La posibilidad de que Podemos impulse a Iñigo Errejón como candidato a la Comunidad de Madrid en 2019 es un secreto a voces que no acaba de confirmarse. Después de su victoria en Vistalegre II, Pablo Iglesias acordó respaldar a su ex número dos como el aspirante que disputará la presidencia a Cristina Cifuentes pero el respaldo oficial no termina de llegar y Errejón quiere asegurar el cumplimiento del pacto, por lo que ha pedido a Iglesias que el anuncio no se posponga más allá de la vuelta del verano: la fecha límite, septiembre.
Errejón, actual secretario de Análisis Estratégico y Cambio Político de Podemos, renunció sus pretensiones en el ámbito estatal a cambio de conseguir el control de la plaza más importante del país: Madrid. Cuatro meses después de que se sellara el acuerdo y en un momento de especial desgaste para el PP madrileño tras la ola de casos de corrupción, el futuro candidato quiere afianzar su posición para poder entrar directamente en campaña, aunque en las últimas semanas ya ha dado de facto los primeros pasos hacia la carrera por la capital.
El acuerdo incluía presentar la candidatura antes del verano, pero la moción lo ha impedido
El acuerdo incluía implícito que Iglesias presentara a Errejón en un acto multitudinario que en un primer momento estaba previsto antes de verano, pero los meses han ido avanzando sin que este punto se cumpliera, y la presentación de la moción de censura en la Comunidad de Madrid ha sido una piedra en el camino para el cumplimiento de este punto. El hecho de que la candidata para sustituir a Cifuentes fuera Lorena Ruiz-Huerta dificultaba la entrada en escena del candidato oficial.
Errejón se encuentra ahora en un difícil equilibrio: al no haber sido presentado oficialmente, no puede entrar de lleno en campaña pese a la oportunidad excepcional que se presenta políticamente, con un PP herido por la corrupción en el que el dirigente podría presentarse ya como el líder de una alternativa. No es todavía el candidato oficial, pero sí carga con la peor parte de esta posición y desde que se dio a conocer su papel, es el objeto de los ataques del PP y especialmente de Cifuentes, de los que tampoco puede defenderse al no ser aún una voz autorizada en el escenario madrileño.
El plan urdido por Iglesias y Errejón pasaba por guardar silencio sobre la candidatura madrileña hasta que se presentara oficialmente. Sin embargo, desde el entorno de Iglesias se lanzó la filtración de la noticia el mismo día en que Errejón era destituido como portavoz parlamentario y al mismo tiempo en le daban una representación mínima en la ejecutiva estatal. Desde entonces, el dirigente no ha querido confirmar expresamente su candidatura a la espera de que se cumplieran los pasos previstos en el pacto y fuera anunciado por Iglesias.
La fecha propuesta por Errejón le da un margen para afianzarse antes de las autonómicas
El hecho de que el anuncio no acabe de llegar comienza a despertar los recelos de los pocos que permanecen afines a Errejón después de que la nueva dirección redujera drásticamente su cuota de poder interno. El ex secretario político tiene confianza en la palabra de Iglesias y cree que la cúpula de Podemos cumplirá su parte, pero ha puesto límite temporal para asegurar el cumplimiento. La fecha exigida por el futuro candidato, septiembre, le da un margen de un año y medio hasta las elecciones autonómicas de 2019 y le permite afianzarse para las primarias -en las que no tendría ningún problema en ganar con el apoyo del partido-, además de consolidarse como líder en el imaginario madrileño. Iglesias ya ha mostrado su visto bueno a la candidatura de Errejón, pero esta opción se ha tratado sólo como una posibilidad, sin que la cúpula de Podemos no haya lanzado todavía al candidato con un anuncio oficial ni le haya prestado su apoyo.
En este escenario, Ramón Espinar, afín a Iglesias, es el tercero en discordia. El secretario general de Podemos en la Comunidad de Madrid fue elegido hace apenas seis meses y se ha visto descabalgado por el acuerdo entre los dos líderes nacionales. Por el momento, Espinar ha mostrado su apoyo público a Errejón como candidato a la Comunidad, pero un sector no cree que el líder madrileño esté dispuesto a verse apartado tan fácilmente.
La desconfianza en su entorno va en aumento en la medida en que no ven cumplida la promesa. La paciencia de Errejón amenaza con agotarse, más aún cuando él considera cumplida su parte del acuerdo. Éste consistía en que los suyos abandonaran las polémicas internas y en mantener un perfil bajo a la espera de dar el salto a Madrid. Las apariciones del ex secretario político se han visto reducidas en los medios de comunicación y el dirigente ha ordenado expresamente a sus afines permanecer en segundo plano y evitar declaraciones más allá de lo oficial. Esta es la razón por la que no hicieron valer la representación obtenida en Vistalegre (34%) en el ámbito estatal, donde los votos no se tradujeron en cuota de poder orgánico: los afines a Errejón obtuvieron sólo tres de los 15 puestos de la ejecutiva. Tampoco hicieron ruido cuando apartaron a Errejón de la mesa política de Hora 25, un programa al que asistía ya antes de que Podemos concurriera a las elecciones.
La esperanza era el repliegue territorial. Una cuota de poder en la Comunidad de Madrid en el que hacer valer las tesis transversales de Errejón y poner en práctica el proyecto que salió derrotado a nivel estatal. Sin embargo, el que fuera líder de la corriente errejonista dejó por el camino a buena parte de su equipo y quedó despojado de sus afines en el partido. "Hemos pasado de ser una corriente interna a ser Iñigo [Errejón] y 18 liberados”, reconocían ya hace meses. Los liberados -trabajadores contratados por el partido y con dedicación exclusiva- eran parte de la masa errejonista que habitaba en Podemos. La pérdida completa de poder orgánico tampoco obtuvo respuesta por parte de Errejón. Con la salida de la mayoría de los trabajadores afines al secretario de Análisis Estratégico, es un reducido grupo quien vela por sus intereses, a la espera, eso sí, de recuperar músculo en la comunidad y volver a reorganizar a su equipo.
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