La sombra de Rita Barberá gravita sobre la crisis del Gobierno de Murcia. El PP nunca ha dejado de defender a su presidente autonómico, Pedro Antonio Sánchez, pero tras el fallecimiento de la que fuera durante 24 años la carismática alcaldesa de Valencia, se ha agudizado el sentimiento grupal, de cierre de filas, de no dar un paso que luego puedan reprocharse. Y todo ello aun corriendo el riesgo de ceder el poder en la que ha sido una de las joyas de la corona del PP.
Génova confía, no obstante, en que la profunda división de las formaciones políticas de la oposición permita ganar ese tiempo precioso que marca la diferencia entre estar desimputado o encausado para juicio oral, hipótesis, esta última, que aseguran no contemplar. Y aún más, siguen defendiendo que el caso Auditorio, lejos de tener que ver con corruptelas, no sería más que una cuestión administrativa.
Hay algo de profesión de fe en torno a Pedro Antonio Sánchez. No se trata del barón territorial más conocido, ni más popular, ni más emblemático. De hecho, esta crisis ha provocado una confusión de nombres por su homonimia con el ex secretario general del PSOE y aspirante en las primarias socialistas, Pedro Sánchez. Pero Génova ha dado la consigna de aguantar el chaparrón, esperar a que escampe por su imputación, más que anunciada, en el curso de la instrucción del caso Auditorio de Puerto Lumbreras y, sobre todo, no ceder al pulso del resto de los partidos de la oposición por una cuestión de "dignidad" que quién sabe si terminarán ingiriendo como aceite de ricino.
No se trata del barón territorial más conocido, ni más popular, ni más emblemático
Y es que la madeja se enreda en torno a la estrategia numantina practicada en Murcia. El último movimiento lo realizaron, casi al unísono, los socialistas murcianos y el antecesor de Sánchez en la presidencia autonómica, Alberto Garre. Este viernes se conocía, al tiempo, la carta que Garre había escrito a su ya ex jefe de filas, Mariano Rajoy, acusándole de "inacción ante la corrupción", y la decisión de los socialistas de registrar ante la Cámara regional una moción de censura para hacerse con la presidencia de la región.
El primero, dicen en el PP, "respira por la herida" aún abierta de una candidatura que se le hurtó a favor de Sánchez en las elecciones autonómicas de 2015. Y es que Garre fue el presidente sustituto de Ramón Luis Valcárcel cuando este pasó a engrosar las listas al Parlamento Europeo en 2014. Pero las preferencias de Valcárcel siempre estuvieron del lado de Sánchez, al que acabó promocionando para candidato en los comicios de un año después.
Aviso a Génova
El hoy crítico, que amaga con formar un partido de tinte regionalista, asegura que alertó en su momento a la dirección nacional del partido sobre las corruptelas de su sucesor. Tiene razón en que Sánchez ya andaba metido de hoz y coz en un rosario de demandas y de querellas promovidas por el PSOE, pero no es menos cierto que cuando se confeccionó su candidatura autonómica el TSJ de Murcia acababa de archivar la causa contra la compra de su vivienda.
Si Garre termina fundando un partido, el escenario de elecciones se complica aún más para el PP
En todo caso, si Garre termina fundando una nueva formación política, el escenario de elecciones en Murcia se complica aún más para un PP que no quiere ni oír hablar de comicios, por mucho que al arranque de esta crisis amagaran con una nueva consulta para exorcizar el riesgo de una moción de censura. El sondeo sobre intención de voto encargado por los populares no resulta muy halagüeño para sus intereses. La mayoría absoluta que suma con Ciudadanos podría verse comprometida. Por eso, un partido de nuevo cuño amenaza con mermar aún más la base electoral del partido de la gaviota.
Para liar más la madeja, el PSOE se adelanta con una moción de censura para formar un "gobierno de mínimos", como lo define el aspirante socialista, Rafael González Tovar, sustentando en un tripartito que completan Ciudadanos y Podemos. Los naranjas, con su líder al frente, también apellidado Sánchez, insisten en que sólo la apoyarán si su objetivo final y último es convocar de nuevo a los murcianos ante las urnas. En caso contrario presentarán la suya propia si de aquí a este lunes el PP no les da la cabeza del otro Sánchez, el presidente. Sin el concurso de las tres fuerzas políticas no hay moción que prospere.
Hasta los "díscolos" de Génova, esto es, los vicesecretarios, han cerrado filas
Con un "no" rotundo, responden desde Génova al interrogante directo de si apartarán al hoy imputado por el caso Auditorio para evitar unas nuevas elecciones en la Región. Ésta vez ni siquiera los "díscolos" genoveses, es decir, los vicesecretarios, han marcado el contrapunto ni en público ni en privado. Su sinceridad cuando estalló el caso Taula, con la imputación de toda la corporación municipal de Rita Barberá, se ha tornado en acatamiento de argumentario. Muchos de ellos recuerdan la que les cayó tras el fallecimiento de la ex senadora cuando poco menos se les hizo responsables de tan luctuoso acontecimiento.
Entonces se puso a la valenciana ante el dilema de dejar el escaño o abandonar la militancia. Optó por conservar su acta de parlamentaria, probablemente como estrategia de defensa para declarar ante el Supremo y no ante el TSJ de Valencia.
Murcia ha sido una de las joyas de la corona del PP, donde gobierna ininterrumpidamente desde 1995 con mayorías absolutas y porcentajes de voto que se aproximaban en algunos casos al 60 por ciento. Todo ello se rompió en 2015, cuando una ola se llevó por delante la hegemonía territorial de los populares cediendo plazas tan emblemáticas como el ayuntamiento de Madrid o el gobierno autonómico valenciano. No dejó de ganar en estos sitios, pero la necesidad de socios parlamentarios limitó su margen de maniobra.
Prueba de fuego para Maillo
El incendio de Murcia ha pillado de lleno al nuevo coordinador general del PP, Fernando Martínez-Maillo, que también ha cerrado filas en torno al barón territorial. Un conflicto más que añadir a la lista de congresos regionales del partido, no todos fáciles ni mucho menos, que ponen a prueba la que fue la consigna de Mariano Rajoy cuando lo elevó en el escalafón genovés: "Ni ruidos, ni líos". Pero no todo está en manos del zamorano.
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