Junio de 1967. Pablo VI acaba de ser elegido pontífice; un ya obeso Elvis Presley disfruta de su luna de miel junto a Priscilla Ann en Las Vegas; Sgt. Pepper's de los Beatles sale a la venta y las manifestaciones contra la guerra de Vietnam colapsan las calles de Nueva York y San Francisco.
Mientras, Oriente Próximo está de nuevo al borde de la guerra. La tensión entre Israel y sus vecinos árabes se había ido gestando en los meses anteriores y estalló aquellos primeros días de junio. Todo parece empezar por un error del servicio secreto de la URSS. Moscú advierte a Egipto de que Israel prepara un plan para ocupar los altos del Golán, en Siria. Unas escarpadas colinas que ofrecen una ventaja estratégica incontestable para quien las posea.
Cuando la noticia se revela falsa, la mecha para el conflicto estaba ya encendida. Gamal Nasser, el presidente Egipcio, había comenzado a agrupar tropas en el confín entre el Sinaí e Israel, de donde se había retirado la fuerza de interposición de la ONU.
Nasser, el líder más poderoso de Oriente
Nasser no sólo era el líder del mundo árabe en aquel momento; era el modelo a seguir para todos los países no alineados de África y Asia. Su prestigio era inmenso, como sus ambiciones. Encima de la lista estaba devolver al pueblo palestino su tierra, aunque esto significara la destrucción de Israel.
Desde Tel Aviv se vivía con preocupación la formación de una coalición entre Egipto, Siria y Jordania. La superioridad de las fuerzas árabes hacía temer a los generales judíos un "nuevo holocausto". Israel estaba rodeada por potencias enemigas y cuando Nasser decretó un bloqueo naval para impedir a los buques israelíes entrar en el Golfo Pérsico, el camino hacia la guerra había llegado a su fin.
Un conflicto fundacional
Para el profesor Bernabé López, docente de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, el conflicto de los Seis Días es un conflicto fundacional. Redefinirá los confines de los países implicados, poniendo las bases de los posteriores enfrentamientos. En apenas seis días Israel triplicará su tamaño, incorporando los territorios ocupados de Gaza, Cisjordania y el Golán. “Fue una catastrófica derrota para todo el mundo árabe. Supuso reconocer que un pequeño país podía vencer la coalición de tres grandes naciones”, explica López.
Incluso la actual guerra en Siria, según López, tiene sus orígenes más profundos en este conflicto: “Todas las dictaduras árabes y el permanente estado de excepción se empezaron a justificar por la tensión derivada del conflicto de 1967. Ha sido la gran coartada para la falta de democracia en todo el Oriente Próximo”. Para Egipto supuso también perder la hegemonía económica y política en favor de Arabia Saudí, la nueva potencia regional en ascenso.
Diarios de guerra del vencedor
Lunes 5. Ben Gurion, el hombre que proclamó oficialmente el nacimiento del Estado de Israel el 14 mayo del 1948 escribía en su diario: “Las hostilidades han empezado esta mañana con un ataque aéreo en el sur y por tierra en la franja de Gaza. Creo que es un grave error”. Gurion no es el único en creer que todavía se podía encontrar una solución diplomática para evitar el tercer conflicto con el mundo árabe en apenas veinte años. Sin embargo, en el gobierno de Tel Aviv ganó la línea dura del ministro de Defensa Moshe Dayan, un ex general con aspecto de pirata por el parche negro que cubría su ojo izquierdo.
Antes del amanecer todos los cazas israelíes habían despegado para lanzar un ataque por sorpresa. Tenían que dejar inutilizables las pistas de despegue antes de que los soldados egipcios desayunaran. El bombardeo fue masivo e inesperado: Egipto se estaba preparando para una guerra de trincheras. Los mandos entraron en estado de shock al darse cuenta de que su estrategia se había revelado totalmente equivocada. En pocas horas, el país había perdido 13 bases y 230 aviones. De poco sirvió tener el doble de naves de combate que Israel. La mayoría quedaron en tierra destrozadas por las bombas.
Las hostilidades han empezado esta mañana. Creo que es un grave error"
Martes 6. “A las cuatro de la mañana, justo en la madrugada, nos despertó un grito de sobresalto. Fui corriendo a despertar a los niños y bajamos al refugio”. El rabino Emanuel Feldman se encontraba con su familia cerca de Tel Aviv durante la guerra. “No hay leche, sólo hay un poco de pan y las tiendas no abrirán. De alguna manera sobreviviremos”, cuenta en sus diarios. Aquella mañana, el segundo día de guerra, el grueso del Tzahal, el ejército de tierra, rompe las líneas de la defensa egipcia y penetra en el Sinaí y en la Franja de Gaza.
