El lugar está tan desierto como se le supone a un cementerio musulmán bajo el sol del Ramadán. El único parroquiano sentado a la sombra de la mezquita no tiene ni idea de dónde descansan los restos de los marroquíes que lucharon por Franco en la Guerra Civil. "Pregúntale al jefe". El jefe, que se afana en mantener en orden el único cementerio musulmán de la Comunidad de Madrid, en pleno centro de Griñón, sí sabe lo que buscamos. Nos guía entre lápidas sencillas, todas con inscripción árabe y casi todas, menos las más recientes, sin losa ni nada más que tierra sobre los cuerpos. "Aquí están", dice cuando llegamos al rincón, "no todos...pero los que se encontraron". Apilados en una fosa común, reclamados por nadie, sin más distinción que la que se aprecia en la imagen sobre estas líneas, yacen los cuerpos de parte de los moros de Franco muertos, "como chinches", en las batallas de Brunete y de Ciudad Universitaria. El pelotón al que más lujos prometió el dictador durante la contienda y al que más traicionó después. Restos militares, 1936-1939.
Los restos de la Guardia Mora de Franco no sólo son estos huesos. También el recuerdo de su barbarie, protagonista según ambos bandos de los capítulos más oscuros de la funesta Guerra Civil. Los cerca de 100.000 adolescentes y jóvenes reclutados por Franco en los territorios del Protectorado arrasaron pueblos y se dedicaron sistemáticamente al saqueo y al pillaje, pero se les atribuyen más cosas: decapitaciones, amputaciones, violaciones...
En la nebulosa de la propaganda de guerra, nacionales y republicanos coincidieron en pintar a los Regulares como a bárbaros. Dolores Ibárruri dijo de ellos que eran "morisma salvaje, borracha de sensualidad, que se vierte en horrendas violaciones de nuestras muchachas en los pueblos que han sido hollados por la pezuña fascista". Queipo de Llano convenía a su estilo con La Pasionaria, convirtiendo el horror en cuestionable virtud: "Nuestros bravos Regulares han enseñado a los cobardes rojos lo que significa ser hombre. También a sus mujeres. Después de todo, a estas comunistas y anarquistas les ha hecho bien adoptar la doctrina del amor libre y ahora conocerán por lo menos a hombres verdaderos, y no a esos milicianos maricas".
Franco utilizó a su favor el terror, alentado por la propia propaganda de ambos bandos, que generaban los Regulares captados en Xauen, Alhucemas, Tetuán, Nador, Ifni... Fueron una figura casi mitológica durante el conflicto. Las coplas populares republicanas les mencionaban (Los moros que trajo Franco en Madrid quieren entrar, mientras queden milicianos, los moros no pasarán) y los jóvenes nacionales les gritaban vivas cuando con su ayuda cayeron plazas decisivas como Oviedo o la propia Madrid. A aquellos marroquíes que combatían principalmente por dinero, Franco trató de retenerles prometiendo más: "Cuando florezcan los rosales de la victoria, nosotros os entregaremos las mejores flores. Valientes soldados marroquíes, os prometo que cuando acabe la contienda a los mutilados les daré un bastón de oro".
Los restos de la Guardia Mora viven también en la traición del Generalísimo, que se quedó con un puñado de ellos como guardia personal montada. El resto volvieron al Protectorado, formaron familias en España o se integraron en las Fuerzas Armadas Reales Marroquíes. Cuando Marruecos se independizó en 1956, España no dio más de tres meses para reclamar la nacionalidad a los habitantes de las provincias, sin publicidad y casi a hurtadillas. Buena parte de la población no se enteró y firmó entonces la sentencia de su miseria: fue el caso de las viudas y los huérfanos de los Regulares que defendieron primero al bando sublevado y a la España triunfadora tras el golpe. Quedaron entonces sin derecho a la pensión que sí recibían las esposas y huérfanos del resto de soldados que combatieron junto a Franco y que deberían percibir, según el reglamento de Clases Pasivas, todos los familiares directos de fallecidos durante la Guerra en ambos bandos, sea cual sea su nacionalidad.
Esta situación la retrata bien Las viudas de Ifni, el cortometraje documental de Pacheco Iborra y Pedro Palacios nominado al Goya en el año 2013. Una sucesión de mujeres condenadas a la nada, presas de la muerte de sus esposos en una contienda lejana y ajenas a la ideología del bando que los reclamó. En Ifni, entre jornadas interminables de recogida de mejillón, una de ellas retrata su vida: "Cuando España se fue no pensó en nuestros hombres, que estuvieron en primera línea en la Guerra Civil. Sacrificaron su salud y su juventud, pero se olvidaron de nosotros. Nos dejaron muriendo de hambre en la calle, a nosotros y a nuestros hijos".
La pregunta emerge cuando se atiende año tras año a la letra pequeña de los Presupuestos Generales del Estado, sobre la que esta semana puso la lupa El Independiente. ¿Por qué, si Franco les dio la patada y las viudas de los Regulares se sienten desamparadas, España ha presupuestado 7,2 millones de euros para pagar sus pensiones en los últimos años? La respuesta está en la Ley 172/1965, dictada el 21 diciembre de aquel año por el gobierno franquista para regular "la situación del personal marroquí que sirvió en el Ejército español, de los familiares de marroquíes muertos en campaña y de los pertenecientes a Fuerzas Mahzen". Desde entonces se regulan también las prestaciones que reciben quienes se integraron en la Agrupación de Tropas Nómadas y la Policía Territorial del Sáhara.
