Carmelo Gómez es un animal de teatro, inmenso, rotundo, inquietante… No hay nada en él que brille de forma exótica, nada que le haga especial y, sin embargo, posee una mirada que cautiva a quien le ronda, una sonrisa que tumba. La cámara lo sabe bien. A él le da igual, el cine le ha dado tantas alegrías como disgustos, de manera que ha decidido cortar por lo sano, dar un paso atrás y alejarse del Séptimo Arte.
En escena destila humanidad, coraje, pasión. Su profundo vozarrón domina el espacio sin esfuerzo. Carmelo Gómez regresa a las tablas con su último éxito, El alcalde de Zalamea, con el que inauguró el 16 de octubre de 2015 la rehabilitada sede del CNTC.
Es una obra sobre el amor porque el autor pone acento en el desamor"
"Tras el éxito en la pasada temporada, reponemos hasta el 29 de enero el clásico de Calderón de la Barca puesto que tuvo tal demanda de entradas que no pudimos satisfacerlas todas el año pasado", confiesan desde la compañía teatral. Estamos ante uno de los texto más bellos y profundos del Siglo de Oro español. "Es una obra sobre el amor porque el autor pone el acento en el desamor. Es una obra sobre la justicia porque predomina la injusticia. Lo es sobre el honor como sinónimo de fama, opinión, o como virtud imprescindible en un militar, en el ejército de un Estado, o como conciencia y dignidad personal, algo a lo que todo ser humano tiene derecho y, con demasiada frecuencia y demasiado pronto, hacen acto de presencia el deshonor, el abuso, el fingimiento", sostiene la directora de la CNTC, Helena Pimenta.
Querencia hacia el teatro
Carmelo Gómez siempre ha sentido querencia hacia el teatro. “Es el lugar donde siempre te puedes medir”, confiesa. Y él no ha dejado de medirse desde que en 1991 Miguel Narros le convirtiera en un inolvidable caballero de Olmedo. Luego, antes de que él cine le robara tiempo para la escena, vinieron Lope de Aguirre y A puerta cerrada.
Entre éxito y éxito cinematográfico, siempre ha encontrado un hueco para desfogar al animal escénico que lleva dentro con turbulentas obras como Días de vino y rosas, enfrentamientos dialécticos como el que lidió con Josep Maria Flotats en La cena, incluso se volvió loco de la mano de Javier Gutiérrez en Elling, antes de regresar al verso y componer un imponente Pedro Crespo con el que se ha paseado por toda la geografía española, un obra que ha representado 104 veces delante de 70.000 espectadores.
Por su tragedia hemos caminado todos en nuestros años de estudiantes
El alcalde de Zalamea es, sin duda, una obra maestra. Por su tragedia hemos caminado todos, por placer o por obligación, en nuestros años de estudiantes. La historia narra el drama vivido en la localidad extremeña de Zalamea de la Serena al pasar las tropas españolas con motivo de la guerra de Portugal. El capitán Don Álvaro de Ataide, de origen noble, es alojado en la casa del labrador rico de la localidad, Pedro Crespo, a cuya hermosa hija Isabel secuestra y ultraja. Habiendo perdido el honor y roto de dolor, Pedro Crespo busca venganza, pero en ese momento es elegido alcalde de Zalamea. Entonces se verá obligado a aplicar justicia al hombre que tanto daño hizo a su familia. Según su directora, Helena Pimienta, “es difícil encontrar un texto dramático que posea escenas tan emocionantes y tan perfectas". Así ha logrado la ovación de crítica y público.
Indudablemente, uno de los responsables de ese éxito es Carmelo Gómez, que está imponente en la piel de Pedro Crespo. Desde su primera aparición, el actor se pasea dominando el escenario y a lo largo de la obra demuestra que ni Miguel Narros ni Pilar Miró se equivocaron al confiarle sus grandes apuestas. Ofrece al espectador una clase magistral de interpretación de teatro clásico. Ya lo confesó la directora de El perro del hortelano: “Carmelo recita con naturalidad asombrosa”. Si con la ironía y la comicidad de El perro del hortelano arrancaba sonrisas, en este registro dramático, en ocasiones cómico, Carmelo está imponente. Es el alcalde de Zalamea. En un tiempo costará ver otro rostro al pensar en Pedro Crespo.
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