Tras el fracaso de la conferencia de Carles Puigdemont en Bruselas, donde no consiguió el respaldo institucional buscado, cabía pensar que no habría mejor anuncio contra el procés independentista. Santi Vidal lo ha superado con creces con sus conferencias, en las que anuncia que la Generalitat recaba ilegalmente datos fiscales, estudia las inclinaciones políticas de los jueces para saber “con quien puede contar” tras la independencia, oculta partidas por valor de 500 millones de euros en el presupuesto de 2017 para celebrar el referéndum y deja que los Mossos d’Esquadra reciban entrenamiento de un país extracomunitario. A Donald Trump le ha salido un duro contrincante a la hora de copar portadas con barbaridades.
Nacido en Sant Sadurní d’Anioa (Barcelona) en 1954, hijo de un militar que fue alcalde del pueblo en las postrimerías del franquismo y de una pubilla de la capital del cava, Santi Vidal cosechó durante su paso por la Audiencia de Barcelona fama de magistrado progresista y buena relación con la prensa, a la que siempre trató con más cercanía que la mayoría de sus compañeros.
Juez mediático
Fue uno de los primeros jueces en buscar la sobreexposición mediática de los “jueces estrella” por sus sentencias ejemplarizantes e innovadoras, pero también con sus abiertos enfrentamientos con la cúpula judicial -fue expedientado por primera vez por criticar la lentitud con la que el juez Juli Solaz instruía el Caso Palau-, que estallaron definitivamente con Carlos Lesmes al frente del Consejo Generali del Poder Judicial (CGPJ). En esos años se convirtió en pionero en el uso sistemático del catalán en la justicia o en reclamar cambios en la Ley hipotecaria para evitar la injusticia de los desahucios.
En una sentencia equiparó el delito de malos tratos a una mujer con el de tortura, y en 2013 admitió la querella por crímenes contra la humanidad que señalaba a la Aviazione Legionaria italiana por los bombardeos sobre Barcelona durante la Guerra Civil. Vidal fue también el primer juez que condenó por apología de genocidio y odio racial, delitos incluidos en la reforma del Código Penal de 1996 que él aplico dos años más tarde al dueño de la librería nazi Europa, Pedro Varela. Una sentencia en la que el ex juez dejó escrito que la defensa de los derechos humanos estaba por encima de la libertad de expresión.
La Constitución de la República Catalana
Y en 2015 llega a la cima de su particular carrera judicial con la presentación del proyecto de Constitución para la República Catalana Independiente -proyecto, por cierto, en el que se embarcó sin que nadie se lo pidiera, aunque él debía pensar que una vez incluido en el Consejo Asesor para la Transición Nacional de Artur Mas tenía venia para eso y más-. El texto dibujaba una arcadia feliz sin ejército pero con un papel central en la resolución de conflictos internacionales, en la que quedaban prohibidas -por ley- las mayorías absolutas y las pensiones vitalicias.
Un proyecto que debería haber advertido a los impulsores del procés de la extravagante ideología política de su juez estrella y su incontinencia verbal. Pero no fue así. Vidal siguió adelante con el proyecto de constitución para un país inexistente hasta que el CGPJ acordó inhabilitarlo por tres años.
A partir de aquí se abre un periodo de interinidad en la vida del ex magistrado, que ve como sus aspiraciones políticas no se materializan en la candidatura de JxS en 2015, en la que sí tuvieron cabida otras estrellas del procés como Carme Forcadell o Muriel Casals. Su momento no llegaría hasta meses más tarde, cuando ERC lo recuperó como cabeza de lista para el Senado formando tándem electoral con otra nueva figura emergente, Gabriel Rufián, que encabezó la candidatura al Congreso de los Diputados.
Su paso por el Senado, cámara para la que resultó reelegido en las elecciones de junio, habrá sido de los más efímeros, aunque la renuncia podía darse por anunciada desde que el pasado noviembre afirmara sin pudor que “el Senado no sirve para nada, está lleno de caraduras; Rita Barbará no va y cobra dietas y el ex president Montilla no participa en nada”. Por qué no lo deja, le preguntó el periodista. “Porque tenemos que defender los intereses de Cataluña” respondió ufano. Intereses que, por supuesto, pasan por encima de cualquier otra consideración.
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