El tiempo sigue pasando sin dejar rastro, sin dar noticias. A casi todos se los llevó la guerra, a los que sobrevivieron lo hizo la represión posterior. Fusilados, torturados, eliminados y condenados al olvido de sus descendientes. Desde entonces reposan en una cuneta, en un descampado o quién sabe dónde. Sus familias acumulan décadas de búsqueda sin resultados. La iniciaron sus hermanos, la legaron sus hijos, y la continúan ahora sus nietos. El tiempo corre y corre y siempre en su contra. Más de 120.000 familias desconocen en España qué fue de sus muertos.
Pero hoy, 80 años después de la Guerra Civil, también hay muertos que buscan a sus familias. Son los restos que nadie reclama. Reposan en el único banco de ADN de restos de víctimas de la Guerra Civil de España y que busca a 200 familias para poder entregarles los restos de sus familiares encontrados en fosas olvidadas. Huesos con perfil genético identificado pero sin familia conocida con la que poder contrastarlo y, en su caso, entregarlo para descansar por fin con los suyos.
Es la esperanza que tiene Martín Laguardia, un hombre de 87 años cuyo caso representa como pocos el contexto en el que se está llevando esta labor. Esta semana Martín ha decidido revelar lo que vivió con sólo 7 años y que hasta ahora no había contado a nadie, ni siquiera a sus hijos. Ocurrió en una ladera entre las localidades navarras de Burutain y Ostiz un domingo de 1938. Tras la salida de misa, el párroco, junto con parte del pueblo, llevó a los niños a presenciar el fusilamiento de los hombres que tres días antes habían sido apresados cuando intentaban escapar a Francia.
Aquel recuerdo nunca se le borró, siempre le atormentó. Se lo ha guardado hasta ahora, cuando a su avanzada edad ha sido capaz de relatar a la Sociedad de Ciencias Aranzadi lo sucedido y señalar el punto preciso donde sucedió. Ya han sido encontrados siete cuerpos. Ahora sólo restará localizar a sus familias.
Biomics busca a 200 familias para poder entregarles los restos de víctimas cuyo rastro genético ha identificado
En el País Vasco trabaja el único banco especializado en identificar restos de víctimas de los años de represión franquista. En él se analizan los restos óseos rescatados en las exhumaciones llevadas a cabo por su equipo de profesionales desde 2007 en distintas zonas de España en decenas de fosas levantadas en Burgos, Soria, Galicia, Salamanca, Navarra, Mallorca o País Vasco, entre otros. En total, en estos años se han logrado recuperar los restos óseos de 364 personas, represaliados por las tropas leales a Franco y que fueron enterrados sin que sus familiares fueran informados.
El equipo de investigación Biomics, perteneciente a la Universidad del País Vasco (UPV), está liderado por la catedrática de Biología Celular, Marian Martínez de Pancorbo. Biomics, junto con el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos, Gogora, promovido por el Gobierno vasco, ha lanzado una campaña para buscar familiares con los que cruzar el rastro genético de los restos óseos de los dos centenares de personas represaliadas cuyo ADN han podido ser identificado y a los que sólo resta encontrar sus vínculos familiares. “Se trata de ver si podemos recabar su ADN y cuadrarlo con el de los restos que tenemos”, asegura Martínez de Pancorbo.
Hasta el momento, de los 364 restos rescatados en las distintas exhumaciones realizadas se ha podido acreditar que corresponden a 332 familias diferentes. Sólo en 90 casos ha sido posible identificarlos y cuadrarlos con familiares que buscaban a un ser querido y de los que había constancia pero existen otros 164 restos óseos, con perfil genético identificado, pero sin familiares con los que asociarlos. A ellos se suman los restos de otras 110 personas en proceso de análisis en el Banco de ADN de Biomics pero que en muchos casos tampoco será posible establecer relación familiar.
2.000 fosas de represaliados
Hace una década la Fundación Aranzadi comenzó a poner en marcha intervenciones en distintas zonas en busca de familiares de personas que buscaban recuperar los restos de sus seres queridos. Se trataba de personas represaliadas durante la contienda bélica y los primeros años del franquismo y cuyo paradero desconocían. En este tiempo el equipo de investigación Biomics de la UPV ha procedido a realizar 33 exhumaciones de fosas en distintos puntos del Estado.
Son sólo una pequeña parte de las alrededor de 2.000 fosas que se estima que puede haber dispersas por toda la geografía española. Se trata en la mayoría de los casos de enterramientos de pequeños grupos, de menos de una decena de fusilados, si bien en algunos casos se ha llegado a localizar fosas comunes con los restos de más de un centenar de represaliados.
Sucedió en el caso de La Pedraja, en Burgos, cuando el equipo de Biomics, en colaboración con Aranzadi, localizó dos fosas en las que habían sido enterradas 135 personas fusiladas después de la Guerra Civil. La segunda de las fosas con más cuerpos se ubicó también en Burgos, en Loma de Montija, con 21 personas enterradas, y tras ella, la hallada en la localidad Navarra de Urzante, con 21 fusilados.
