfianza ya se ha dejado notar con creces en su cotización, tal vez no sea necesario mucho más que cumplir con las guías y convencer al mercado de que rentabilidad por dividendo -superior al 5%- está garantizada para volver a recuperar el pulso sobre el parqué.
En los últimos años han sido frecuentes las comparaciones entre los sectores de telecomunicaciones y el energético. Al fin y al cabo, ambos se componen de empresas con negocios más o menos estable, con fuerte generación de caja y atractivos pagos de dividendos.