Tras las generales del 2015 y el referéndum sobre el Brexit del año pasado, los británicos han vuelto por tercera vez a las urnas en dos años este 8 de junio. La primera ministra, Theresa May, anticipó los comicios porque creía que los tenía ganados de antemano, pero ha perdido la mayoría absoluta con la que los conservadores podían mantenerse en el poder hasta 2020. Un rotundo fracaso a la hora de conseguir un mandato claro para negociar el Brexit.
Los conservadores serán el primer partido en Westminster, pero pierden votos, escaños y la credibilidad de May como líder queda seriamente cuestionada. Los conservadores logran 318 (331, en 2015); los laboristas, 262 (232), tras conseguir el último escaño asignado en Kensington; el SNP escocés, 35 (56); los liberaldemócratas, 12 (8) y los unionistas norirlandeses (DUP), 10 (ocho). El UKIP pierde su único escaño en Westminster y los Verdes obtienen un diputado.
Estos resultados confirman que habrá un hung parliament (parlamento colgado) y los conservadores se verán forzados a buscar aliados para superar esos 326 escaños de la mayoría. Junto a los unionistas norirlandeses del DUP suman 326 diputados. Coinciden ideológicamente y son favorables al Brexit. Los unionistas presionarían para lograr más inversiones y para que se solucione cuanto antes la cuestión irlandesa (Irlanda está en la UE mientras Irlanda del Norte sale) en las negociaciones.
Los laboristas se han mostrado dispuestos a gobernar en minoría, sin pactos con otras formaciones, según ha declarado su número dos, John McDonnell a la BBC. También han asegurado que están listos para negociar el Brexit. El semanario The Economist no descarta que haya nuevas elecciones en breve. La libra saludaba estos datos con un retroceso del 1,9% frente al dólar.
Theresa May, que convocó el 18 de abril elecciones anticipadas con la idea de lograr un mandato masivo a su gestión del Brexit, ha fracasado estrepitosamente y deja las negociaciones en vilo. Es posible que aún no haya gobierno en 10 días cuando comienzan las conversaciones con Bruselas. Y la señal de debilidad de Londres, con May al frente, es evidente.
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El presidente de la Comisión Europea, Donald Tusk, reconocía que no sabía cuándo podría comenzar el proceso, tras estos resultados en el Reino Unido. El negociador de la UE para el Brexit, Michel Barnier, se ha mostrado dispuesto a mostrar flexibilidad con el Reino Unido a la hora de comenzar a hablar sobre el Brexit. "Empezaremos cuando el Reino Unido esté preparado. Nuestra posición y calendario están claros", señaló en su cuenta de Twitter.
El comisario europeo de Presupuesto, Günther Oettinger, afirmaba a la radio alemana que estos resultados dejan al gobierno totalmente dependiente de un Parlamento dividido y añadió que está en cuestión ahora el arranque de las conversaciones del Brexit. Pierre Moscovici, comisario de Asuntos Económicos, subrayaba que el plazo de dos años para fijar las condiciones de la salida de la UE del Reino Unido se mantiene.
Después de reunirse hoy a primera hora con su equipo, la primera ministra comparece a las 11 de la mañana, hora española. Tras lograr su escaño en Maidenhead, aseguró esta madrugada que "en este tiempo, más que ninguna otra cosa, el país necesita estabilidad y si los conservadores han ganado en escaños, y probablemente en votos, van a garantizar la estabilidad".
Las insinuaciones sobre su marcha aumentaron de tono durante la madrugada entre los conservadores. El ex ministro de Finanzas George Osborne insinuó a primera hora de la noche que sin mayoría May debería irse. Osborne añadió que el programa conservador era "uno de los peores de la Historia". Y mencionó a Boris Johnson, ministro de Exteriores y eterno aspirante a primer ministro, dando a entender que es quien espera su caída.
La ex ministra tory Anna Soubry señalaba que May "debería considerar su posición... ha sido una campaña terrible". Uno de los autores del manifiesto conservador, Ben Gummer, perdió su escaño en Ipswich, así como el titular de Vivienda, Gavin Bawell, y estuvo a punto de quedarse fuera también Amber Ruud, la titular de Interior, que representó a May en el debate a siete, al que se negó a asistir.