Ultima una herramienta para cruzar indicadores genéticos de restos identificados y familias
Martínez de Pancorbo hace un llamamiento para que las personas que buscan a un familiar represaliado durante el franquismo y que crea que puede haber sido enterrado en la zona norte del Estado se ponga en contacto con ellos. Buscan cuadrar el ADN de esos familiares no sólo con los de los restos que han podido identificar sino también con el fin de poder crear un registro de ADN a futuro que permita agilizar el proceso ante futuras exhumaciones.
Más aún, Biomics trabaja ya con la puesta en marcha de una aplicación móvil que permitiría llevar a cabo este cruce de información de modo casi inmediato y de modo muy sencillo. “Hemos creado una herramienta que es un buscador de ADN. Es una aplicación web que de modo muy sencillo y a través del teléfono móvil las personas que tengan hecho un perfil genético y que busquen a un familiar desaparecido en aquellos años puedan, introduciendo determinados marcadores, poder comprobar si está entre los restos que hasta el momento hemos localizado”.
Por ahora la aplicación está a la espera de poder contar con las autorizaciones de todos los organismos responsables de las exhumaciones para poder ser puesta a disposición pública. Uno de los principales enemigos en esta búsqueda de familiares es el tiempo. Han transcurrido ya 80 años desde la guerra y son decenas de miles las familias que aún desconocen qué fue de su padre, de su hermano o su abuelo.
La desaparición de las generaciones que vivieron la contienda supone también en muchos casos la pérdida de información valiosa sobre dónde puede estar enterrado un familiar o las circunstancias que le rodearon y permitan localizar con más precisión un posible lugar de enterramiento. “Nos hemos encontrado con muchas personas mayores que toda su ilusión era recuperar a un hermano, a su padre, etc. A medida que pasan los años, la gente se vuelve más sensible con esos familiares que perdió y quiere recuperarlos. En algunos casos llegamos tarde. Ha habido ocasiones en las que hemos ido a comunicar que por fin habíamos identificado el resto y que podíamos darle la noticia de que correspondía con el de su familiar, y la persona que lo buscaba acababa de fallecer. Es triste”.
"Esto acaba de empezar"
Martínez de Pancorbo afirma que la especialización que ha ido adquiriendo Biomics en este ámbito les ha convertido en un referente para otras partes del Estado. Si inicialmente los requerimientos se hicieron desde la Fundación Aranzadi, hoy en día les llegan restos de otras muchas exhumaciones. “Estamos muy volcados con este objetivo. Cada vez que logramos una identificación aquí lo celebramos, ‘¡ya tenemos otro!’. Lograrlo no es sencillo”. Con cada identificación se emite un informe detallado.
El proceso es complejo. Tras la investigación previa que precede a cualquier exhumación donde exista constancia fehaciente de que allí puede haber personas enterradas, se pone en marcha un trabajo de identificación. Es habitual que a las personas del entorno se les tomen muestras de saliva para buscar vínculos familiares en la zona. No siempre se logra: “Muchas veces se cree que un familiar está enterrado en una zona y no es así. Nos solemos basar en actas, en documentación, pero eso no significa que necesariamente el fusilamiento de una persona se haya producido en ese lugar”.
Localizaciones que en no pocos casos será ya imposible hacer. “La gente cree que las fosas están en descampados pero no siempre es así. Hay casos en los que los restos se recuperaron y se llevaron al Valle de los Caídos pero otras fosas no y actualmente por encima pasan autopistas, edificios, etc. Se han encontrado fosas de la Guerra Civil en jardines de casas particulares…”, apunta.
Ha habido casos en los que, tras lograr cuadrar la identificación, el solicitante había fallecido"
A todo ello se les suma la complejidad que supone la necesidad de buscar vínculos genéticos entre los sucesores. “Cuanto antes se tomen las muestras mejor, a medida que van pasando las generaciones se complica. Buscamos si tuvo hijos, o en su caso si localizamos a un nieto. También están los casos en los que murieron sin dejar hijos. El análisis es más sencillo si se hace por la línea paterna. Hay que comprobar si comparten el cromosoma Y. En ese caso valdría con localizar incluso un sobrinonieto. En estos casos hay muchas posibilidades de identificación. De no haber herederos varones lo tenemos que hacer a través de la vía materna a través del ADN mitocondrial”.
Se trata de análisis que además de ser complejos tienen un coste económico. Obtener un perfil genético ronda los 120 euros y el análisis de unos restos puede alcanzar hasta los 600 euros. Ambos son necesarios para poder cruzar los marcadores que permitan determinar si familia y restos están relacionados. El Gobierno vasco, a través del instituto Gogora, ha activado un plan por el que se financia la obtención del perfil genético.
La catedrática en Biología Celular no duda en asegurar que por ahora nos encontramos en una fase muy inicial del proceso de recuperación de represaliados del franquismo. “Esto acaba de empezar”, apunta. Afirma que muestra de ello es que en España no exista un banco de ADN similar al que ellos están conformando y en el que han registrado los restos de 364 personas por el momento.
Una iniciativa que en algunas otras Comunidades Autónomas se ha comenzado a estudiar, como es el caso de Navarra, y que permitiría disponer de una información muy valiosa. “España es uno de los países con el nivel de identificación más bajo del mundo en este tipo de conflictos”, apunta. Por ahora, Biomics trabaja con Cruz Roja Internacional para evaluar qué posibilidades se podrían poner en marcha para dar pasos que permitan agilizar estos procesos de identificación.
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