Hace apenas 48 horas que la Corte Suprema de Estados Unidos ha derogado las decisiones Roe v. Wade de 1973 y Planned Parenthood v. Casey de 1992, que habían servido hasta ahora de marco jurídico para la regulación del aborto en Estados Unidos. Buena parte de la prensa ha recogido la noticia como, en la práctica, el anuncio del fin del derecho al aborto inducido legal en Estados Unidos y como ejemplo de una “regresión” anómala entre las naciones avanzadas.
Abrimos una serie de dos podcasts acerca del aborto. En este programa, grabado inmediatamente antes de conocer el resultado de las deliberaciones judiciales, examinamos el presente y el futuro de los debates sobre el aborto en compañía de Valeria Carbone profesora de estudios americanos en la Universidad de Buenos Aíres y Luciana Rosa, periodista.
Luciana Rosa y Valeria Carbone nos ayudan a evaluar, con enorme capacidad predictiva, el posible efecto de la sentencia en Estados Unidos y en el contexto internacional. En apariencia al menos, la Corte Suprema parece reforzar la percepción de Estados Unidos como excepción retrógrada. Y es que el pasado mayo el gobierno español introducía un paquete de desregulaciones sobre el aborto entre las que se incluye el acceso al aborto sin consentimiento paterno a las menores de 16 y 17 años.
Unos meses antes, en febrero, la Corte Constitucional de Colombia legalizaba el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo hasta las 24 semanas de gestación. Ese mismo mes, Francia ampliaba el plazo para abortar legalmente de doce a catorce las semanas y menos de seis meses antes, en septiembre de 2021, la Suprema Corte de Justicia de la Nación hacía lo propio durante al menos el primer trimestre de gestación en México.
Y sin embargo, la realidad es un tanto más compleja de lo que trasluce en los titulares. Por un lado, en el contexto norteamericano, la ley del estado de Mississippi que ha terminado en la derogación de Roe tras ser denunciada por el campo a favor de la libertad de opciones, establecía el límite en las 15 semanas –más allá del límite en España o Francia– en tanto que otros 4 estados permiten abortar en cualquier momento del embarazo y 16 cuentan con legislación asimilable a la española. Ninguno de estos se va a ver afectado por la decisión de la Corte Suprema. Por otro lado, otros 13 estados cuentan con trigger laws, que prometen limitar severamente –en algunos casos absolutamente– la práctica del aborto, como la recientemente aprobada en Texas que prohíbe interrumpir el embarazo cuando se ha detectado latido fetal entre la quinta y la sexta semana.
En América Latina, el actual presidente de Colombia, Iván Duque, se ha opuesto firmemente a la decisión, mientras en México el presidente Andreés Manuel López Obrador navega entre dos aguas, en tanto que su predecesor Felipe Calderón se opuso a la decisión y al menos cuatro estados (México también tiene un modelo federal) han desarrollado legislación que detalla, expresamente, la concepción como el punto de inicio de la vida.
Incluso en Europa, donde la legalización del aborto cuenta con mucho más consenso social, las disparidades son notables entre países con aborto prácticamente libre como Reino Unido, Suecia y Holanda, una minoría donde continúa estando severamente limitado como Malta y Polonia y una mayoría con sistemas similares al español.
Incluso en España, un país donde el debate es comparativamente plácido, en fechas recientes se ha observado un incremento de la actividad tanto en favor como en contra del aborto desde la sociedad civil acompañadas, la más reciente en forma de manifestación de más de 20.000 personas celebrando precisamente la decisión en Estados Unidos, y de modificaciones y contra-modificaciones de la ley – en particular en lo referente al aborto en las menores de edad sin consentimiento paterno.
Así las cosas, es evidente que tanto dentro como fuera de los Estados Unidos el debate sobre el aborto está lejos de haberse cerrado como también es evidente que en la Gran República el debate sobre el aborto ha sido puesto al servicio del sectarismo partidista. ¿Camina España en la misma senda?
David Sarias Rodríguez es profesor de Historia del Pensamiento Político y los Movimientos Sociales, URJC.
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