Después de más de cuatro años de ceguera voluntaria, la Unión Europea conseguía llegar a un acuerdo de mínimos y se comprometía a acoger a 160.000 refugiados. Ha pasado un año de aquel acuerdo y sólo un 3,5% ha sido reubicado; es decir, 5.651 de los asilados de Grecia e Italia -a España han llegado 363 de los 16.231 a los que se comprometió- . A pesar de estos datos, sorprende que la Comisión se muestre positiva aludiendo a un claro avance en el reparto en los últimos meses y a la reducción del número de refugiados que llegan desde Turquía. Con este telón de fondo, El Independiente hace un recorrido a través de las cifras y algunos de los rostros que marcan este desafío el día en el que el Gobierno de Víktor Orbán pregunta a sus ciudadanos si aceptan que la UE pueda determinar cuotas de "ciudadanos no húngaros en Hungría sin el consentimiento del Parlamento".
[is_not_mobile]
[/is_not_mobile]
[is_mobile]
[/is_mobile]
Fue el 17 de marzo de 2011 cuando una revuelta que buscaba mejoras sociales, derechos y libertades básicos prendió el polvorín sirio. Cinco años y medio después, la destrucción humana es tal que se cuentan más de siete millones de desplazados dentro del país y cerca de cinco fuera. No encuentran otra salida. Las ciudades están completamente arrasadas, no hay comida, ni agua, ni luz... tampoco medicamentos, y ni los hospitales son respetados en la contienda. Alí es uno de los jóvenes que, recurriendo a los contrabandistas, ha abandonado su hogar, la ciudad siria de Muadhamiya. Su situación, como la millones de personas en el país, era insostenible. "Tuvimos que comer hierba y beber agua contaminada". Pocas opciones más tenían, el precio de los alimentos no dejaba de subir y "cada vez había más gente que recurría a la caza de gatos y serpientes para poder alimentar a los suyos". Grabados en su cabeza los continuos bombardeos y ataques aéreos, aunque él, a sus 17 años, ya no se despierta asustado en medio de la noche como sus hermanos pequeños. Su vida ahora está en un campo de refugiados en Líbano, donde colabora Save The Children. Sufre carencias, pero: "Esto es mucho mejor, aquí no tengo miedo".
El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos ha documentado la muerte de 301.781 civiles desde que comenzó la guerra, pero estiman que el número total se acerca a los 430.000. Muchos de ellos, niños. De los pequeños que han conseguido sobrevivir, uno de cada diez ha perdido a sus padres y trabaja para sacar adelante a su familia -según datos de Unicef-; mientras, en el caso de las niñas han aumentado los matrimonios de conveniencia con adultos mucho mayores que ellas porque sus familias creen garantizar así su protección.
Por todo ello, pocas más opciones que huir. El 95% de los sirios que han abandonado el país se encuentra en cinco países. Según datos de Acnur, Turquía asila a más de 2.733.000; Líbano, un país de 4 millones y medio de habitantes, acoge a 1.033.000; Jordania, a 656.400; Irak, a 239.008 y Egipto, a 114.000. Números llamativos si los comparas con los 160.000 que acordó acoger la Unión Europea en su conjunto.
A la espera de la resolución, los que han conseguido llegar a los campos de refugiados han perdido la esperanza -3.498 han muerto ahogados en 2016, al menos 423 niños- . La gran muralla europea ha roto sus sueños y muy pocos se ven ya capaces de imaginar un futuro, un hogar, un trabajo... Esta es la historia de Hassam, su esposa Jamal y sus tres hijos Firas, Ishraq y Bassel: "Nos fuimos en busca de una oportunidad para ellos. Son aún pequeños, queremos que tengan una buena vida, que jueguen y vayan a la escuela sin miedo a los bombardeos". Su plan era viajar a Alemania, allí tienen parientes que llevan más de 10 años en el país. "Pero quedamos atrapados en Grecia y tomamos la decisión de esperar en Idomeni". Estaban esperanzados, pero después de un campo llegó otro. Les trasladaron a Softex. "Nos dijeron que la vida sería mejor allí. Nos prometieron ropa, buena comida, un mejor alojamiento y registro de asilo. Pero no hemos recibido nada. Dormimos en una tienda de campaña en una antigua fábrica. Este lugar es peor que Idomeni. ¿Por qué nos han hecho esto? ¿Por qué nos prometieron todas esas cosas?", se pregunta.
