Es el final a una historia inútil y dolorosa. Comenzó el 31 de julio de 1959 y hoy se sellará sin más fruto que un reguero de víctimas, dramas y vidas destrozadas. Será el preámbulo a su inminente disolución. Ocurrirá en Bayona, en el corazón del País Vasco francés, el mismo lugar que tiempo atrás les dio cobijo, que poco después fue escenario de la lógica cruel y antidemocrática del terrorismo de Estado y que ahora asoma de nuevo para convertirse en el escenario de su final armado. La madrugada del viernes ETA se declaró como organización desarmada. Hoy los mediadores civiles en los que, derrotada, desesperada y desnortada, se ha apoyado deberán cumplirán su parte del trato alcanzado con la banda terrorista meses atrás en un intercambio epistolar con los etarras. Escenificarán un final multitudinario, respaldado fundamentalmente por quienes siempre revolotearon a su alrededor aplaudiendo, arengando, cuando no colaborando en la historia más triste de los últimos 58 años. El asidero de la agonía que son los llamados artesanos de la paz deberán certificar que ETA no les ha mentido, no nos ha mentido. Que hará entrega de su último legado armado: apenas unas decenas de armas, miles de kilos de explosivos y los restos de su arsenal, el conocido por los últimos militantes de ETA, apenas una decena.
Será el legado visible, el tangible. Aún restará verificar si es completo, si está manchado de sangre en algún crimen y si con él se puede garantizar que es el final. Será cuestión de pocas horas. El proceso de entrega del arsenal debe culminar para primera hora de esta mañana. A las 10.30 horas de este 8 de abril de 2017 el Gobierno vasco, que ha ejercido como puente en el proceso, dará por terminada su mediación. Sólo habrá terminado una parte. La verificación y comprobaciones posteriores llevarán más tiempo. Corresponderá primero a los mediadores internacionales de la Comisión Internacional de Verificación y a las autoridades policiales y judiciales francesas, en colaboración con las españolas, después.
En un plazo breve, debería llegar el epílogo, la disolución de ETA. El azucarillo de sangre en realidad se ha ido diluyendo en los últimos años. Pero el rastro que deja es amargo. Y no se olvidará en mucho tiempo. La herencia de ETA no es sólo el arsenal del que dice desprenderse hoy. El legado no desaparecerá esta mañana en Bayona. ETA no podrá desarmarse del impacto que más de medio siglo de violencia ha provocado.
Las víctimas de ETA
'Armas sociales' fabricadas durante décadas
Los expertos tienen claro que el desarme de esta mañana es técnico. Pero sólo eso. Las otras armas impregnadas en el Pueblo Vasco, el mismo por el que ahora asegura que las tomó y 58 años después las deja, seguirán activas mucho tiempo más. ETA fabricó armas de todo tipo. Las de carácter social fueron muy eficaces, como la socialización del sufrimiento que aún hoy respaldan en voz baja no pocos lugares de Euskadi; las armas carcelarias que ahora se fragmentan y enfrentan en las cárceles con un frente de presos activos, divididos entre duros y resignados. Las armas institucionales que alimentó y diseñó con precisión para convertirlas en una prolongación de su discurso a través de formaciones políticas que siempre han replicado su mensaje y que hoy se esfuerzan por reconvertirse en un nuevo escenario. Y por último, el arma del recelo institucional y convivencial que durante décadas ha sembrado fracturando en dos una sociedad que deberá reaprender a convivir una vez desaparecida ETA.
“Devolverán las pistolas, pero el alma que han dejado… Eso no se resolverá en mucho tiempo”. La afirmación la hace el catedrático de Sociología de la UPV Ander Gurrutxaga. Afirma que lo que hoy puede terminar en Bayona sólo es una parte del proceso final de ETA, pero que para que desaparezca por completo su impacto no sólo hará falta tiempo sino incluso "cierta amnesia, que es lo que termina entrando en este tipo de procesos".
El desarme social será el más complicado, ha existido una cultura que creía que todo valía para alcanzar unos fines"
Será complicado. El legado de ETA no es fácil de olvidar: 857 muertos, 700 atentados, decenas de miles de heridos, 10.000 empresarios extorsionados, 300 asesinatos sin resolver y un miedo y enfrentamiento social, capaz de romper una sociedad por generaciones. "El impacto ha sido terrible. Hay tres generaciones que han vivido todo esto y creer que eso se solventa en poco tiempo… Nadie puede hoy asegurar que se cerrarán definitivamente todos los dramas. El tiempo no lo cura todo”.
El sociólogo vasco sitúa el foco en uno de los desarmes más complejos que habrá que afrontar: el social. "Ha existido una cultura que creía que todo valía para conseguir unos fines. Una cultura que no es capaz de trazar límites, que anula el principio de autoridad y que cuestiona las vías institucionales", señala. Proceso que -recuerda- deberá ir acompañado de un adecuado tratamiento a las víctimas y a las que no se podrá dejar en el olvido una vez desaparecida ETA como organización terrorista.
Los rescoldos aún activos del 'frente de presos'
El otro desarme que le resta al entorno de ETA se libra en las cárceles. Los 350 presos que aún cumplen condena en prisiones alejadas del País Vasco y las presiones para que el Gobierno los acerque a cárceles de Euskadi irá en ascenso. “Todo ese mundo ahora se debería plantear una petición de perdón, de reconocimiento del daño que han causado. Tampoco hay que olvidar la herida abierta de los GAL, que también está ahí”.
