Ha sido el suelo resbaladizo por el que el socialismo vasco ha transitado casi desde su fundación. Algunos lo han bordeado, otros han chapoteado en él y los hay que han intentado cubrirlo con cemento firme para que dejara de patinar. Pero la cuestión identitaria ha sido un Guadiana constante en el PSE desde tiempos de Indalecio Prieto hasta Idoia Mendia. El acuerdo entre socialistas y nacionalistas conocido ayer y rubricado este mediodía en el Parlamento Vasco ha vuelto a reavivar el debate en las casas del pueblo de Euskadi.
Socialistas vasquistas frente a socialistas constitucionalistas, las dos almas que siempre han pugnado por imponerse en un País Vasco cosido a golpe de nacionalismo en las instituciones. Dieciocho años después, el partido regresa a un gobierno de coalición con el PNV y a abrazar alguna de sus tesis y a abrir la puerta a explorar y debatir algunos de los conceptos sagrados para el nacionalismo.
Dieciocho años después, el PSE regresa a un gobierno de coalición con el PNV y abraza alguna de sus tesis
Hace apenas unos meses, en plena campaña electoral, el PSE al que representa Idoia Mendia arremetía contra quienes enarbolaban la bandera de la autodeterminación y el derecho a decidir. Llegó incluso a criticar a Podemos por defenderlo: “Es un derecho que no da de comer”, dijo. Poco antes había asegurado que el partido que ella dirige nunca participaría de consensos “sobre el derecho a decidir” o de reformas del Estatuto de Gernika que se encaminen hacia “el reconocimiento del derecho de autodeterminación”. Durante un debate sobre la consulta en Cataluña que celebró el Parlamento Vasco -y contra el que se opuso el PSE- Mendia afirmó que ser demócrata y defender el derecho a decidir es incompatible: “Es una argucia conceptual para que una minoría se imponga a la mayoría”.
De la ‘argucia conceptual’ al acuerdo
Ahora la posición crítica parece haberse moderado, tanto que el PNV ha accedido a admitirle como socio de gobierno para explorar una nueva senda hacia un nuevo marco de bilateralidad en la relación de Euskadi con España, “de igual a igual” que ansía Sabin Etxea. En el acuerdo de gobierno que hoy ha rubricado, junto al lehendakari en funciones Iñigo Urkullu y el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, la secretaria general del PSE se compromete a abrir la puerta a consensos en torno a esa “argucia conceptual”. Mendia accede a avanzar a buen ritmo en la búsqueda de acuerdos para actualizar en actual Estatuto de Gernika. PNV y PSE se dan ocho meses para presentar un texto articulado que defina lo que los nacionalistas denominan “nuevo estatus jurídico-político” y que los socialistas, -y así consta en el acuerdo-, prefieren definirlo como una “reforma y actualización” del estatuto de 1979.
El PSE ha pactado con el PNV ser libre para poder presentar “nuestros respectivos postulados y planteamientos en materia de autogobierno” en la Ponencia parlamentaria que se constituirá a tal efecto. También se comprometen, al igual que los nacionalistas, a respetar el marco jurídico vigente “en cada momento”. El socialismo vasco accede a abrir debates sobre cuestiones como el reconocimiento de la Nación vasca y el derecho a decidir “del Pueblo vasco y su ejercicio pactado”.
A estos dos suelos resbaladizos, el PSE suma la posibilidad de consensuar una reforma de la Constitución española para “ampliar las potencialidades” del autogobierno vasco e incluso a fijar un nuevo marco de relaciones con Navarra y el País vascofrancés, así como la representación de Euskadi en las instituciones internacionales. La lista de hasta 14 conceptos que incluyen de partida la agenda de la ponencia de autogobierno también apela a fijar “un sistema concertado de garantías que impida la modificación unilateral” del pacto que en su caso se alcanzara.
