Junts pel Sí (JxS), esa alianza ganadora para proclamar la independencia, es cada vez una coalición más inestable al frente de la Generalitat. A medida que avanza sin resultados la legislatura que debía llevar a Cataluña del “postautonomismo a la preindependencia”, a medida que el sueño se desvanece, crece el escepticismo sobre el referéndum, aumentan las dificultades con la CUP y avanzan los procesos judiciales pendientes para los protagonistas del 9-N, se agiganta la grieta entre los dos socios del gobierno catalán.
Entre los ex convergentes cunde la inquietud por el futuro cada vez más difícil del partido. Las encuestas auguran una caída en picado hasta la veintena de diputados, incluso en el caso de que Puigdemont fuera el candidato, cosa que no va a suceder. Mientras, sus socios de gobierno no hacen más que crecer electoralmente y ocupar el espacio de la antigua Convergència como “pal de paller” de la política catalana.
El propio Junqueras así lo ha explicitado esta semana con su habitual carga de ironía, “el junquerismo es amor, queremos a todo el mundo, queremos el máximo de transversalidad y diversidad posible”. Es decir, lo quiere todo. Y un PDCat ideológicamente desdibujado y sin candidato cada vez tiene más dificultades para disputárselo.
Los ex convergentes se movilizan contra el liderazgo de Junqueras
El partido de Puigdemont, sin embargo, ha empezado a hacer movimientos para erosionar el liderazgo republicano. Por un lado, intentando debilitar su imagen como el “gran negociador” de la Generalitat. Por otro, acentuando el coste judicial que para el PDCat está teniendo el 9-N, mientras los republicanos, supuestos pata negra del independentismo, se van de rositas.
En el ámbito de las negociaciones, algunos miembros del Govern acusan a Junqueras de haber concertado la cita de esta semana con Soraya Sáenz de Santamaría justo después de que Puigdemont hiciera oficial su renuncia a liderar la candidatura del PDCat, lo que serviría a Junqueras para aprovechar la debilidad de sus socios. Estas sospechas explicarían por qué se filtró el encuentro, que tanto Junqueras como Santamaría querían discreto, reventándolo en la práctica.
Tras el fiasco, Puigdemont se ha apresurado a insistir en su deseo de reunirse con Mariano Rajoy, asegurando que el encuentro podría celebrarse este mismo mes si ambos presidentes pueden cerrar agendas. Aunque es consciente de que su negativa a acudir a la Conferencia de Presidentes hace inviable esa opción para Rajoy.
La grieta se amplía también por la relación con la CUP. Si Oriol Junqueras parece cada vez más abiertamente el interlocutor escogido por el Gobierno, en el caso de los socios parlamentarios del Govern es el president Puigdemont el predilecto. La portavoz de la CUP en Economía y principal negociadora en la batalla de los presupuestos, Eulalia Reguant, ha reconocido en Catalunya Ràdio que su sintonía es mucho mayor con el presidente de la Generalitat que con el líder de ERC.
Falta de sintonía entre Junqueras y la CUP
Nadie podría dudar del independentismo de Junqueras, vino a decir Reguant, pero con Puigdemont “nos une” el hecho de que tanto el presidente catalán como los diputados antisistema “dejaremos el Parlament” cuando concluya la legislatura. Una manera poco discreta de señalar que ni uno ni otros se van a mover “por defender su silla”, mientras Junqueras no oculta sus aspiraciones a la presidencia de la Generalitat, tanto si es independiente como autonómica. Un modo de contraponer ambos liderazgos que evidencia la distancia cada vez mayor entre el president y su vicepresidente.
La dirigente antisistema hizo estas declaraciones minutos antes de participar en una reunión con el propio Junqueras para intentar desencallar el acuerdo sobre los presupuestos. Encuentro que fue, de nuevo, infructuoso, puesto que los interlocutores se emplazaron a seguir la negociación la próxima semana, a caballo de la tramitación parlamentaria de las cuentas.
El segundo frente de batalla entre ex convergentes y republicanos es el judicial. El avance de las causas contra Artur Mas, Francesc Homs, Irene Rigau y Joana Ortega ha provocado nuevos roces entre ambos partidos, porque los primeros están hartos de soportar el peso judicial y los costes del proceso independentista mientras Esquerra consigue todos los réditos electorales.
Echan en cara que Junqueras se ponga de perfil -expresión cada vez más generalizada en el PDCat- en los conflictos e intente trasladar a la Conselleria de Governació (PDCat) la responsabilidad de organizar el referéndum, cuando es un encargo que Puigdemont fijó sin ninguna inocencia entre los departamentos de Economía y Relaciones Institucionales. Es decir, Junqueras y Raúl Romeva, perteneciente al entorno de confianza del vicepresidente catalán desde que ambos coincidieron en el Parlamento Europeo.
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