Esta mañana ha amanecido lluviosa, con un sirimiri incómodo. Un día triste. Nada que ver con aquella tarde soleada de 1997 en la que la movilización de todo un pueblo permitió albergar la esperanza de que ETA esta vez no cumpliría su palabra. El cielo no tardó en cubrirse de nubarrones y terminó por provocar rayos y truenos de ira. Han pasado veinte años y como entonces también hoy en Ermua pululan periodistas y algún que otro curioso atraído por el aniversario de los días de julio que más marcaron a la sociedad vasca. La sombra y el rastro de aquellas 48 horas de cuenta atrás y todo lo que vino después siguen muy vivos en millones de memorias. Aunque con recuerdos diferentes: orgullo para unos, utilización política para otros y hastío para la mayoría.
En los portales hace días que el bando municipal invita a los vecinos a participar del acto institucional que se celebrará este día 11 en el Ayuntamiento, una novedad que intenta transmitir normalidad de un acto de recuerdo que pasó de ser un evento de partido, reducido, a un recuerdo formal que el año pasado incluso contó con presencia de la izquierda abertzale. Mañana también acudirá, con la incógnita de si dos décadas después y decenas de muertos más tarde, condenará lo que ETA le hizo a aquel joven concejal del pueblo.
En el pueblo aún pervive cierta resistencia a rememorar en público esos días. Hastío, malestar por la utilización de Ermua y temor.
Hace lustros que Ermua es feudo socialista, en realidad feudo de Carlos Totorika. Es alcalde de esta localidad industrial vizcaína fronteriza con Guipúzcoa desde junio de 1991, o lo que es lo mismo, acaba de cumplir 26 años como primer edil de este municipio de apenas 17.000 habitantes y en los que durante décadas la industria de las armas y la bicicleta han dado de comer a gran parte de sus vecinos. Cuando a Totorika se tuvo que poner al frente de la vigilia chantajista a la que sometió ETA a Miguel Ángel Blanco y su pueblo, apenas empezaba a conocer a Miguel. Aquel concejal del PP, que accedió por primera vez al Ayuntamiento con cara de despistado un mes de junio de 1995, era el hijo del albañil y un estudiante de Económicas con ganas de hacer cosas nuevas para mejorar el pueblo.
Los jóvenes que triplicaron apoyos
Junto a Miguel, otro puñado de jóvenes y novatos en la lídes políticas. Todos ellos conformaban la primera bancada popular constituida íntegramente por vecinos de Ermua, por hijos del pueblo. Y no lo hicieron mal. En las primeras y últimas elecciones de Miguel Ángel Blanco el PP casi triplicó los resultados de la convocatoria anterior, la de 1991. De lograr 695 votos, un solo concejal y ocupar el cuarto lugar, a obtener la confianza de 1.839 vecinos, cuatro asientos en el pleno municipal y situarse por detrás del PSE, la formación que ha gobernado históricamente el municipio desde la recuperación de la democracia.
Aquel grupo de chicos y chicas del pueblo, entre los que se encontraba Miguel Angel Blanco consiguió lo que nunca antes hubieran imaginado, aunar voluntades suficientes para conformar una lista con gente del pueblo, sin tener que recurrir a afiliados de fuera como era necesario en aquellos años en Euskadi. Dar el paso para figurar con nombre y apellido en una lista del PP en el País Vasco cuando ETA acababa de iniciar una campaña de acoso y asesinato a políticos del PP –con el asesinato de Gregorio Ordoñez en enero de 1995 como punto de partida- no era sencillo.
“Me dijeron que habían logrado hacer una lista con personas de allí, con ermuarras. Eso era increíble y me pidieron que les ayudara”, recuerda Luis Eguiluz, concejal hoy en el Ayuntamiento de Bilbao pero que doce años antes de que ETA asesinara a Miguel Angel Blanco ya había ejercido como edil del PP en Ermua. Por fin el municipio podría concurrir a unas elecciones sin tener que incluir un relleno de concejales venidos de fuera, de Madrid, de Ávila, de Burgos... Eguiluz había sido edil desde 1983 y hasta 1990. Como Blanco, también él accedió sin experiencia y muy joven, 23 años. Iba tercero en la lista y pese a que en aquellas elecciones el PP logró dos asientos, la renuncia de uno de sus compañeros le lanzó al ruedo de la política local.
Años después y tras solicitar su ayuda, Eguiluz vuelve a ser requerido por el partido para asesorar a ese grupo de jóvenes concejales que quería llevar el nombre del PP al Ayuntamiento. “Me pidieron mi ayuda y que me volviera a presentar en las elecciones de 1995, al principio me negué pero finalmente accedí con la condición de dimitir a los seis meses.
