Hoy la Audiencia Nacional se ha convertido en lo más parecido que tenemos en España, y ya nos iba haciendo falta, a un Museo de la Corrupción. Con tanto político presente, es raro que ninguno se ofrezca a inaugurarlo. Como en las grandes ocasiones, en este museo en forma de tribunal también hay cola para entrar. A la entrada, un mostrador tras el detector de metales. Las entradas de exposición temporal las facilita en la puerta la Policía Nacional.
- “Usted, ¿a qué juicio va?”, pregunta un agente, como quien duda si a Renoir o Caravaggio.
- “A Gürtel”
- “Y ¿usted?”
- “Tarjetas black”
- “¿Acusado o letrado?”
Si esto fuera La Vida de Brian, le habrían preguntado si libertad o crucifixión. Pero aquí las penas no llegan a tanto. Entre los 37 acusados de Gürtel, las condenas que pide la Fiscalía Anticorrupción suman 732 años de cárcel. En las black, para quien más pena pide es para Blesa y Rato: cuatro años y medio. Al ex jefe de la CEOE Gerardo Díaz Ferrán, cuatro, y dos para el ex director financiero de Caja Madrid, Ildefonso Sánchez Barcoj.
Todos hacen cola para entrar en la Audiencia, convertida en galería de los dos casos más emblemáticos de malversación, despilfarro y corruptelas. ¿Acusado o letrado? ¿Libertad o crucifixión?
Una funcionaria judicial indica en el hall a los acusados que tienen que esperar antes de entrar a la sala. Las black en la planta de arriba, Gürtel en la de abajo. Apenas unos metros separan ambas salas. Bienvenidos al Museo de la Corrupción.
Si esto fuera una visita guiada, la funcionaria judicial empezaría explicando al corrillo de la entrada que el sumario del caso Gürtel se divide, como la obra de los maestros, en dos grandes épocas. La denominada Época I: 1999-2005 es la que se juzga ahora. Tan magna es la obra de la trama presuntamente urdida por Francisco Correa que hay que dividirla en dos (la segunda, por cierto, de 2000 a 2009).
Una pena que la Gürtel no se pueda clasificar, como los estilos de Picasso, por colores. Aquí todo pinta azul Génova. Basta con ver reunidos en el hall a tanto ex alto cargo del PP: el ex tesorero popular Luis Bárcenas; el ex secretario de Organización del PP gallego, Pablo Crespo; Jesús Sepúlveda, antiguo alcalde de Pozuelo de Alarcón y ex marido de Ana Mato… Si Correa hubiera venido de chaqué parecería la boda de Ana Aznar en El Escorial.
Pero en el Museo de la Corrupción hay mucho más. Pasen y vean.
Arriba, a su derecha, subiendo las escaleras de la Audiencia, pueden contemplar los 65 acusados de apropiación indebida esperando a que se abra la sesión por las tarjetas black.
Abajo, Bárcenas habla con su abogado (ojalá le estuviera diciendo al oído: "Luis, sé fuerte") y Correa saluda a Arturo Férnández, el único de las black que se deja ver abiertamente con la panda del Gürtel. La mayoría de ex banqueros prefieren subir rápidamente las escaleras de la Audiencia, como si no los conocieran, como si fueran camino de una sala vip, que no es otra que la Sala Segunda de la Audiencia Nacional. También en los museos siempre ha habido clases.
Tras el desfile de acusados de la temporada otoño-invierno, empieza la sesión.
Arriba testifica Rato, seguido de Sánchez Barcoj.
Abajo, Francisco Correa y Pablo Crespo, en la primera fila, escuchan las penas a las que se enfrentan. Al fondo de la sala, Álvaro Pérez, El Bigotes.
Arriba, Rato dice "No los reconozco". Así podría titularse su performance. Con aplomo, como un artista consagrado que se sabe su papel, rechaza el ex vicepresidente del Gobierno la autenticidad del excel aportado por Bankia. En estas páginas, aún sin enmarcar, se registran los gastos de casi 100.000 euros. De autorías y falsificaciones también saben mucho los museos.
Abajo, una silla vacía. La de Ana Mato, considerada partícipe a título lucrativo, que aunque tenía reservado su sitio, ha preferido perderse la inauguración del juicio. Tenía derecho a hacerlo, pero ya le tocará declarar. Faltan muchas exhibiciones en este museo.
Arriba, Rato da un título para un cuadro surrealista: “No quería discutir de dinero con Bankia".
Abajo, las acusaciones populares piden al tribunal que cite a declarar como testigo al presidente en funciones Mariano Rajoy.
Arriba, Barcoj dice que, por suerte, a él no le han asignado en su black lencerías y clubes... "Que a mí me parece muy bien que se lo gasten en eso". Y que lo pinte Toulouse Lautrec, debió añadir.
Van a dar mucho juego, a lo largo de los próximos tres meses, estos dos juicios que conviven en la Audiencia, convertida en sede temporal del Museo de la Corrupción. Hay que ir pensando en los objetos que poner en las vitrinas si algún día se deciden a hacerle una sede permanente, cuando los juicios hayan acabado. Es difícil decidir destino entre lugares con tantos méritos como Valencia o Boadilla del Monte. O tal vez en Génova. O Soto del Real.
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