Los tiempos, las teclas, el tono y los matices son premisas que cualquier buen músico debe dominar. Más si aspira a dirigir una orquesta mal avenida. No adelantarse, no precipitarse, saber esperar para hacer sonar el instrumento o encontrar el instante de silenciarlo es vital para reproducir una buena sinfonía. Patxi López (Portugalete, 1959) lo sabe bien. No es músico, es político. Pero como si lo fuera. Ama la música y le vuelven loco los instrumentos. La clásica y la moderna. Sabe escoger el tema apropiado para cada momento, tiene dónde elegir, los cerca de 8.000 vinilos y discos compactos de su colección dan para mucho. Su melomanía se completa con admirar, sin tocar, la belleza de los instrumentos. Aún se recuerda su imagen tocando un saxofón en la portada de la revista Rolling Stones poco después de ser elegido lehendakari. Lo simulaba. El ya candidato a la secretaria general del PSOE no sabe tocar ninguno, apenas los aporrea, pero gusta de coleccionar instrumentos, entre los que la guitarra eléctrica sigue siendo la asignatura pendiente de aprobar. Su ilusión, reproducir los temas del boss, de Bruce Springsteen, tras su mujer, su verdadera pasión. Llegó incluso a convertirlo en el tema de campaña en las autonómicas de 2009 que le hicieron lehendakari. En su Tumblr, el blog musical de Patxi López, no faltan listas de temas “para el cambio”, dedicadas a “al nuevo tiempo que está por llegar"o las reservadas a quienes confían en que “siempre acaba llegando la calma”.
Pero además de la música y la fotografía, López tiene otra pasión. Nunca la ha ocultado: su mujer, Begoña. Comparte con ella la pasión por la política. La misma que ambos han vivido y siguen ejerciendo. La que padecieron escoltados y bajo la amenaza de ETA durante muchos años. Ella ejerce ahora como vicepresidenta de las Juntas Generales de Vizcaya. A ambos se les puede ver paseando cogidos de la mano por Bilbao, donde tienen su residencia habitual y a la que López acude entre idas y venidas de Madrid. También se dejan ver los veranos por Comillas (Cantabria), donde tienen una casa, o por Málaga. Begoña le acompañó como ninguna otra esposa de lehendakari hasta entonces, en numerosos actos oficiales, aportando una imagen de modernidad y frescura hasta entonces no vista en la Lehendakaritza. Pero el espíritu juvenil de Patxi y Begoña también les lleva a no faltar a conciertos multitudinarios como el BBK Live o de no pocos conciertos fuera de Euskadi.
La biografía de López también oculta un pasado en el que esta afición por las artes le llevó a formar parte de una compañía de danzas y folklore popular vasco durante casi tres décadas. En los años que ejerció como lehendakari llegó a empeñarse en el aprendizaje del euskera y que a trancas y barrancas llegó hablar mínimamente.
La ‘cuadrilla’ de ‘Lolo’
Casi desde que nació, Patxi López estaba condenado a dedicarse a la política. Y a ser de izquierdas. Lo vivió y lo bebió mientras, sin entender lo que le rodeaba, devoraba el arroz con de pollo y la porrusalda que preparaba su abuela Matilde, cocinera de las familias acomodadas de la Margen Derecha del Nervión. Nació en Portugalete, en la calle Coscojales, subraya siempre, en una humilde casa del otro lado de la ría de la burguesía vizcaína. A él le tocó el izquierdo, en Portugalete, junto al Puente Colgante. Allí escuchaba con atención a su padre ‘Lolo’, diputado en Cortes por Vizcaya, instruir en el pensamiento socialista a jóvenes como él, en plena dictadura franquista. No en pocas ocasiones los registros de la policía le despertaron y le asustaron más de lo debido. Pero el apasionamiento de los amigos de su padre le compensaron con la ilusión de cambiar las cosas. No eran unos amigos cualquiera. Felipe González, Joaquín Almunia, Manuel Chavez, Ramón Rubial, Txiki Benegas... Sólo era cuestión de tiempo que aquel adolescente despierto tomara el testigo de la cuadrilla de soñadores antifranquistas de su padre. Y lo hizo.
En 1975 entró en las juventudes socialistas del PSE, se afilió dos años después. Comenzó allí una carrera por todos los escalafones del partido en Vizcaya primero y en Euskadi poco después. De secretario de Organización territorial a responsable de la Ejecutiva en su provincia. En 1987 fue elegido diputado en el Congreso. El más joven del momento.
La carrera de Patxi López está repleta de oportunidades aprovechadas. Algunos dirían que nació con estrella. Las circunstancias se lo ponen en bandeja, sin necesidad de tener que tensionar o forzar su decisión, y él, hasta ahora, las ha sabido aprovechar. Así ocurrió cuando alcanzó la secretaria general del PSE, cuando llegó a ser lehendakari y ahora cuando anuncia su disposición a disputar el liderazgo del PSOE en España. En 2001 el PSE atravesaba un momento de máxima fractura. Fueron los tiempos de Nicolás Redondo Terreros y Jaime Mayor Oreja al frente de socialistas y populares vascos, respectivamente.