De la pancarta a la fractura
La historia del PSE está repleta de idas y venidas en esta materia. En la transición la defensa del derecho de autodeterminación era una constante. Incluso ver a algunos dirigentes como José María Txiki Benegas manifestarse en su defensa detrás de una pancarta no era extraño. Aquel socialismo de Benegas, incluso el de Ramón Jáuregui, quien ocupó responsabilidades de primer nivel en los gobiernos de coalición que el PSE mantuvo con el PNV en tiempos de Ardanza, poco o nada se parecía al que a finales de los 90 representó Nicolás Redondo Terreros, el más crítico con el nacionalismo. El ex secretario general del PSE fracasó en su intento por sumar una alianza con el PP de Jaime Mayor Oreja en 2001. Su giró hacia el constitucionalismo y su perfil más crítico con el nacionalismo institucional del PNV acabó por desterrarlo del socialismo vasco y por fracturar un partido centenario.
En la transición, la defensa del derecho de autodeterminación era una constante
El proceso de reforma estatutaria que ahora quiere liderar Mendia de la mano PNV tiene otro precedente ya lejano. A comienzos de los años 2000, cuando Juan José Ibarretxe comenzó a dar forma a su Plan, el socialismo comenzó a reaccionar. Tras la marcha de Redondo Terreros los socialistas vascos dieron un giro hacia posiciones más vasquistas. Con Patxi López como Secretario General en 2004 presentaron el documento de Bases para la actualización y reforma del Estatuto de Autonomía con el que contraponer la propuesta inviable de Ibarretxe. La firmó Emilio Guevara, un ex diputado general de Álava con el PNV y reconvertido al socialismo.
El PSE reconocía a Euskadi como “sujeto político” con capacidades para desarrollarse como “una comunidad nacional de ciudadanos”. Incluso subrayaba que la sociedad vasca mostraba un “legítimo deseo” de cristalizar su deseo de “autogobierno”. Aquella propuesta apuntaba que cualquier reforma debía hacerse dentro de una España con carácter “plurinacional, plurilingüístico y pluricultural”. El PSE de López, hace ya más de una década, abogaba por avanzar hacia una reforma para lograr “un proyecto nacional vasco” dotado de un amplio autogobierno, superior al acordado en 1979, para “un solo pueblo de ciudadanos libres en sus derechos y plural en sus sentimientos identitarios”.
Mimetización con el PNV
Si hoy Mendia accede a buscar el consenso hacia una actualización del Estatuto vasco en el seno de una ponencia parlamentaria, su antecesor defendió la constitución de una Mesa de Partidos para remitir posteriormente el documento acordado al Congreso y someterlo, una vez aprobado, a referéndum. Un procedimiento equiparable al que ahora se propone. La propuesta socialista criticaba entonces la imposición del nacionalismo vasco u otros proyectos particulares que tan sólo “impiden la construcción de la comunidad nacional vasca”.
En la locomotora que conduce el PNV y en la que viaja el PSE hay una nueva relación entre Euskadi y España
La mimetización en muchos aspectos comienza a ser sorprendente. Tras la aprobación del acuerdo por unanimidad por parte de las bases del socialismo vasco, Mendia llegó a asegurar ayer que “algunos sólo pretenden la humillación de los nacionalismos”, un capote al PNV que completó desmarcándolo de las posiciones más duras del nacionalismo catalán, a los que se refirió como “los que buscan la desconexión con España” y mantienen “un diálogo de sordos” con el Estado.
En la locomotora que conduce el PNV y en la que viaja el PSE se defiende un nuevo marco de relación entre Euskadi y España. Los socialistas insisten en el consenso y la permanencia en España y que tan sólo se trata de una nueva ruta para entablar “una nueva conversación en España”. Mendia intentó despejar fantasmas de ruptura en Euskadi subrayando que el compromiso es cerrar un acuerdo “para seguir viviendo juntos respetando las singularidades dentro de una España plural y en una Europa diversa”.
