El juez Giovanni Falcone tenía que morir. Había conseguido la condena de casi 500 mafiosos a 2.665 años de cárcel en el maxiproceso de Palermo, que se celebró desde 1986 hasta el 1992. La cúpula de Cosa Nostra estaba enfadada porque, por primera vez, las sentencias no se habían “arreglado” en apelación. Falcone tenía que pagar. Por aquel entonces, el juez ya había cambiado el tribunal de Palermo por el Ministerio de Justicia de Roma, donde estaba trabajando en la creación de una Audiencia Nacional Antimafia.
“Les volaremos los huevos”. Ese fue el mensaje que recogió una llamada interceptada pocos días antes del atentado. El sábado 23 de mayo de 1992 el juez llegó a Palermo en un vuelo de Estado. A las 17.56 horas el convoy de tres coches blindado se acercó a la línea que marcaba el kilómetro cinco de la autovía de Capaci. Era la señal para los encargados de activar los 572 kilos de explosivos escondidos en un túnel bajo la carretera.
La bomba arrolló al primer coche; lo lanzó a cinco metros de distancia. El segundo vehículo, donde viajaba Falcone, fue investido por los escombros. El juez murió pocas horas después en el Hospital Cívico de Palermo. El attentatuni (el gran atentado en siciliano) se llevó la vida de Giovanni Falcone, de su mujer, de la magistrada Francesca Morvillo y de tres agentes de su escolta.
Palermo como Beirut, Italia como Colombia
Palermo como Beirut, Italia como Colombia, escribían los periódicos de entonces. La violencia de la mafia despertó por un momento la adormilada política italiana, que llevaba un mes retrasando la elección del Presidente de la República.
No duró mucho. Menos de dos meses después, el 19 de julio, la mafia volvió matar. Un coche bomba de nuevo. Otro juez. El considerado heredero de Falcone, Paolo Borsellino. El más preparado para liderar la recién nacida Audiencia Nacional Antimafia. Murió mientras visitaba la casa de su madre.
El 15 de enero de 1993, los Carabinieri detuvieron a Totò Riina, el capo dei capi, el jefe de Cosa Nostra. La mafia respondió con una serie de atentados contra el patrimonio artístico: los Uffizi de Florencia, la basílica de San Juan de Letrán en Roma, el Pabellón de Arte Contemporánea de Milán.
Atentados y negociación
“Después de la muerte de Falcone Italia fue obligada a reaccionar”. Antonio Nicaso es profesor de Historia de la mafia en la Queens University de Toronto y conoció a Falcone en los años ochenta. Cuenta que después de la muerte del juez, Italia estaba a punto de dar el golpe final a Cosa Nostra. Sin embargo, de repente, todo se paró. “Hoy sabemos que ha habido una negociación entre sectores del Estado y la cúpula mafiosa. Una relación que se sigue investigando: muchos se sorprenden, pero la historia de la mafia es una historia de diálogo y complicidad, no sólo de violencia", dice Nicaso. A cambio de la paz, el nuevo capo dei capi, Bernardo Provenzano pedía que se retiraran las duras leyes aprobadas por el parlamento para combatir Cosa Nostra.
Después de veinticinco años todavía no se conoce la verdad. Sobre la matanza de Capaci se han celebrado dos procesos. Sobre la muerte de Borsellino, cuatro. El juicio sobre la “negociación” todavía no se ha cerrado. Rosi Bindi, Presidenta de la Comisión Antimafia del Parlamento italiano, admite que es difícil encontrar nuevos elementos de prueba después de tanto tiempo. “La relación entre mafia y política ha cambiado. Hoy la política es más débil y la mafia prefiere establecer vínculos directamente con el poder económico”, dice esta exponente del Partido Democrático. “La internacionalización de la mafia prescinde de los apoyos políticos. Estrecha relaciones directamente con emprendedores, financieros y banqueros porque sabe que la política cuenta menos”, dice Bindi. Pero el objetivo es siempre el mismo: dinero y poder.
La crisis del ‘anti-mafia’
La muerte de Falcone y Borsellino provocó una gran indignación en la sociedad italiana. Nacieron las primeras asociaciones anti-mafia. Entre ellas, Addio Pizzo, que luchó para que los pequeños comerciantes dejaran de pagar para obtener la protección. O Libera, que gestiona con fines sociales los bienes secuestrados a Cosa Nostra. Según don Ciotti, sacerdote y fundador de Libera, la mafia ha entendido la globalización y ha sabido aprovecharse de ella. Ha conseguido infiltrarse incluso en las mismas organizaciones que habían nacido para combatirla. “Hoy se mira a la palabra anti-mafia con sospechas porque ha sido utilizada como paraguas para negocios ilícitos”.
El mismo Ciotti ha tenido que expulsar de la red asociativa a personas y estructuras que ya no tenían los requisitos para formar parte de Libera. “La mafia no mata tanto, pero el número de personas a las que quita la esperanza de un futuro digno sigue aumentando”, afirma el sacerdote. Según Nicaso la mafia mata menos porque no necesita hacerlo. “La política responde sólo cuando hay alarma social”. Italia, por ejemplo, no ha conseguido extender a todo el territorio europeo el reato de asociación mafiosa, que permitió a Falcone llevar a cabo el maxiproceso.
La mafia en España
Una contradicción que choca con la expansión internacional de la criminalidad mafiosa. Para la Presidenta Bindi, España ocupa un lugar central en esta red por ser el lugar donde se produce el intercambio de la cocaína de América del Sur y del hachís de Marruecos. Es sobretodo la ‘Ndrangheta, la rama mafiosa que procede de Calabria, que ha instalado sus intereses en la península. Reconoce que la colaboración, a la hora de detener mafiosos, es excelente. Pero dice haber vuelto preocupada de los encuentros con jueces, fiscales y políticos españoles: “No quieren admitir que sólo gracias a una extendida complicidad local la criminalidad organizada ha podido expandirse en España”. Una negación que no le sorprende porque durante mucho tiempo se negó que la mafia existiera en la misma Sicilia.
Combatir la mafia será cada vez más difícil si los medios y el cine siguen transformando a los criminales en personajes shakesperianos. Nicasio ha dedicado un libro a este tema y cree que se están contando sólo desde “la perspectiva del mal, transformando los que la combaten en caballeros solitarios destinados a la derrota y a la muerte”, apunta. De Narcos a Crematorio, la violencia criminal está de moda. “Habría que contar las mafias como son, muchos menos novelescas. Se les otorga una supuesta potencia absoluta como si fueran fenómenos irrecuperables”, afirma. Una opinión que Giovanni Falcone probablemente compartiría: la mafia es un hecho humano, escribió en su libro Cosas de Cosa Nostra, y como todo hecho humano, se acabará”.
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