Los conservadores han perdido escaños, apoyo y confianza. Es suficiente para que se vaya", dice Corbyn a May
El líder laborista, Jeremy Corbyn, que también revalidó su escaño en Islington North, pidió la dimisión de May. "Hemos cambiado la cara de la política británica, la gente ha dicho basta a la austeridad", señaló Corbyn, que partía en abril a más de 20 puntos en los sondeos de los conservadores. "La primera ministra convocó las elecciones porque quería un mandato. El mandato que ha logrado es que los conservadores han perdido escaños, apoyo y confianza", dijo. "Creo que es suficiente para que se vaya", añadió.
Corbyn consigue un éxito reseñable al superar el 40% de los apoyos y 12 millones de votos. No se veía nada igual en el laborismo desde los tiempos de Tony Blair, el adalid de la Tercera Vía. Con un mensaje de marcado carácter social, contrario a los ajustes y defensor de la inversión pública, Corbyn se ha ganado especialmente a los jóvenes británicos, que esta vez sí se han movilizado.
A falta de una decena de escaños para la mayoría absoluta, los tories necesitarían el apoyo de los unionistas (DUP, 10 escaños) de Irlanda del Norte, los más afines, que ya han tendido la mano al partido ganador. Los liberaldemócratas se han desmarcado "de pactos y acuerdos", lo que hace muy complicado que haya una alternativa a los conservadores, a no ser un gobierno en minoría, pendiente de apoyos puntuales. Muy significativa fue la derrota del ex viceprimer ministro, Nick Clegg, que no logró conservar su escaño en Sheffield Hallam. Clegg señaló que el país está "profundamente dividido".
Nick Clegg, ex viceprimer ministro, pierde su escaño y advierte de que el país está "profundamente dividido"
La líder escocesa, Nicola Sturgeon, calificó como "desastrosos" los resultados de May, y trató de quitar hierro a la pérdida de escaños de su formación nacionalista, aún así mayoritaria en Escocia. Ha reconocido que hay que reflexionar sobre un segundo referéndum de independencia. El ex líder nacionalista Alex Salmond no ha logrado conservar su escaño. Sturgeon ha asegurado que está dispuesta a hacer posible que Corbyn sea primer ministro aunque descartó una coalición formal. May amenazaba en la campaña con que la alternativa a su gobierno sería "una coalición del caos".
Fue precisamente Escocia el único lugar donde los conservadores cosecharon avances gracias a su flamante líder Ruth Davidson, que se impuso a Angus Robertson, líder del SNP en Westminster hasta ahora. Los conservadores ven en el estilo de Davidson, más liberal y cercano, una señal por dónde deberían ir a partir de ahora. Gracias a este éxito en Escocia, el desastre de May no fue aún mayor.
Los nacionalistas promotores del Brexit del UKIP han quedado desbancados de Westminster al perder su escaño Paul Nuttall. En 2015 contaron con un 12,6% de los votos y ahora apenas llegan al 2%. Muchos de sus votantes, antes laboristas, han vuelto a su hogar natal. El ex líder Nigel Farage advirtió que "si no llevamos a cabo el Brexit por el que votó la gente, volveré a hacer campaña a tiempo completo" y culpó a May de poner en riesgo el Brexit.
May convocó a las urnas anticipadamente el 18 de abril cuando los sondeos le daban más de 20 puntos de ventaja. De haber esperado, las elecciones habrían sido en 2020. Pero confíaba con una mayoría aún más clara en Westminster, superior a los 331 escaños que logró Cameron en 2015. Perder la mayoría supone una derrota en toda regla que lleva el nombre y apellidos de Theresa May.