Miércoles 7. En Cisjordania, la resistencia de las fuerzas de Jordania fue testimonial. El rey Hussein sabía que sus soldados estaban mal equipados y mal entrenados. A pesar de esto quiso ser fiel a la palabra dada a Nasser y ordenó que se atacara a las tropas israelíes. Jerusalén capituló en dos días.
“Esta mañana las Fuerzas de Defensa de Israel han liberado Jerusalén. La dividida capital de Israel está de nuevo unida. Hemos recuperado el más sagrado de los lugares santos, del que nunca nos separaremos”. Con estas palabras, desde el Muro de las Lamentaciones, el ministro de Defensa Moshe Dayan anunció el logro más importante desde el nacimiento del Estado judío en 1948.
Viernes 9. Conquistado el Sinaí, la Franja de Gaza y Cisjordania, Israel pudo concentrar todas sus fuerzas en los altos del Golán. “Fue un ascenso terrorífico, había olor a quemado por todos lados, olor a personas quemadas… vimos los cuerpos de nuestros hombres… fue una batalla brutal”, escribió el soldado Haim Brom.
Al mismo tiempo, en la ciudad de El Cairo, el presidente Nasser admitía la derrota con un discurso al pueblo egipcio: “No podemos ocultar que nos enfrentamos a un grave retroceso [...] pero por prolongados que sean los sacrificios y los contratiempos, el camino de la victoria es cierto e inevitable”. El mismo día Nasser anunció su dimisión, pero las protestas de la calle para que se quedara le obligaron a permanecer al mando.
Sábado 10. El judío americano Sigmund Fried había llegado con un avión desde Nueva York para unirse como voluntario a la defensa de Israel. Fue enviado, cerca del lago de Tiberíades, al lado del frente de batalla. “Por la tarde subí a la torre del agua. Pedí a un soldado que me dejara sus prismáticos. Pude ver los combates en Siria. Los tanques apenas se distinguían. Un grupo de aviones volaba en círculo y, de repente, de uno salió una columna de humo negro. Las posiciones de la artillería siria habían dejado de disparar”. La avanzada de las fuerzas israelíes terminó con la puesta a salvo de los altos del Golán. Siria pierde un punto estratégico. El 11 de junio se firmó el cese de las hostilidades.
Más allá del cuento heroico
“En Egipto los medios de comunicación transmitían una imagen falsa de lo que estaba pasando”. Así recuerda aquellos días de junio Soha Abboud, profesora titular de literatura árabe de la Universidad Complutense de Madrid. Era una niña cuando estalló la guerra. “Anunciaban que estábamos ganando cuando en realidad era una derrota”. Recuerda el miedo que se vivía incluso en El Cairo, a cientos de kilómetros del frente. El toque de queda, las ventanas pintadas de azul y sujetas con papel de plástico. “Nadie nos había preparado, se vivía mucho miedo”.
Anunciaban que estábamos ganando cuando en realidad era una derrota
La derrota dejó una huella profunda en la sociedad egipcia y en todo el mundo árabe. “Una amargura que se refleja en el mundo intelectual y literario y que todavía no ha terminado”, dice. Es el escritor Naguib Mahfuz la voz más reconocida de esta amargura a través de relatos como Bajo el refugio y Amor en la lluvia, que cuentan cómo vivieron la guerra los egipcios.
En Israel, el triunfalismo de la victoria ocultó todas las voces críticas. Entre ellas estaba un joven Amos Oz. En los días posteriores a la guerra, el escritor y un grupo de voluntarios entrevistaron a protagonistas del conflicto. Horas y horas de grabaciones que chocaban con el relato heroico de la propaganda israelí. Las cintas fueron censuradas y quedaron ocultas hasta 2015, cuando se publicó el documental “Censored voices”.
Israel censuró las voces críticas de los veteranos de guerra durante décadas
En Six-Day War: The Breaking of Middle East (La guerra de los seis días: la ruptura de Oriente Próximo), el investigador de la Universidad Hebrea de Jerusalén Guy Laron, intenta arrojar luz sobre el papel de las élites militares en ambos bandos a la hora de desencadenar el conflicto. Según Laron, ni Nasser ni el presidente judío Levi Eshkol querían la guerra. Pero en ambos casos sucumbieron a las presiones de sus respectivos generales. El mariscal Hakim Amer quería demostrar la superioridad de su ejército sobre los judíos. El comandante en jefe israelí, Isaac Rabin, desconfiaba de la labor de la diplomacia y quería aprovechar la ocasión para aniquilar la amenaza árabe. Se trata del mismo Rabin que en 1993 firmó los acuerdos de paz de Oslo con el líder palestino Yasser Arafat.
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