"Cada día es más difícil. Nadie nos dice qué va a pasar. Tengo la sensación de que vamos a tener que vivir en este lugar por mucho tiempo. Pero esta situación no es buena ni para los animales. ¿Por qué nos ponen aquí? Somos personas, somos seres humanos. Todo lo que queremos es una vida normal", finaliza.
El coordinador general de Médicos Sin Fronteras en Grecia, Clement Perrin, explica que "los procesos de reubicación son demasiado lentos y que la gente tiene que pasar muchos meses a la espera de una entrevista o de la decisión sobre su caso de asilo". Mientras, viven en tiendas de campaña o envasados en viejos edificios insalubres y almacenes generalmente aislados y sin la protección adecuada.
Perrin denuncia que, seis meses después del cierre de las fronteras, aún no existen soluciones para las personas más vulnerables. "Los pacientes diabéticos no reciben una alimentación adecuada, las mujeres maltratadas no tienen acceso a refugios seguros, los pacientes psicóticos se mantienen en los almacenes de hacinamiento, víctimas de la tortura no pueden ser derivadas a Atenas porque no hay sitio para ellos, los menores no acompañados viven en condiciones deplorables..." y así un largo etcétera.
El coordinador de Médicos sin Fronteras evidencia el aumento de frustración y ansiedad entre los refugiados. "Hay falta de seguridad, de atención especializada, de acceso efectivo a la asistencia jurídica... Hay personas que corren el riesgo de ser deportadas a Turquía y enviadas de vuelta a los países en conflicto. Hay madres y padres que no han visto a sus hijos durante meses o años, la gente está desesperada, muchos dieron todo su dinero a los contrabandistas para poder proporcionar un futuro a su familia en Europa y ahora ven como sus esperanzas se desvanecen con el paso de los meses".
Esta inseguridad e incertidumbre ha agravado el sufrimiento de las personas y ya hay consecuencias: "En los últimos meses se ha registrado un aumento de pacientes que sufren de depresión severa y trastornos por estrés, así como en los casos de autolesiones e intentos de suicidio", revela.
Con respecto al acuerdo de la UE y Turquía, asegura que es el último de una larga serie de "políticas anti-humanitarias" que los gobiernos europeos están discutiendo con "el único objetivo de negar a las personas el derecho a solicitar asilo", finaliza Perrin.
Consecuencias
Los principios del Viejo Continente se tambalean y las consecuencias ante esta situación son imprevisibles. El caldo de cultivo puede convertir a esos cientos de miles de jóvenes en la mayor generación de odio a Occidente de todos los tiempos. "¿Qué quiere la Unión Europea en esta situación, qué quiere exactamente? No se da cuenta de que lo que está pasando con los refugiados es un caldo de cultivo de lo peor, que de ahí pueden salir monstruos, de ahí puede salir gente que quiera destrozarlo todo", afirma el experto Sami Naïr en una entrevista con EFE con motivo de la publicación de su libro Refugiados (editorial Crítica). Naïr lo tiene claro: no se trata de un problema coyuntural sino que es "un problema de civilización", y en su libro propone un "pasaporte de tránsito" para que se les permita la posibilidad de buscar un país que les acepte en vez de dejarles "ahogados en un territorio sin solución ni destino".
