El flamante secretario general de Podemos Málaga es doctor en Economía, profesor de Economía Aplicada, diputado y presidente de la Comisión de Empleo del Congreso. Alberto Montero, único errejonista que ha ganado en las últimas primarias del partido, representa ese ala moderada que, no obstante, comparte sus planteamientos rupturistas fundacionales. Fue presidente de la Fundación Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS), que ha asesorado a gobiernos latinoamericanos en Venezuela, Ecuador, El Salvador o Bolivia, y que fue germen de Podemos. Su nombre se vio envuelto en controversia por el proyecto de investigación que compartió con Íñigo Errejón en la Universidad de Málaga. Habla abiertamente del errejonismo como corriente interna y defiende sus postulados.
Pregunta.- ¿Es usted uno de los pocos errejonistas con cargo orgánico destacado?
Respuesta.- Creo que no. Hay muchos compañeros en distintas secretarías generales en capitales y municipios importantes que se adscribirían a ese epíteto de errejonista, o a esa línea, y que vienen haciendo un trabajo relevante. Probablemente sí soy el único que ha sido elegido en este último proceso.
P.- Y en Andalucía.
R.- Sí, en un contexto más complicado porque Teresa Rodríguez ha obtenido un magnífico resultado, con un 73% de los apoyos, y la lista con la que yo competía estaba abiertamente apoyada por ella y por su secretario de Organización.
P.- ¿Por qué se decide a lanzar la candidatura en este contexto tan complicado?
R.- Por responsabilidad en una ciudad donde el primer secretario general y parte del consejo ciudadano dimitieron tras los resultados del 20-D. Se ha mantenido esa interinidad durante casi un año, pero la presencia de Podemos en la política municipal ha sido muy limitada, muy reducida. Al mismo tiempo, la gente confundía el espacio de Podemos con el de la candidatura de unidad popular Málaga Ahora. Se trata de la capital más importante en la que gobierna el PP y me parecía una irresponsabilidad que no hubiera un proyecto sólido.
P- ¿Es verdad que en Podemos hay dos almas?
R.- No sé si son dos almas o dos formas de entender el momento político actual y los mecanismos necesarios para construir un pueblo. Partiendo de la base de que no creo que haya nada más radical que construir un pueblo en estas sociedades contemporáneas, donde el sentimiento de comunidad y de identidad está muy perdido. Uno de los efectos más profundos de la globalización y del neoliberalismo es la ruptura de los lazos de comunidad; los lazos que unen a las personas en la identificación y participación de un proyecto colectivo y de los vínculos institucionales que le dan cuerpo. Creo que en este momento es más acertado construir pueblo a partir de la transversalidad.
P.- ¿Qué significa construir pueblo?
R.- Significa identificar todo aquello que nos une y reforzar los vínculos de solidaridad y comunidad. Y significa recuperar las instituciones para los ciudadanos. La crisis mostró de forma brusca que las instituciones se habían puesto en contra de la ciudadanía; que las instituciones que deberían estar dando protección, lo que hacían era recortar los derechos de quienes más necesitaban. Y eso deteriora la esencia del pacto social que nos hemos dado: entregamos cuotas de libertad a cambio de seguridad y protección. Quienes han gestionado la crisis han puesto de manifiesto que eso no era así.
P.- ¿Cómo se construye pueblo desde la política?
R.- Ganando las instituciones para ese pueblo. El 15-M es la expresión de esa transversalidad en el malestar, que se manifiesta, por ejemplo, en el perfil de nuestros votantes. Frente a lo que pudiera parecer, nuestro mayor porcentaje de voto procede de la población con mayores niveles de cualificación, de estudios e incluso mayores niveles de renta. Es decir, gente que tiene una mayor comprensión del impacto de la crisis y de la utilización partidista de las instituciones, porque tienen mejores instrumentos para entender qué ha ocurrido. Para cambiar esas prácticas es completamente necesario llegar al poder.
P.- Sin embargo, la dirección del partido se cuestiona su papel en las instituciones.
R.- Podemos se construye en Vistalegre como una maquinaria electoral. Por eso, desde este espacio del errejonismo -si lo quiere expresar así- entendemos que el debate entre calles e instituciones es falso. Porque la calle da de sí en la construcción de una alternativa lo que da de sí. Por ejemplo, el momento de indignación máximo fue el 15-M. A partir de ahí la ola de indignación se va frenando hasta el punto de que ha habido un cambio estructural en este país y la gente lo ha aceptado. Me refiero a las reformas laborales, que han cambiado totalmente el marco de una sociedad sustentado en el trabajo como elemento de inclusión social. Ese marco se rompe desde el momento en que un empleo digno pasa a ser casi un privilegio.Y ese cambio da lugar a la necesidad de recuperar las instituciones y revertir ese marco para poder articular un proyecto de sociedad distinta.
