Teresa Rodríguez es la voz más fresca del Parlamento andaluz. Siempre sorprende con sus intervenciones. Bien por la emoción y crudeza con la que expresa sus puntos de vista o bien porque rechace entrar en el barro que toca, casi por norma, en las sesiones de control al Gobierno. A veces, incluso, cede esa intervención a otros miembros de su grupo parlamentario o lleva a la Cámara preguntas presentadas por colectivos sociales. En un año y medio al frente de Podemos Andalucía no ha perdido la sana insolencia que, a su juicio, debe regir el partido.
PREGUNTA.- ¿Cómo valora la crisis del PSOE y sus consecuencias?
RESPUESTA.- Todo apunta a que lo que estaba detrás del conflicto ha sido la votación de investidura. Algunos lo han dicho a las claras, como Fernández Vara y Felipe González, y otros por omisión. Susana Díaz, ya en diciembre, después de las primeras elecciones, hablaba abiertamente de mandar al PSOE a la oposición. Lo que más me ha chocado de ese debate ultramonitorizado fue que lo que más conflicto generó fue si la votación era en urna o a mano alzada. Creo que cuando eso pasa en una dirección significa que las posiciones políticas cambian en función de intereses personales, que las redes clientelares, los favores y las condiciones materiales de cada uno operan más que sus posiciones políticas. Es un síntoma de un cáncer terminal. Ojalá nunca nos pase eso. Las bases sociales de un PSOE con sus abuelos en las cunetas no se merece eso.
P.- ¿Cree que hay que consultar a las bases de Podemos sobre su postura respecto a la investidura?
R.- Antes estábamos pendientes de lo que podría ofrecer Pedro Sánchez. En ese caso, habría que haber analizado el contenido del acuerdo y la última decisión la habrían tenido las bases. Mi postura previa es que es necesario evitar que nos olvidemos de todo lo que nos ha robado en poquísimo tiempo el PP. Que nos olvidemos de pedir la derogación de la Reforma Laboral, de la Ley Montoro, del Impuesto al sol, del 135, de la Lomce y la Ley Mordaza. Que todo eso se incorpore a nuestras vidas como algo normal. Yo entiendo que nuestro papel es sacar victorias después de siete años peleando contra un Gobierno del PP que nos ha robado cosas que costaron décadas y siglos conseguir.
P.- ¿Usted era partidaria de un acuerdo de investidura con el PSOE?
R.- Yo habría intentado arrancar un acuerdo que el PSOE cumpliera sí o sí sus propios compromisos, ni siquiera ya los nuestros.
P.- ¿A través de un acuerdo de investidura o de un gobierno en coalición?
R.- Sobre el gobierno en coalición tengo una perspectiva andaluza. Hemos visto cómo el PSOE es capaz de aniquilar a sus aliados, lo ha hecho con el PA y con IU. Además, cuando uno entra en un Gobierno que no es suyo, sobre todo en condiciones de subalternidad, sin presencia paritaria, al final tiene que asumir las políticas del adversario a cambio de las pequeñas cosas que logra. Al final, se justifican despidos de docentes porque consigues una Ley de Vivienda que, en el caso de Andalucía, está bloqueada en el Constitucional. Acabas asumiendo la responsabilidad de un Gobierno que no controlas. Ése era mi miedo.
P.- O sea, que un acuerdo de investidura podría haber sido menos peligroso para Podemos que un Gobierno de coalición.
R.- Así lo veo yo. Creo que los socialistas no son leales con sus socios en el Gobierno. No lo han sido nunca y no lo serían con nosotros porque nos ven como una amenaza para su supervivencia. El PSOE actúa como la fábula del escorpión y la rana. Llega acuerdos y no los cumple, sobre todo en medidas que ellos comprometen en sus propios programas.
P.- Íñigo Errejón y Ada Colau han defendido que se puede gobernar con 85 escaños. Felipe González y Susana Díaz mantienen lo contrario.
R.- Hay países y países en la UE con gobiernos sustentados por un grupo que tiene el 20% de la Cámara, no es ninguna cosa excepcional. Lo que pasa es que Felipe González quiere que gobierne Rajoy, como el PSOE andaluz, que ha estado indicando el camino a Pedro Sánchez para que le dé la investidura al PP desde el 20-D. 'Nosotros a la oposición', dice Susana Díaz. Por tanto, el Gobierno para Rajoy. Lo que pasa es que nunca acaba esa frase.