Los intentos por conformar una alianza de izquierdas y derechas españolas en una Euskadi asolada por ETA y con una izquierda abertzale en envalentonada y un PNV ‘Ibarretxista’ amenazando con un ‘Estado libre asociado’, abrió una grieta entre el socialismo tradicional, más vasquista, y el que puso por delante la defensa de la Constitución, incluso aliándose con el PP que representaba Mayor Oreja. La tensión terminó por romper el partido y provocar la dimisión de Nicolás Redondo. Hacía falta un líder y Patxi López, como ahora, decidió dar un paso adelante. Se impuso en las primarias a Carlos Totorika, el alcalde de Ermua y llevó al PSE a las mayores cotas de apoyo social y poder nunca vividos en Euskadi. En las elecciones generales de 2008 el socialismo vasco se impuso en las tres provincias vascas, algo inédito y sólo un año más tarde, López se convertía en lehendakari gracias al apoyo del PP que lideraba Antonio Basagoiti.
De la cima al suelo
Al primer lehendakari socialista vasco el final de ETA le obsesionó. Siempre expresó su deseo de priorizarlo por encima de cualquier otro objetivo. Había que defender las libertades y las leyes en Euskadi. Para lograrlo lo intentó todo. Años atrás llegó incluso a estar procesado por un delito de desobediencia, junto a Ibarretxe y Rodolfo Ares por participar en reuniones con la ilegalizada Batasuna. El caso fue archivado. Sin duda la espina clavada que le quedó a López de su mandato al frente del Gobierno vasco fue que el anuncio del cese de la actividad armada de ETA le pilló en EEUU. Se vio obligado a valorarlo mientras viajaba en un vagón de tren.
Pero cuando se llega a la cima, el riesgo de caer está ahí. Y a López le sobrevino. El nacionalismo, movilizado para regresar al poder que sentía arrancado por PSE y PP y los efectos de la crisis, el desgaste del Gobierno y la salida de Zapatero desinflaron el apoyo socialista en Euskadi. Cuatro años después el descalabro de votos fue el más grave hasta entonces y aceleró su salida de la Secretaria general en septiembre de 2014. Idoia Mendia tomó el testigo.
Una posición moderada que lo hacía idóneo para presidir el Congreso de los Diputados
Llegó a plantearse concurrir en las primarias en las que Sánchez se impuso. Dio un paso atrás, el candidato Madina no lo aconsejaba. Con Sánchez como líder y fuera de la secretaría del PSE era el momento de dar el salto a Madrid, a la sombra del proyecto ilusionante con el que se presentaba Sánchez y que meses después se enquistaría hasta torcerse y desvirtuarse. López supo estar a su vera. Siempre en un segundo plano, discreto y sin destacar más de lo necesario. Una posición moderada que lo hacía idóneo para presidir el Congreso de los Diputados. No tuvo mucho tiempo para saborear a qué sabe ser la segunda autoridad del Estado, seis meses.
El partido volvía a comenzar y de nuevo había que situarse de cara a unas nuevas elecciones generales, medir los tiempos, subrayar los matices y no precipitarse. Para entonces la sintonía del PSOE sonaba demasiado desafinada y brusca. Las últimas elecciones generales terminaron por destrozarla. En el entorno de López aseguran que la distancia con Sánchez se ha ido agrandando a medida que su posición pasaba de la coherencia al enquistamiento y de ahí al atrincheramiento. López siempre ha sido hombre de partido, fiel a la tradición y respetuoso con la democracia interna. Desobedecer la orden de abstenerse en la investidura de Rajoy no entraba en sus planes, pese a que no le gustara. Primero el partido, luego él.
“Se ha visto obligado”
Hace tiempo que venía madurando la posibilidad de presentarse, de hacer de puente de entendimiento para calmar las aguas, para volver a conectar un extremo y otro del partido, como el puente que siempre vio desde la ventana de su casa en Portugalete, el colgante. A este clima ha sumado estos días el cariño de las personas y militantes que le han animado a dar el paso, según señalan sus conocidos. “Se ha visto obligado”, concluyen, “sentía la responsabilidad de tener que hacerlo”. Hace un año no estaba en sus planes pero, de alguna manera, se lo debía a su padre, a su ‘cuadrilla’, a los suyos… el partido es lo primero. “Vivía más o menos tranquilo, meterse ahora en este embolado no entraba en sus planes, pero las cosas vienen como vienen”, asegura uno de sus colaboradores.
Quienes han trabajado con él lo definen como un buen jefe. Dispuesto a dar siempre la cara por los suyos, buen gestor de equipos y preocupado “sólo lo justo” por lo que se dice de él. “Para dar este paso se lo habrá pensado muchos, eso seguro”. Y con quien más habrá consultado, su mujer, Begoña, por la que bebe los vientos y en la que no le duelen prendas en reconocer que es su “verdadera pasión”.
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