Carola García-Calvo, investigadora del Programa de Terrorismo Global del Real Instituto Elcano, pone sobre la mesa los datos con respecto a este tema: "Si nos fijamos en las inusitadas cifras de movilización yihadista -promovida a partir del estallido del conflicto en Siria en Europa Occidental- (pensemos que de los 30.000 combatientes terroristas extranjeros que se han unido a los grupos terroristas que operan en la zona, unos 5.000 según fuentes solventes proceden de países de Europa Occidental) y en el perfil sociodemográfico de estos hombres y mujeres que han abrazado la ideología del salafismo yihadista -la mayoría jóvenes de segunda (o subsiguientes) generación(es) de descendientes de inmigrantes procedentes de países con poblaciones mayoritariamente musulmanas- vemos que Europa tiene un problema a la hora de acomodar a estos jóvenes europeos con ascendencia religiosa y cultural islámica".
A todo estoy hay que sumarle la propaganda de las organizaciones yihadistas que "se valen de la vulnerabilidad de esta juventud con crisis de identidad para ofrecer un proyecto alternativo, nuevo y alejado de la sociedad occidental, vista por ellos como 'corrupta'". Del mismo modo, la propaganda se ha fijado en la denominada 'crisis de los refugiados', "amplificando el mensaje de una Europa que 'cierra la puerta' y 'humilla' a los musulmanes (algo que en el pasado explotaron con los casos de Bosnia, Chechenia, etc.), generando odio y rechazo dentro y fuera de nuestras fronteras entre su población de referencia", explica García-Calvo.
Pero, ¿cómo evitarlo? "En este sentido, Europa debe seguir implementando sus estrategias, planes y políticas nacionales contra la prevención de la radicalización violenta en los diferentes ámbitos para los que están previstos. Estas no deben entenderse como medidas con resultados a corto plazo sino más bien a medio o largo, al tratarse de intervenciones dirigidas a la construcción de sociedades más cohesionadas e inclusivas. El objetivo es que devuelvan la ilusión a una generación que no se siente cómoda ni identificada con el proyecto europeo en la actualidad", detalla García-Calvo.
Europa les necesita
La Unión Europea ha enfrentado el desafío de los inmigrantes de una forma negativa desde el inicio, "hasta en el lenguaje ha utilizado términos que inducen al miedo en la población", explica Gonzalo Fanjul, cofundador de la fundación porCausa, quien reivindica un cambio en la forma de entender las migraciones. "Son una bendición para los países que las reciben, son flujos fiscales, laborales y cuanto antes nos acostumbremos al mundo que vamos a ser, antes optimizaremos esas oportunidades".
Mensaje que hasta hace muy poco tenía muy claro también el Viejo Continente y sus dirigentes. "Europa necesita sumar 50 millones de trabajadores en 2050 si quiere mantener su crecimiento y sus sistemas sociales", aseguraba la propia Comisión Europea hace una década. No se trata de un caso aislado, todos los informes relacionados con este tema han mantenido la misma línea. "Muchos países necesitarán seguir atrayendo inmigrantes en los próximos años, ya que se enfrentan al envejecimiento de su población y buscan cubrir el déficit en su fuerza laboral", detalla el informe El rostro humano de la globalización, de la OCDE.
Aunque Europa se ponga la venda, necesita a Ali, a Hassam y a los cientos de miles de refugiados que se encuentran en los campos, tanto como ellos a Europa.
Te puede interesar
Lo más visto
- 1 Muface: las novedades del contrato que ultima el Gobierno
- 2 Sánchez, ridículo imborrable
- 3 Los claroscuros de la duquesa roja: lesbiana y cercana a ETA
- 4 El CNI dice que el espía acusado de traición dio un "rollo de papel"
- 5 Podemos allana el camino para el regreso de Irene Montero
- 6 Comprobar Lotería de Navidad 2024 - El Independiente
- 7 Alerta: su hijo se informa por los influencers de TikTok e Instagram
- 8 Perdóname, Pedro, por haber desconfiado del fiscal y de tu palabra
- 9 Los Reyes y sus hijas visitan por sorpresa Valencia