P.- ¿Qué puede hacer Podemos para frenarlo?
R.- Este periodo problemático en la vida política tiene potencialidades. Por primera vez, quien está inseguro e inestable no es la mayoría de la población, que ya lo estaba, sino los gobiernos y la gente que asume responsabilidades de representación y gestión pública. Aprovechemos esta situación de inestabilidad que se ha generado para arrancar victorias para la gente. Ése es nuestro deber. Que después de todo lo que pase, sea lo que sea lo que pase, la gente al menos haya recuperado derechos.
P.- ¿Unas terceras elecciones serían malas para Podemos?
R.- No son buenas para nadie. La gente no quiere votar más. La gente está negra con esa posibilidad, achicharrada. Así al menos me lo trasladan por la calle y en el tren. Es una constante.
P.- Usted fue una de las primeras representantes de Podemos que entró en una institución, hace año y medio. Ahora existe el debate interno de no dejarse domesticar ni convertirse en un partido más del sistema.
P.- Las instituciones son un traje hecho a medida del régimen y del bipartidismo. Lo son. Se han diseñado para eso. Los reglamentos y las leyes están pensadas así. En el momento en que nos sintamos cómodos en ese traje estamos perdidos. Dentro de las instituciones hay un proceso natural de mimetización con el ambiente. Llega un momento en el que parece que los privilegios no son tales, que las dietas enormes como las del Parlamento andaluz están justificadas... Al final resulta que tienes en común cosas con los diputados de otros partidos y se te olvida que tú no estás trabajando con ellos, sino con la ciudadanía a la que pretendes representar, y que está sufriendo los recortes y que vive una vida muy distinta de la que se vive aquí dentro, cuyo ritmo, angustias y dolores no tiene nada que ver con los ritmos de decisión sobre cuestiones importantes en las Cámaras. Si en Podemos invertimos todo el potencial y caudal de una ciudadanía indignada que quiere un programa alterantivo y rupturista con lo que ha sido la política hasta ahora, tiene que haber una conexión permanente con lo que pasa fuera de las instituciones. Para mí, el partido debe parecerse más a un movimiento que a un partido institucional o un sello electoral. La principal enfermedad que tienen las instituciones es el cinismo.
P.- ¿Esa es su experiencia?
R.- Lo he vivido en carne propia. En Andalucía presentamos la Ley de Emergencia Habitacional y Pobreza Energética y ni siquiera pasó a trámite. Pero el mismo texto se aprobó en Cataluña con los mismos partidos: PSOE, PP y Ciudadanos. ¿Por qué? Porque la plataforma de afectados por la hipoteca era tan fuerte fuera que nadie se atrevía a votar contra esa ley. Si abandonamos ese espacio y nos metemos solamente aquí van a decirnos a todo que no porque viene sólo de Podemos, porque no tenemos alianzas fuera.
P.- ¿Cuál es la solución? ¿No deben estar en las instituciones?
R.- Sin duda hay que estar en las instituciones, pero siempre con mil pies en la calle. Un pie en las instituciones y mil en las calles, como dice David Fernández.
P.- A usted no le gusta plantear las discrepancias internas del partido en claves pesonalistas, pero siempre ha mostrado mayor afinidad con las tesis de Pablo Iglesias que con las de Íñigo Errejón.
P.- No fue siempre así, no siempre compartí las tesis de Pablo Iglesias. De hecho, en su momento, estuvimos en lugares distintos en el congreso de Vistalegre. Creo que cuando entremos en una dinámica de familias simplemente por tomar el poder estaremos perdidos. Ahora hay un debate razonable: si somos el partido que se referencia en el 15-M, que alimenta las luchas y el conflicto, que no sólo quiere parecerse a la sociedad sino que quiere cambiarla, o si somos una fuerza política solvente que sabe estar en las instituciones. Yo creo que corremos más riesgos de institucionalizarnos y burocratizarnos que de volvernos unos movimentistas, locos, radicales, e incapaces de cambiar la vida de la gente. En ese sentido, me siento más interpelada a recuperar los orígenes de Podemos.
