Es su gran secreto. Tan sólo los más íntimos lo conocen. Ni su casero, ni sus amigos de la academia, ni por supuesto sus vecinos. Lo mantiene oculto desde hace seis años, los mismos que lleva destinado “en el norte”. Luis prefiere vivir así, con discreción y prudencia. Sabe que ETA ya no mata pero también que los guardias civiles no están bien vistos, y que la pervivencia de la banda terrorista y sobre todo la de su entorno, sigue sin dejarle vivir con plena libertad.
Su historia se asemeja a la de alrededor de 4.000 agentes de la Benemérita que están destinados en Euskadi y en Navarra. Estos días han visto cómo el rechazo social de los más radicales en Alsasua obliga a elevar la alerta. En realidad nunca ha decaído. “Algunos compañeros aún siguen mirando debajo del coche y mirando siempre atrás, por si les siguen. Yo, personalmente, creo que no estamos en esa fase, pero sí sigue habiendo amenazas. Son más veladas, pero están ahí”.
El rechazo social de lo más radicales en Alsasua obliga a elevar la alerta
Él dice ser un afortunado. Está destinado en Pamplona y “en una ciudad siempre pasas más desapercibido”. El problema radica en los municipios pequeños del norte de Navarra, en Lekunberri, en Leitza, Bera de Bidasoa o en la guipuzcoana Oñate. “Allí la convivencia aún hoy es muy complicada”. Pero en el tiempo post ETA el afortunado Luis está obligado a vivir una doble vida. Cuando alquiló la casa en la que vive se limitó a decir que era funcionario, sin más detalles.
A sus compañeros de estudios tampoco les cuenta la verdad: “No saben a qué me dedico, si lo supieran cambiaría la relación que tengo con ellos y escucharía muchos comentarios”. Incluso en algunos casos debe esforzarse por modular su acento gallego, le delata. “En algunos lugares, si dices que eres funcionario y tienes acento ‘extranjero’ en realidad ya queda todo dicho, en especial si es gallego o andaluz…”. Reconoce que por ahora no ha tenido problemas serios, menos aún equiparables a los de sus dos compañeros agredidos el pasado fin de semana en Alsasua. “Ahora son miradas o el vacío que te hacen y que pueden crearte situaciones incómodas”.
Expulsar a los ‘perros’
El silencio también es oficial. La orden del Cuerpo es mantener la discreción y permanecer lejos del foco. Quienes se atreven a hablar con El Independiente lo hacen bajo garantía de anonimato. Oficialmente nadie puede decir nada. La acción de ETA ha desaparecido, hará cinco años mañana, pero la banda sigue existiendo y el riesgo no se ha diluido. Muestra de ello son las jornadas que anualmente se celebran en localidades como Oñate (Guipúzcoa) o Alsasua (Navarra).
En el primer caso el día señalado –previamente publicitado por las redes- cientos de jóvenes se concentran ante el cuartel de la Guardia Civil. En ocasiones lo hacen en tono festivo y divertido, en otras, amenazante. El acto puede adquirir forma de Flashmobe con un tema en el que se llame a expulsar a los “perros”, o mediante una cadena humana que rodee el cuartel hasta incluso patalear la valle del perímetro o celebrando una representación teatral ridiculizando a la Guardia Civil y expulsarla en un globo al espacio.
El caso más repetido es el que se vive ante el cuartel de Oñate. Todos los años jóvenes afines a la izquierda abertzale se concentran para coaccionar a la Guardia Civil. El Colectivo de Víctimas del País Vasco (Covite) denunció el año pasado lo que calificó como un “escrache” contra la Guardia Civil y que nunca ha sido impedido por la consejería del Gobierno vasco, según recuerda, “alegando que era una muestra de la libertad de expresión”. Covite incluso denuncia cómo se han llegado a depositar a las puertas del cuartel ollas a presión simulando las bombas que colocaba ETA en sus atentados. Una broma macabra que obligó a intervenir a agentes de los Tedax.
‘Muerte’ social
“La amenaza ya no es la misma pero no te puedes relajar. Siempre hay que estar pendiente por si hay un rebrote”. Juan también es guardia civil. Conoce bien cómo se vive en la Euskadi y Navarra post ETA. Afirma que la presión de las juventudes más radicales sigue estando muy viva y limitando “la libertad y la vida social” de miles de agentes en el País Vasco (2.500) y Navarra (1.500).