P- ¿Desde las instituciones?
R.- Necesariamente. Pero con la tensión popular. No enfrentando la calle a las instituciones, sino estando al servicio del malestar que manifiesta la calle; siendo vanguardia institucional de la indignación popular y de las reivindicaciones sociales justas.
P.- Gestos como abandonar el hemiciclo durante la investidura o los plantes al Rey no muestran mucha fe en la institución por parte de Podemos.
R.- Hubo más carga de violencia simbólica en el hecho de que la presidenta de la Cámara no permitiera hablar a un representante de la soberanía popular al que habían aludido de esa manera que en abandonar el hemiciclo. Ante esa violencia institucional, salir del hemiciclo fue un acto de dignidad. En cuanto a los plantes al Rey no tengo una respuesta clara. Tienen una carga simbólica en un partido que se reconoce abiertamente republicano y que, por tanto, no quiera reconocer a esa figura como tal. Puede ser contradictorio porque precisamente hemos pasado por su casa y ése era el momento en el que venía a la nuestra. Pero claro, también es contradictorio que haya un acto que se llame besamanos a estas alturas del siglo XXI y que sean los anfitriones los que besen la mano al invitado, en un acto de servilismo simbólico bastante difícil de tragar.
P.- En ese debate, hay quien defiende que el trabajo en las instituciones puede domesticar a Podemos y hacer que pierda su rebeldía y su frescura.
R.- Yo creo que precisamente hemos introducido rebeldía y frescura en las instituciones. Nuestros discursos se parecen muy poco en las formas y en los contenidos a los de otros grupos políticos. Creo que ahí hay una traslación del sentimiento de la calle a la institución, y eso es rebeldía y frescura.
P.- ¿Y esa necesidad de dar miedo y no institucionalizarse?
R.- Debe de ser porque yo suelo dar poco miedo, pero creo que la mejor forma de dar miedo es hacer cosas que cuestionen el estado de cosas actual, que cuestionen las relaciones de poder, el uso partidista de las instituciones, el gobierno en la sombra de los poderes fácticos. Es mejor dar miedo haciendo cosas que se traduzcan en la merma de esos privilegios y de ese poder que usando formas que pudieran dar miedo. Soy más partidario del terror psicológico que de las películas con mucha sangre.
P.- ¿Se puede entender que Podemos está virando a la izquierda?
R.- El hecho de que en las instituciones no haya ningún grupo político a la izquierda del PSOE distinto de nosotros necesariamente te sitúa en el marco de la izquierda por exclusión. Pero sigo creyendo que el discurso izquierda-derecha en estos momentos no tiene capacidad de vertebración de ese proyecto colectivo y que la transversalidad en la recolección de las demandas y propuestas de soluciones es el instrumento políticamente más útil.
P.- Y el triunfo de posturas anticapitalistas dentro de la organización, ¿se está radicalizando Podemos?
R.- No creo que el proyecto de Teresa sea distinto al que mantenía antes. Me parece que se produce una confusión: hay un debate interno sano sobre qué es ser radical, y el problema es que se lee en clave externa. De ahí puede venir la interpretación de la radicalización de Podemos, se interpreta como si fuera la posición hacia el exterior. Me parece que seguimos en las mismas posiciones, pero con un debate más rico que antes no había tenido lugar por falta de tiempo. Correr, atarte las zapatillas y encima debatir es difícil.
P.- ¿Qué quiere decir Errejón cuando anuncia que va a dar la batalla de las ideas pero no la personal?
R.- Que va a defender en ese debate que la línea de Podemos debe seguir siendo la transversalidad; que no hay nada más radical que construir un pueblo orgulloso de sí mismo, y que debemos huir del arrinconamiento en la izquierda en el que el establishment y los propios grupos políticos, especialmente el PP, nos quieren situar. Si nos arrinconan en ese espacio estaremos respondiendo más al guión que nos han escrito ellos que a nuestra capacidad de mover los marcos en la que siempre hemos sido bastante hábiles.
P.- ¿Cree que Errejón debería presentarse a secretario general?
R.- Ésa es una decisión muy personal que debe asumir él. En cualquier caso me tendrá a su lado.
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