Pedro Sánchez ha hecho historia en el PSOE. Fue el primer secretario general elegido por la militancia en julio de 2014 y dos años después fue expulsado del partido por sus propios barones. Fue vapuleado y traicionado por sus compañeros más cercanos; humillado con todo tipo de consideraciones despreciativas. Fue impelido a no presentarse a las primarias con el lanzamiento de Patxi López y lo intentaron ahogar en un tsunami de avales a favor de Susana Díaz. Pedro Sánchez sobrevió a todo, desafió a todos y confió su destino a la militancia, la misma que le ha vuelto a abrir las puertas de Ferraz con unos nueve puntos de ventaja. Toda una hazaña.
Su victoria ha sido incontestable en Cataluña, Galicia, Valencia y Madrid y, contra pronóstico, también en Extremadura y Castilla La Mancha. Susana Díaz sólo ha ganado en en Andalucía, aunque por menos diferencia que la de avales.
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En 2014, amadrinado por Susana Díaz para hacer frente a Eduardo Madina, Sánchez obtuvo cómodamente 64.116 votos, el 58,67% del censo, frente al diputado vasco, que logró 47.750, un 36,25% y los 19.869 sufragios conseguidos por José Antonio Fernández Tapias, un 15,08%.
Sin escaño, rechazado por los referentes del partido, con un partido roto por la mitad y todo el establishment del país atermorizado por su victoria, Sánchez se impone con un proyecto de izquierdas y la promesa de buscar alianzas con Podemos que permitan al PSOE gobernar. Se trata de conseguir el liderazgo de la izquierda -ése que busca a la desesperada Pablo Iglesias- para conseguir que Podemos deje de intentar acabar con el PSOE y se alíe con él.
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Los temores a esa alianza -azuzados por los propios barones que gobiernan gracias al apoyo de Podemos- no han sido suficientes para frenar el hambre de cambio que Sánchez detectó en la sociedad española. Su olfato funcionó, después de que la rebeldía de unos cuantos le obligaran a salir de casa y visitar Xirivella, Asturias, Dos Hermanas…
Consciente de esa necesidad, Sánchez sólo tuvo que ponerse al frente de una ola de cambio que ha llegado al PSOE sin que sus dirigentes se dieran cuenta. Esa ola lo ha vuelto a situar al frente de la Secretaría General en uno de los momentos más delicados para la socialdemocracia europea y para la gobernabilidad del país.
Entre sus principales retos destaca la consolidación del PSOE como segunda fuerza del país, convertirse en el líder de la oposición y hacer que los ciudadanos vuelvan a ver su proyecto como una alternativa real de Gobierno en un sistema político fragmentado y volátil.
Sánchez asegura tener las recetas para lograrlo y la mayoría de la militancia socialista le ha creído. A partir de mañana tendrá que demostrarlo.
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