Es un outsider empotrado en un partido tradicional, el Partido Laborista británico. Un camarada contracorriente que ha votado más de 500 veces contra los postulados de su grupo en el Parlamento. Jeremy Corbyn, de 68 años, ha resucitado en esta campaña electoral con el objetivo de acabar con siete años de austeridad y construir un Reino Unido “para muchos, no para unos pocos”.
Nadie esperaba en septiembre de 2015 que Corbyn se aupara con el liderazgo del partido al que Tony Blair había conducido por la Tercera Vía. Es un rebelde con mil causas a quien ni siquiera sus correligionarios veían posibilidades de acercarse al 10 de Downing Street. Después de una campaña convulsa, alterada por dos atentados en Manchester y Londres, se ha ganado su papel como rival de la primera ministra, Theresa May.
El mejor golpe de efecto lo ha logrado al defender un programa de izquierdas que aboga por renacionalizaciones de servicios públicos muy deteriorados, como correos o ferrocarriles, supresión progresiva de tasas universitarias, y en suma un cambio en la distribución de la riqueza.
Supone inversiones millonarias que los conservadores descalifican como utópicas pero es muy del gusto de un electorado que ve en riesgo el estado del bienestar. Incluso intelectuales antes críticos como Owen Jones han saludado el manifiesto como un plan para la izquierda británica y europea.
Cuando May convocó las elecciones, en abril pasado, los laboristas estaban más 20 de puntos por debajo de los conservadores y Corbyn parecía un líder en cuidados intensivos. Logró contra pronóstico en 2015 ser elegido líder, gracias al cambio en el sistema de votación. Al dar entrada a los simpatizantes, Corbyn, que destila una integridad fuera de lo común en política, se impuso sorprendentemente. Los parlamentarios laboristas se quedaron en shock.
Después del Brexit, al que Corbyn se opuso tímidamente le plantearon una moción de censura en el partido, que perdió, pero los militantes acudieron a su rescate. En 2015 no parecía Corbyn muy convencido de su liderazgo pero el paso del tiempo le convenció de que necesitaba tiempo para llevar a cabo el proyecto de reciclaje laborista, una vuelta a sus orígenes frente al social-liberalismo de Blair y Brown.
Se trata de recuperar el alma del laborismo. Nuestros valores fundamentales, perdidos por una gestión tecnocrática", dice Hain
Según explicaba el ex ministro laborista de Trabajo Peter Hain a The Guardian, “se trata de recuperar el alma del laborismo. Nuestros valores fundamentales, nuestro sentido de la justicia, y la fe en la igualdad, la democracia y los derechos humanos. Los hemos perdido con una gestión tecnocrática en los últimos 20 años”.
El discurso de Corbyn, que no es un gran orador como lo era su mentor Tony Benn, encuentra eco entre los más jóvenes. Más de un 70% de los menores de 25 años se inclinan a votar por los laboristas. Lo más dudoso es si realmente acudirán a las urnas. De Corbyn, que lleva barba desde los 18 y es vegetariano, les convence su autenticidad.
Retratado como un excéntrico, a quien muchos de los suyos ni ven ni desean ver al frente del gobierno, se ha visto favorecido por esa imagen tan destructiva. “De tanto demonizarle se produce el efecto contrario porque la gente ha visto que no es el diablo en persona y hay que reconocer que tiene un gran poder de convocatoria”, afirma Martin M. Roberts, ex corresponsal de Reuters en España.
Hasta los más críticos le reconocen su habilidad para haber sabido llevar el debate en esta campaña al tema que preocupa a los británicos y que fue la causa del Brexit: el empobrecimiento progresivo de una gran parte de la población. Por esta razón se ha declarado dispuesto “a luchar hasta el final” en estas inesperadas elecciones.
Su vida está ligada desde sus orígenes a la lucha de la izquierda. Sus padres, ingeniero y profesora de matemáticas, se conocieron en una concentración en solidaridad con los republicanos y contra Franco. Laborista desde su época escolar, a los 15 años se unió a la Campaña por el Desarme Nuclear. A los 18 se fue de voluntario a Jamaica, una experiencia que recuerda como “increíble”. Ya le llamaban entonces “el barbudo”.
Carece de formación universitaria, pero es un autodidacta de amplia cultura con gran interés por los autores latinoamericanos a los que lee en español. “Como no he ido a la universidad, nunca tuve esa clase de sentimiento de superioridad que algunos poseen. La vida es así. Muchas de las personas sabias que he conocido estaban en la calle”, explicaba a Red Pepper Magazine.
Como no he ido a la universidad nunca tuve ese sentimiento de superioridad... Muchas de las personas más sabias que he conocido estaban en la calle"
A los 25 años fue elegido como concejal en el norte de Londres, y nueve años más tarde logró un escaño por Islington norte, un barrio acomodado donde vive modestamente. Ha mantenido desde entonces su puesto en Westminster con resultados cada vez mejores.
A mediados de los ochenta, el laborista Tony Benn, adalid del llamado socialismo democrático, le adoptó como su protegido y comenzó a frecuentar sus tertulias con intelectuales de izquierdas. Según el historiador Robin Blackburn, el objetivo del grupo ya entonces era “renovar la izquierda” y buscar “alternativas políticas serias”.
En aquellos años, justo en 1983 nada más obtener su escaño, invitó a dos ex presos del IRA para hablar en Westminster, apenas dos semanas después del atentado en Brighton en el que el objetivo de la organización terrorista era Margaret Thatcher.
En la campaña ha tenido que responder de esta cercanía al IRA entonces, así como a Hamas y Hezbolá. Su argumento suele ser que para lograr la paz hay que contar con todas las partes en conflicto y reitera su condena a la violencia pero muchos la ven demasiado tímida. También le reprochan de aquella época su defensa del socialismo en Cuba, de la revolución bolivariana de Hugo Chávez, e incluso ahora sus escasas críticas a los abusos de Rusia en Ucrania, por ejemplo.
Dijo que la muerte de Osama bin Laden era “una tragedia”, porque defiende que debería haber sido juzgado. Y criticó duramente a Blair por la intervención en la guerra de Irak. En este caso la historia parece haberle dado la razón y argumentos para defender cómo de aquella intervención hemos llegado ahora a una oleada de terrorismo yihadista en Europa sin precedentes.
No gasto mucho dinero. Llevo una vida normal. No tengo en coche. Voy en bici", afirma presumiendo de austeridad
En su vida personal es austero, hasta casi términos extremos. “No gasto mucho dinero. Llevo una vida normal. No tengo coche. Voy en bici”, confesaba en una entrevista al Guardian. Casado tres veces, su primera esposa, Jane Chapman, profesora universitaria, contaba que en cinco años juntos jamás salieron a cenar fuera de casa. De Corbyn le cautivaron “sus principios”, pero pronto se dio cuenta de que vivía para la política.
Con su segunda esposa, Claudia Bracchita, exiliada chilena, tuvo tres hijos y se separaron por no ponerse de acuerdo entre escuela pública y privada para su primogénito. Ahora vive con una abogada mexicana defensora de derechos humanos, Laura Álvarez, 20 años más joven.
Amante de los animales, del cricket y fan del Arsenal, vencedor contra pronóstico de la Copa FA, sabe que en la política, como en el fútbol, nada está decidido hasta que acaba el partido. Hasta que termina el recuento. Sea como sea, el debate sobre la justicia social está sobre la mesa de nuevo. De modo que Jeremy (Jez) Corbyn ha demostrado, como defienden en su corriente laborista Momentum, que #Jezwecan.
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