No ha desaparecido el rechazo social y lo que ello conlleva. “Por eso son pocos los que aún hoy vienen con sus familias. La mayoría viene solo. Pasa aquí tres años y luego se vuelve a su tierra”: “Si te reconocen como guardia civil también afectará a tu mujer y a tus hijos. También a ellos les hacen el vacío en el bar, en el supermercado, en el colegio y tampoco pueden hacer una vida normal. Esa presión a las familias es una forma de amedrentar y extorsionar”.
Si te reconocen como guardia civil también afectará a tu mujer y tus hijos"
Asegura que por “autoprotección” los agentes continúan sin desvelar dónde trabajan. En los municipios pequeños optan por residir fuera del municipio donde están destinados. “Aún hoy no puedes ir a tomar un café sin que notes una mirada de desprecio, un mal gesto o que te digan ‘aquí no te quiero ver’. Todo eso sigue igual, no es anecdótico. Estamos más tranquilos porque ahora no son los 80 o los 90, ETA ya no mata, pero a nivel personal y familiar la presión es similar”. Juan conoció bien los años de plomo pero insiste en que hay cosas que no cambian. Los “te voy a matar picoleto de mierda” aún se escuchan en los pueblos más difíciles.
¿Qué culpa tiene mis hijos?
Tampoco ciertos hábitos han cambiado. El primero que aprende un guardia civil en Euskadi y Navarra es ocultar cualquier pista que le delate. No colgar el uniforme en el patio es el primer mandamiento, “eso es de cajón”: “también, aunque es muy triste que tu hijo no puede decir que su padre es guardia civil”. Juan acepta incluso que determinados colectivos arremetan contras ellos e incluso les insulten, “va en mi sueldo”, asegura, pero “¿qué culpa tienen mi mujer y mis hijos?”. Llega incluso a reconocer que esa presión constante, sutil en ocasiones y descarada en otros, les puede pasar factura: “es una presión que terminas por llevártela al trabajo y claro que puedes terminar por cometer un error, vas como vas y claro…”.
La inmensa mayoría de los agentes proceden de fuera
Las vocaciones vascas en la Benemérita son contadas. La inmensa mayoría de los agentes proceden de fuera. Hasta 2011, el riesgo de ser víctima de un atentado era real. Hoy no lo es. Ahora se limita a sufrir una amenaza o una paliza. Hoy como entonces, la motivación para pedir destino en “el norte” es el incentivo económico y de beneficios laborales. Los agentes, en su mayoría entre 25 y 35 años, que llegan a Euskadi o Navarra perciben alrededor de 600 euros más al mes para completar un salario de alrededor de 2.000 euros.
Pero el principal atractivo no es ése. Tres años de servicio en estos destinos les permite tener preferencia a la hora de elegir destino y subir muchos puestos en las listas. De esta manera, pueden llegar a reducir a la mitad la espera para acceder a un destino deseado, que sin esta preferencia podría demorarse entre 15 y 20 años.
En municipios como Alsasua el entorno radical se siente cómodo. El nacionalismo es mayoritario y el rechazo a la Guardia Civil también. Hace dos años y medio en este municipio navarro se escenificó uno de los capítulos del final de ETA. 130 presos huidos y deportados de la banda terrorista, todos ellos sin causas pendientes, comparecieron para secundar la decisión de la banda y exigir su retorno a Euskadi y Navarra. Lo hicieron a pocas calles del cuartel de la Guardia Civil, el cuerpo que había detenido a muchos de ellos y sobre el que muchos de ellos provocaron sufrimiento y dolor.
Sin “repliegue” a la vista
Estos días las redes sociales se han llenado de mensajes de solidaridad con la Guardia civil, pero también de voces que exigen que abandonen el País Vasco y Navarra. El pasado día 12, el delegado del Gobierno en Euskadi, Carlos Urquijo instó a quienes ansían con el “repliegue” de las Fuerzas de Seguridad del Estado a que modifiquen su deseo por el de la “cooperación” entre la Ertzaintza, la Guardia Civil y la Policía Nacional. “Algunos creen que si se va la Guardia Civil se implantará el libertinaje y no es así. Allí están la Ertzaintza y la Policía Foral que se dedicarían a hacer lo mismo, a realizar controles, a identificar personas, a incautar droga etc. Siempre son los mismos, la gente de pie no tiene ningún problema con nosotros”, asegura Juan.
Actualmente la guardia Civil tiene competencias en materia de puertos y aeropuertos en el País vasco, además de prisiones, policía judicial, Seprona, etc. Materias muchas de ellas sobre las que el Gobierno Vasco ha reclamado reiteradamente la transferencia de la competencia en cumplimiento del Estatuto de Gernika. El Ejecutivo del PNV aboga por extender el control de la Ertzaintza, como policía integral, en todos los ámbitos.
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