P.- Entonces, ¿es Pablo Iglesias quien ha vuelto a los orígenes de Podemos?
R.- Eso diría yo y de hecho se lo digo a él.
P.- ¿Y qué le responde?
R.- Bueno, él se ríe. Él plantea que el escenario era diferente. Con el calendario electoral que teníamos era necesario tener una fuerza política cohesionada que diera imagen de 'respetabilidad', digamos -porque todas son respetables-, pero que dejara de dar miedo a la gente, dada la campaña de miedo a Podemos tan fuerte que habían puesto en marcha los poderes fácticos de este país, incluso con los aparatos del Estado en su mano. Pero la reflexión última de pensar que por no dar miedo, por dar esa imagen de gente respetable y que sabe estar en las instituciones, y vestirse bien, similar a la de los partidos que han gobernado, tenemos el riesgo de perder los apoyos que hemos conseguido siendo como éramos.
P.- ¿Es un viraje ideológico hacia la izquierda, además?
R.- Creo que es un debate táctico. Y creo que hay objetivos comunes y más cosas que nos unen que las que nos separan a las caras públicas de esta organización y a sus bases también.
P.- Sí, pero, ¿vuelve Iglesias a sus orígenes a sus posiciones de izquierdas frente a la transversalidad?
R.- Yo me identifico más con este Pablo. Depende de qué debate. En algunos coincido con Íñigo y no tengo ningún empacho en decirlo. Eso es lo saludable, tener alianzas cambiantes en función del debate. Pero a mí este último Pablo me gusta más que los que he conocido antes. Comparto más la opinión que tiene sobre lo que toca hacer ahora.
P.- ¿Por qué ha abierto el proceso de renovación de la dirección ahora en Andalucía?
R.- Entendí que ya pasado el ciclo electoral, es difícil que el panorama cambie enormemente, incluso si hay terceras elecciones. En Vistalegre se impuso una organización para ese periodo electoral. Después llegaría la fase en la que se facilitaría más participación de las bases y más debate político. Ahora, las direcciones necesitan tener capacidad de hacer un trabajo no sólo institucional, sino en el día a día de la gente y de los colectivos. Creo que a nosotros nos ha llegado ese momento. Esta dirección ha hecho su trabajo de forma muy solvente y ahora toca elegir una nueva dirección para un nuevo periodo.
P.- ¿Y por qué lo hace coincidir con el proceso de Madrid cuando usted siempre ha defendido la autonomía del debate político andaluz?
R.- Pues precisamente porque tenemos un modelo que no fue el que yo defendí en Vistalegre, los procesos orgánicos internos de los territorios se articulan desde Madrid con normas de Madrid. Yo tenía la posibilidad de convocar asamblea ahora, o en esa nueva asamblea general, que no tiene fecha. Y yo creo que no podemos perder más tiempo en Andalucía, sino dar los pasos para que no seamos sólo un grupo parlamentario solvente, sino una organización con capacidad de implantación en todo el territorio. En Andalucía no vamos a ganar las elecciones hasta que no tengamos la implantación territorial que tiene el PSOE. Se habla de las redes clientelares, del control de los medios de comunicación como base del apoyo social al PSOE en Andalucía, pero también hay que tener en cuenta que el PSOE tiene mucha militancia implicada en sus municipios, comarcas y ciudades.
P.- Manuel Chaves dejó en herencia la Junta a Griñán y éste a su vez a Susana Díaz. ¿Habrá un tercer presidente heredado?
R.- Ése es el resultado de casi 40 años de monopartidismo. Saben perfectamente cuándo convocar elecciones y cuando no. Rompen pactos cuando demoscópicamente les interesa y dejan Gobiernos en función de problemas que no tienen nada que ver con los intereses de Andalucía, como la corrupción. Y siempre ha habido impunidad en esa apropiación de las instituciones en Andalucía por parte de un partido. Pero yo creo que eso se está acabando.
P.- ¿Se marchará también Susana Díaz?
R.- Andalucía ha exportado el flamenco y el gazpacho, pero todo no puede ser bueno. Si exportamos a Susana Díaz tadará poco el resto del país en darse cuenta del tipo de política que es: una mujer de aparato y, en mi opinión, una mala presidenta.
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