Los republicanos han sido los grandes triunfadores de una noche electoral que afrontaban alicaídos. El establishment del partido jamás contempló la victoria de un Donald Trump con el que puso tierra de por medio, a fin de evitar que su mala imagen dañara las opciones de reelección de sus congresistas.
Ahora los jerifaltes republicanos se encuentran con que no sólo el multimillonario ha ganado la Casa Blanca, sino que el partido ha mantenido su mayoría en la Cámara de Representantes y en el Senado. Con el control de la presidencia y del Congreso, tienen vía libre para deshacer todas las medidas impulsadas por Obama, como habían prometido. Muy especialmente, repeler la reforma sanitaria, el llamado Obamacare, bestia negra para los republicanos en los últimos seis años.
Los candidatos a la cámara alta han aguantado mucho mejor de lo previsto, logrando en muchos casos victorias por márgenes mayores de los esperados. Lo mismo que le ha sucedido a Trump. ¿Se han acabado beneficiando los senadores republicanos de ese efecto Trump del que huían? Habrá que estudiarlo a fondo. A priori, da la impresión de que sí.
Al Partido Republicano se le presentaba un tablero complicado para retener el control del Senado. De los 34 escaños que tocaba renovar, 24 eran republicanos, y al menos ocho corrían serio peligro de cambiar de signo. Al final, sólo Mark Kirk ha perdido su asiento por Illinois, como estaba previsto. Un senador que, por otro lado, estaba cuestionado en su partido, después de una serie de declaraciones poco afortunadas.
El resto de asientos los ha mantenido. Ron Johnson (Wisconsin) ha frustrado las aspiraciones de Russ Feingold, que fue senador durante 18 años y había perdido su escaño en 2010. Asimismo, y contra todo pronóstico, Pat Toomey (Pensilvania) ha sobrevivido a la campaña demócrata, en la que ha sido la carrera al Senado más cara de la historia. Por su parte, Todd Young ha retenido su escaño por Indiana. Y Roy Blunt (Misuri) ha logrado derrotar a Jason Kander, a pesar de la excelente campaña que el demócrata había realizado. También Richard Burr (Carolina del Norte) ha sobrevivido al asedio de publicidad y movilización de votantes que habían puesto en juego los demócratas.
La única victoria significativa de los demócratas es la de Cortez, que será la primera senadora latina
Los pesos pesados del partido que se presentaban a revalidar el escaño han salido victoriosos también. Marco Rubio, que le disputó la nominación a Trump, venció a Patrick Murray y mantiene su asiento por Florida. El histórico John McCain seguirá siendo senador por Arizona, al igual que Robert Portman mantuvo su puesto por Ohio. Incluso Kelly Ayotte, senadora por New Hampshire, tiene todas las papeletas para retener su escaño, en una carrera en la que cada voto cuenta y aún no se han publicado los datos finales.
Ciertamente este será un día amargo para los demócratas, cuyo único triunfo ha sido haber retenido el único escaño al Senado que se le presentaba más vulnerable: el que hasta ahora tenía Harry Reid, senador durante casi 30 años y líder de los demócratas. Su sucesora, Catherine Cortez, revalida el asiento y se convertirá en la primera senadora latina.
Por lo demás, los demócratas se enfrentan a cuatro años en los que tendrán que pensar cómo replantear su estrategia. Desde 2011 están en minoría en la Cámara de Representantes. Y ahora, vuelven a perder el Senado.
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