Miguel Angel Blanco junto a otros jóvenes logró conformar la primera lista del PP con gente del pueblo. Obtuvieron los mejores resultados del partido
Fue quien asesoró a Miguel Angel Blanco sobre cómo poner en marcha la lista, cómo hacer campaña electoral y cómo comenzar a moverse en los asuntos municipales. “Yo ya le conocía de tiempo antes. Solía venir de vez en cuando por la sede del partido. Él era de Nuevas Generaciones y yo había sido presidente de Nuevas Generaciones Vizcaya. Le recuerda como un joven activo y dispuesto a ayudar, junto a su novia, Mari Mar, a todo lo que hiciera falta en la vida del partido. “No era un tipo lenguaraz, no, solía hablar sólo de las cosas que le interesaban. Diría que él y su novia eran personas sensatas. Era agradable, ya sé que es lo que se dice de los muertos pero es que en esta ocasión es cierto”.
En esos años en los que Miguel Angel Blanco hace campaña por el PP la presión de ETA continúa, “pero quizá eran años algo menos oscuros que los comienzos de los 80 en los que yo fui concejal en mi primera etapa. No tengo claro que esa fuera una cuestión que le inquietara a él. Todos hemos pasado miedo y hemos tenido reservas pero pesaban otras cosas. Ten claro que nadie se juagaba la vida por unas pesetas, eran otros los motivos que te movían”.
Luis Eguiluz aportó la experiencia, pero entre aquel grupo de jóvenes primaba la ilusión por hacer cosas para su pueblo. Era lo que siempre decía que le movía a Miguel Angel, al igual que a sus compañeros de lista, Ana Crespo, Jesus Villoria, Mónica Domínguez, Inés Fernández... A Blanco ETA ni siquiera le permitió cumplir una legislatura. Le arrebató la vida a mitad de mandato. Aquello no hizo sino mejorar los resultados y el apoyo que el pueblo dio a los populares dos años después. De los entre 600 y 700 votos que antes de la llegada de Miguel Angel lograba el PP, su lista de “ermuarras” pasó a 1.839 votos. Su asesinato y el rechazo social que provocó en el pueblo hizo que el apoyo al PP se incrementara en la convocatoria municipal de 1999 y en la de 2003, cuando rozó los 2.000 votos.
La 'patrimonialización' de Ermua
Hasta el año 2011 el PP ha mantenido los 4 escaños que obtuvieron aquellos chicos primerizos de la política. Pero los últimos acontecimientos, la corrupción, el final de ETA y la legalización de la izquierda abertzale han provocado un revuelo político en el pequeño pueblo vizcaína. Hoy 20 años después, el PP sólo cuenta con dos concejales y 844 votos. Ya no puede decir que son todos de Ermua, no lo son. Ocupa el quinto lugar y la propia izquierda abertzale, la misma que no condenó su asesinato y que dos décadas más tarde se resiste aún a hacerlo, ocupa el segundo lugar.
Lo que se denominó el ‘Espíritu de Ermua’ ya no mueve voluntades. Sobrevuela aún en el ambiente pero sin fuerza. La identificación del municipio con lo que significó aquel fenómeno de reacción social, incluso con la utilización política que muchos consideran que de él se hizo, terminó por cansar. “Al vecino de Ermua en general no le hace especial gracia que se siga identificando Ermua única y exclusivamente con este tema”, asegura Fernando Lecumberri, actual concejal del PP en el Ayuntamiento. No oculta que el aniversario del asesinato de Blanco se está viviendo sin grandes manifestaciones públicas y que ni siquiera en los bares del pueblo se escuchan referencias a ello, “es una cuestión que se vive en el ámbito privado, sin alaracas. Ellos estuvieron allí y no lo olvidan”.
Al vecino de Ermua en general no le hace especial gracia que se siga identificando Ermua única y exclusivamente con este tema”
En 2007 se llegó a promover desde el municipio, apoyado por el alcalde de Ermua una recogida de firmas para que se dejara de asociar a Ermua con lo que representó el ‘Espiritu de Ermua’ que patrimonializaron algunos sectores ideológicos y que se materializó en el Foro de Ermua. El 4 de abril de ese año el Ayuntamiento solicitó –con el apoyo de un sólo concejal del PP- que el ‘Foro de Ermua’ dejara de emplear el nombre del pueblo “para criminalizar el diálogo y la pluralidad que caracteriza a este pueblo”. Recientemente el alcalde Totorika llegó a recordar que en Ermua se les llegó a identificar como “españoles” de modo crítico y como reproche desde algunos sectores abertzales.
Hoy, generaciones completas de vecinos no recuerdan lo que sucedió, simplemente no lo vivieron. Lo suyo son relatos escuchados de sus padres, de sus abuelos de lo que sufrió y padeció Ermua aquellos días de julio. “Luchamos para que la chavalería no olvide lo que pasó. Llevamos muchos años haciendo actos de recuerdo. Recuerdo que al principio estábamos solos y al año siguiente dos más. Ahora cada vez ha venido más gente”, asegura Lecumberri.
El concejal del PP afirma que su esperanza es que este año la izquierda abertzale acuda al acto de recuerdo a Miguel Angel y lo haga “condenando lo sucedido”: “Lo que queremos es arrancarles una condena firme, pero ese paso aún no lo han dado”. Una posición que en cambio en no pocas ocasiones concejales del Ayuntamiento reconocen que sí les han transmitido en privado pero que por el momento se maquilla en público. Lecumberri concluye, “hoy son legales sí, pero no son demócratas aún”.
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