"Desaparecidas las circunstancias que, en su día, aconsejaron la recluta y encuadramiento de este personal en las Unidades de nuestro Ejército, España no puede olvidar su destacada actuación en las Campañas de África y la Guerra de Liberación y los meritorios servicios prestados al Ejército", arrancaba el texto que detallaba la cuantía de las pensiones que, "con la tradicional generosidad del Estado Español", debían solucionar las vidas de aquellas familias.
500 pesetas al mes para los oficiales retirados, casados y sin hijos. 1.000 pesetas al mes para los casados con hijos. 3.500 pesetas por año de servicio para los jefes de las Fuerzas Mahzen; hasta 3.000 para los capitanes; y de 750 a 2.250 para las tropas, desde soldados hasta sargentos. De un solo pago. A los retirados marroquíes se les concedían 750 pesetas mensuales y a las viudas y huérfanos de los Regulares, 500. Todos ellos tenían derecho a dos pagas extraordinarias al año, del mismo importe: una el 18 de julio y otra en la Pascua de Aid-El-Kebir. Por comparar, el Salario Mínimo Interprofesional en España en 1967 era de 2.880 pesetas mensuales. Las pensiones eran, por tanto, especialmente generosas para aquellos que habían vuelto a Marruecos.
La trampa está en que la ley tenía un carácter finalista y, más aún, en que no se ha tocado desde su mínima modificación de 1966. Las cuantías, 50 años más tarde, siguen siendo las mismas excepto para los que han acudido a los tribunales, y muchas de las viudas que no accedieron a la nacionalidad ni siquiera han podido cobrarlas. A día de hoy, en las pagadurías de Tánger y Agadir sigue habiendo viudas y huérfanos de combatientes jubilados que se desplazan kilómetros para cobrar, una vez al mes, apenas 4,5 euros.
El caso es que todavía son muchos, especialmente considerando que incluso los más jóvenes de los Regulares, que se podrían haber integrado en el cuerpo de Tropas Indígenas con 14 años en 1936, tendrían hoy 95. De ahí para arriba. Por eso la curva descendente es inevitablemente imparable. En el año 2010 se dedicó a esta partida 11,7 millones de euros, a repartir entre 31.958 personas. En 2016 esa cantidad se había reducido hasta 9,2 millones, dos por encima de lo reservado para este ejercicio.
El descenso se adapta a las circunstancias cambiantes y a la elasticidad de la demanda de estas pensiones. Hay dinero que se queda sin ejecutar y se pierde en un limbo variopinto: gente que renuncia a realizar trayectos largos para una cuantía tan escasa, otra que desconoce que le corresponde y otra que muere durante el período en el que debería cobrarla. La tendencia lógica es que esta partida, asignada al apartado 211O del capítulo de Clases Pasivas de los PGE, termine muriendo sola. Así lo resumía uno de los abogados que participaron en el documental Las viudas de Ifni y que se han dedicado durante los últimos años a aconsejar a estas mujeres: "La voluntad política no existe porque el asunto tiene fecha de caducidad. Cuando fallezcan los jubilados y las viudas, se terminó el problema".
Un problema con especial impacto en las ciudades autónomas de Melilla y Ceuta, donde se aprobó en abril de 2016 un grupo de trabajo específico para abordar la situación de estos grupos con perspectiva de trasladarla al Congreso. Una decisión unánime, respaldada por todos los integrantes de la Asamblea municipal: PP, PSOE, Ciudadanos, la Coalición Caballas y el Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía, liderado por la primera mujer musulmana en presidir un grupo parlamentario en España, Fátima Hamed.
Hamed coincidió con la portavoz del PP, Susana Román, para señalar que 77 años después del final de la Guerra Civil el asunto no era ya "cuestión de ideologías". Román asumió que el Estado "tiene un débito moral que saldar" con ese colectivo "fuese cual fuese el bando con el que luchó", mientras Hamed afeó que "ningún Gobierno de España ha hecho nada al respecto a pesar del esfuerzo que todos los comandantes generales al mando de las Fuerzas Armadas en la ciudad han realizado para que se vieran reconocidos sus derechos a percibir unas pensiones dignas como todos los que han servido a España".
"Para nosotros hay tres pilares a solucionar: si esas pensiones pertenecen a clases pasivas; si son o no transmisibles; y si son actualizables", detalló la líder de la formación de izquierdas, que insistió en comparar el abandono español con situaciones equiparables en otros países de Europa. Y es que en esto, España no es una rareza a nivel internacional. Ni en el pago, ni en las críticas. Sin ir más lejos, Alemania sigue financiando a día de hoy pensiones para los oficiales que sirvieron en el III Reich, pero no sólo. Año tras año, continúa presupuestando cantidades destinadas tanto a los ex combatientes españoles de la División Azul como para sus viudas y huérfanos, e incluso para los colaboracionistas belgas que contribuyeron con el nazismo antes y durante la Segunda Guerra Mundial.
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