El catedrático en Sociología subraya que el nuevo camino que se deberá comenzar a recorrer a partir de ahora, tanto en la sociedad vasca como en el conjunto del Estado, es muy delicado. Al reconocimiento y reparación del daño causado que se debe exigir al entorno de ETA, Gurrutxaga suma la necesidad de afrontar “sin histerias y de modo sereno” un proceso para “encontrarse”. “La gente debe comprender que hay cosas que hay que hacer, por dolorosas que sean en el alma, que lo son. Estamos en un Estado de derecho y cuando a alguien se le juzga y cumple la pena… Hay que hacer pedagogía, mucha pedagogía para que en ese escenario de reconocimiento y perdón nos podamos mirar a la cara, convivir. Queda mucho camino por recorrer, no podemos ser impacientes. Estos cambios no se producen con un chasquido de dedos”.
Hay que hacer mucha pedagogía, queda mucho, esto no cambia con un chasquido de dedos"
El relato de lo sucedido es otro de los frentes en los que ETA y su entorno continúan sin desarmarse. El intento de equiparación y de justificación adquiere cada vez mayor protagonismo. El juego de “las violencias” como contexto para explicar lo sucedido. Ellos y nosotros. Antonio Rivera es doctor en Historia y participó en el Gobierno vasco del lehendakari Patxi López, el ejecutivo que costó conformar por la presión y la amenaza de ETA que lo situó entre sus objetivos. Rivera afirma que el desarme técnico que hoy podría culminar “en una demostración de banalidad” en Bayona es responsabilidad de policías y Justicia. Pero no el relato, “ahí sí debería entrar la sociedad”. “Aún no hemos pasado el rubicón de desnaturalizar radicalmente la violencia. Seguimos pensando en que ETA y su mundo violento sigue siendo un agente político-social más, como el resto. Mientras no seamos capaces de desplazar ese fantasma, seguiremos manteniendo vivo el rescoldo”, asegura.
Y el temor está justificado. La idea de que ETA, una vez desarmada, se reconvierta en un agente político, en un partido político, sobrevuela en algunos ámbitos. En los más radicales. La simple idea de una ETA compitiendo con la izquierda abertzale tradicional en unas elecciones provoca escalofríos incluso en la formación que lidera Arnaldo Otegi, empeñado de alejarse de la etapa de apoyo a la violencia en la que aún le sitúa el imaginario colectivo.
El rebrote de la violencia como argumento
Rivera recuerda que el discurso de ETA ha sido un arma potente que aún tiene adeptos y que se ha visto en el reciente rebrote de la kale borroka en la Universidad del País Vasco en la que él imparte clases. “Nos puede parecer que es algo que está fuera de tiempo, pero en realidad no lo está. La sociedad y las instituciones no han cerrado ese tiempo de violencia. Y no lo harán hasta que se rechace por completo cualquier posibilidad de legitimar el recurso al hecho violento. Ese trabajo no se está haciendo adecuadamente”. Advierte incluso que volver a ver a adolescentes “sosteniendo los mismos fantasmas” al recurrir a la violencia, “supone volver a los mismos argumentos; la desvalorización del Estado de Derecho, de la democracia en la que ellos han nacido y en la que se vuelve a creer que la violencia es otro procedimiento más para intervenir en la ágora pública”.
Se empieza a colar el mensaje proamnistía. Una vez desarmada ETA, en el ambiente flota ya la idea de pelillos a la mar
Un fenómeno que urge a actuar a las instituciones para empeñarse en “restituir la parte de la democracia que con ETA hemos perdido todos estos años”. En este objetivo sitúa la necesidad de blindar el Estado de Derecho ante los intentos “por ir colando los mensajes proamnistía que se empiezan a escuchar”. “En el ambiente flota la idea de, ahora, pelillos a la mar. La consideración de los principios de un estado democrático no se puede reblandecer, eso me preocupa”.
El politólogo Félix Arrieta prevé un proceso prolongado tras el final de ETA en el que víctimas y victimarios deberán avanzar en caminos entrelazados entre sí y en el que “la memoria, la Justicia, la reparación y el perdón” deben ser la prioridad. "Son procesos muy complejos que no se solucionan con una entrega de armas", afirma. En su opinión la clave será saber “readaptar” las dinámicas sociales alimentadas por ETA y su entorno durante tantos años y que han logrado enraizarse en la sociedad. Favorecer el encuentro entre los dos mundos, el de las víctimas y los victimarios y quienes les apoyaron, considera, debe ser la senda. Quienes sufrieron directamente la violencia de ETA merecen esa reparación, según Arrieta, “diría que es lo que queda ahora, mirarles a la cara, a los ojos y reconocer muchas cosas”.
El escenario que empieza a vislumbrarse en el ámbito político, con una mayoría de partidos, a excepción del PP, unidos en favor del respaldo del desarme de ETA -como el registrado el pasado jueves- cree que son esenciales. Sin embargo, la unanimidad está lejos de alcanzarse. Los populares insisten en que la imagen de Arnaldo Otegi junto a Rafael Romero (PSE) y Andoni Ortuzar (PNV) y Podemos, “es la imagen de la vergüenza”. Arrieta, sin embargo, cree que hará falta más tiempo, “es un primer paso”.
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