Su sueño de ser primera ministra se cumplió gracias a una carambola histórica en julio de 2016. Ahora, una campaña electoral que parecía hecha a su medida se ha transformado en la peor de sus pesadillas. Lejos de Margaret Thatcher, la Dama de Hierro, a quien le gusta emular, May asemeja una esfinge errática, la Dama de Hielo. Thatcher logró arrasar en 1983 con 144 escaños por encima de la mayoría. May quería repetir la hazaña, pero le ha pasado como a Jacques Chirac en 1997.
Contra pronóstico, su contrincante, el líder laborista, Jeremy Corbyn, se ha crecido día a día en la campaña. Logra superar ampliamente los 232 escaños que tuvo Ed Miliband en 2015, lo que sería un éxito contundente. Corbyn es un outsider empotrado en un partido tradicional, el Partido Laborista británico. A sus 68 años, ha resucitado para sorpresa de muchos con el objetivo de acabar con siete años de austeridad y construir un Reino Unido “para muchos, no para unos pocos”.
Son casi 47 millones de británicos los que estaban convocados a decidir quién se haría cargo del Brexit y de la lucha contra la amenaza yihadista. Aunque la primera ministra ha planteado la elección en términos presidencialistas, en realidad se elige a los representantes de 650 circunscripciones. Es cierto que el bipartidismo se ha confirmado al sumar los dos principales partidos más del 80% de los votos.
La participación ha llegado al 68,6%, la mayor desde 1997, por encima del 66,2% de 2015, cuando el entonces primer ministro, David Cameron, ganó por mayoría absoluta. Entonces la sorpresa fue que Cameron ganó claramente. Ahora May ha ganado por la mínima, una victoria insuficiente, que se interpreta como un fracaso personal. Como le ocurrió a Cameron al convocar el Brexit, May se ha hecho el harakiri en las urnas.
El voto joven
En los últimos días se han registrado cientos de miles de jóvenes entre 18 y 34 años, el caladero de votos de los laboristas, hasta 450.000 en las 24 horas previas a la votación. “Hay una diferencia generacional y local, por encima de una divergencia de clase”, explica Ignacio Molina, investigador del Real Instituto Elcano. La participación de los jóvenes, que ha superado finalmente el 70%, ha sido clave en la victoria laborista.
"El voto útil se ha movilizado a favor de los laboristas, que han realizado una buena campaña. Han logrado movilizar a su electorado, especialmente a los jóvenes. También se han beneficiado de la oleada europea anti establishment. El partido estaba más preparado de lo que parecía en los sondeos de primavera, mientras que los conservadores no eran conscientes de lo mala candidata que era May", señala Ignacio Jurado, politólogo en la Universidad de York y consultor en Quantico. Jurado apuesta por un gobierno de conservadores y unionistas, más que elecciones anticipadas, debido sobre todo a la inminencia de las negociaciones del Brexit.
"Será un Brexit duro porque May no ha logrado ese apoyo masivo de los británicos que le hubiera permitido esas concesiones que puede permitirse un líder potente, por ejemplo sobre la factura que ha de pagar Londres", añade Jurado. "A May le ha salido el tiro por la culata y queda en posición de debilidad en Londres y en Bruselas", concluye el experto en política británica.
Va a costar conseguir un nuevo consenso interno sobre el Brexit y queda en el aire si hay nuevos tiempos", dice Morillas
Lo que parece difícil es que el nuevo gobierno británico empiece a negociar con Bruselas en la fecha prevista, el próximo 19 de junio. "Va a costar conseguir un nuevo consenso interno y queda en el aire si hay nuevas condiciones y nuevos tiempos. En Bruselas se ha visto que May ni es ni fuerte ni fiable", explica Pol Morillas, investigador del CIDOB de Barcelona.
La jornada electoral transcurrió con normalidad, al contrario que la campaña, que ha estado sacudida por el azote del terrorismo. Los partidos políticos tuvieron que suspender en dos ocasiones sus actos electorales debido a los atentados yihadistas de Manchester, el 23 de mayo, y Londres, el 3 de junio. Treinta personas, entre ellas el español Ignacio Echeverría perdieron la vida, en estos ataques. La convocatoria electoral se mantuvo en la fecha prevista.