Ahora, el socialismo vasco del siglo XXI hace de la necesidad virtud y se sube al tren del PNV en la ruta marcada por los nacionalistas. Por el momento han acordado viajar en el mismo tren, explorar la mercancía que transporta y debatir si se compra y cómo se compra. La sintonía comenzó hace tres años en el Parlamento Vasco, con la firma de un acuerdo de estabilidad con Urkullu, continuó con los gobiernos de coalición en las tres diputaciones y las tres capitales vascas y se completa ahora con la entrada del PSE al segundo Gobierno de Urkullu.
Suresnes, un derecho incuestionable
Un repaso por el transcurrir del socialismo español permite descubrir cómo los vaivenes en esta materia han sido una de sus señas de identidad. En octubre de 1974, en el Congreso de Suresnes (Francia) el PSOE afirmaba que la solución al “problema de los nacionalismos” pasaba “indefectiblemente” por el pleno reconocimiento del derecho de autodeterminación”. Entonces se afirmaba incluso que cada una de las nacionalidades reconocidas en España, entre ellas la vasca, debía poder determinar “libremente la relación que va a mantener con el resto de pueblos que integran el Estado español”.
Uno de los elementos más llamativos es la disposición del PSE a firmar algunos de los ejes del discurso del PNV; la demanda de bilateralidad en la relación con el Estado, de modo que se impida el incumplimiento del futuro nuevo Estatuto. Para ello el PNV defiende crear un organismo mixto, similar al que se aplica en el Cupo vasco, que obliga a ambas partes a acordar cualquier decisión. El PSE también compra el mensaje que de modo reiterado viene lanzando el nacionalismo en contra de la “recentralización”.
Un elemento llamativos es la disposición del PSE a firmar algunos de los ejes del discurso del PNV
Los socialistas están dispuestos a reforzar y sumarse a la batalla contra el Gobierno del PP por su “intromisión” en las competencias vascas. El Ejecutivo de Urkullu denuncia la presentación de cerca de 40 recursos contra leyes y normas vascas ante el Tribunal Constitucional. En esta materia los socialistas se comprometen a poner “especial celo” para denunciar y evitar que la actuación del Gobierno de Rajoy suponga una “intromisión” o vulneración del autogobierno vasco.
Una alianza que también refuerzan para exigir el traspaso de las 34 competencias, que se detallan en el acuerdo de gobierno, que aún quedan pendientes del Estatuto de Gernika. Entre ellas, socialistas y nacionalistas citan de modo específico la transferencia de la competencia de prisiones, el régimen económico de la seguridad social, la competencia de los aeropuertos, las autopistas o el Fogasa.
La reclamación del final de la política de dispersión de los presos de ETA y su acercamiento a cárceles de Euskadi es un elemento al que el PSE ha accedido para formar parte del Gobierno. Esta petición tradicional del PNV y que el lehenedakari Urkullu ha trasladado de modo reiterado a Rajoy, será ahora compartida por los socialistas vascos que también instarán al Ejecutivo del PP a que acerque a Euskadi a los alrededor de 370 presos de la banda terrorista que cumplen sus condenas en cárceles de fuera del País Vasco.
El acuerdo firmado por el PSE ha sido aceptado a regañadientes por la dirección del PSOE. “Es un buen acuerdo”, han asegurado con la boca pequeña y tras cuestionar el procedimiento empleado y la falta de información con la que se ha hecho. Sin duda, la herida abierta con la salida de Sánchez, al que la dirección del PSE ha apoyado de modo evidente, aún no ha cicatrizado. Pero antes de irse, el ex líder socialista dejó el suelo sembrado a Mendia al afirmar que “España es una nación de naciones” y que Cataluña “es una nación dentro de otra nación que es España”: “Como lo es también el País Vasco, y esto es algo de lo que tenemos que hablar y reconocer”.
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