A May los laboristas le recriminaron los recortes en la policía durante su etapa como ministra del Interior. Entre 2010 y 2016 se habrían perdido 20.000 puestos de trabajo. Corbyn ha prometido contratar más policías y le recriminó intentar ahorrar a costa de la seguridad de la población. Incluso llegó a pedir su dimisión, aunque luego se retractó y emplazó a los británicos a votar.
Después de un último día de campaña trepidante, May ha votado el jueves junto a su marido Philip en Maidenhead, Berkshire. Fue muy parca y se limitó a saludar a los reporteros. En sus últimos mítines, May insistió en la necesidad del mandato popular para que el Brexit fuera un éxito para el Reino Unido.
“Sólo podemos construir un país mejor y lograr un buen acuerdo con el apoyo del pueblo británico. Votaras a quién votaras en el pasado, si lo que quieres es el futuro, vota a los conservadores para seguir adelante”, fue su traca final.
Pese a su insistencia en el Brexit, poco o nada ha aclarado sobre las condiciones y las consecuencias, tan sólo que prefiere que no haya acuerdo antes que un mal acuerdo. Lo cierto es que aún no se aprecian consecuencias negativas del Brexit, salvo ciertos apuntes como ese crecimiento del 0,2% del primer trimestre de 2017.
May ha llevado a cabo una campaña decepcionante, a juicio de la mayoría de los analistas. Ha presentado las elecciones como si fueran presidencialistas, una lucha cuerpo a cuerpo contra el líder laborista, Jeremy Corbyn, a quien ha infravalorado.
“Ha cometido varios errores y uno de ellos ha sido confiar demasiado en la debilidad de Corbyn. Y Corbyn ha sorprendido por hablar más en nombre de su partido y hacer una buena campaña, pase lo que pase luego en las urnas”, señala Berta Barber, investigadora en la Universidad Autónoma de Barcelona.
La primera ministra conservadora se presentaba como la líder “fuerte y estable” que el Reino Unido necesita para negociar el Brexit, pero ha sembrado la duda y el desconcierto. “Se me hace difícil ver a May liderando a los tories en unas nuevas elecciones. No estoy seguro de que el partido quiera asumir ese riesgo”, decía a Bloomberg el politólogo Tim Bale, de la Universidad Queen Mary de Londres.
Corbyn asegura que los laboristas han "cambiado el debate" y han hecho posible que "la gente vuelva a recobrar la esperanza"
El laborista, Jeremy Corbyn, votó en su circunscripción de Islington North y se declaró “orgulloso” de la campaña. Sobre el Brexit, Corbyn ha prometido respetar los derechos de los 3,5 millones de europeos residentes en el Reino Unido, y tratar de que los británicos en la UE también tengan las mismas condiciones que ahora. En su último mitin, dijo que los laboristas habían “cambiado el debate y habían conseguido que “la gente vuelva a recobrar la esperanza”.
Uno de los aciertos de Corbyn habría sido ir a las causas del Brexit. El programa de los laboristas, bajo el lema "para muchos, no para unos pocos", quiere terminar con los siete años de austeridad con un plan ambicioso de inversiones encaminadas a paliar los efectos del empobrecimiento creciente. Corbyn acepta el Brexit, pero defiende que siempre es mejor un acuerdo que la ruptura. Curiosamente el partido que colocó en la agenda política el Brexit, el nacionalista UKIP, desaparecería de Westminster. Logró un 15% de votos en 2015, y los primeros análisis vaticinaban que el discurso de justicia social de Corbyn ha calado hondo en sus filas.
Pese al optimismo del legendario dirigente izquierdista, Martin M. Roberts, ex corresponsal de Reuters, ve que “el país está dividido y muy decepcionado” en el que se considera el Brexit como “un tema de índole nacional, cuando afecta a otros 27 países”. Es el Brexit lo que produjo un tsunami político hace un año, el 23 de junio, y ahora vuelve a marcar el rumbo del Reino Unido. Pero los británicos siguen sin saber qué es eso de "Brexit es Brexit" y cómo afectará a sus vidas realmente.
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