La fiesta del 12 de octubre de este año se ha celebrado en una situación política de extrema delicadeza marcada por el desafío secesionista de las autoridades catalanas. Este mes de octubre se inauguró con un conato de consulta pro independentista ilegal y cargas policiales, el durísimo mensaje del Rey a la Nación contra la "deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado", la proclamación, dudosa, de la República catalana y la puesta en marcha de los mecanismos del artículo 155 para intervenir la Generalitat.
En la que es la crisis institucional más grave por la que ha pasado la democracia desde la Transición, incluido el golpe de Estado de Tejero, que se desarticuló en 48 horas, el 12-O se ha convertido en un acto de defensa constitucional y de unidad del país. Porque si tiene una virtud esta endiablada situación es que ha servido a modo de argamasa para unir a PP, PSOE y Ciudadanos en la respuesta que debe darse a Carles Puigdemont y los suyos, así como en un reforzamiento de la figura del Rey.
Acuden los presidentes autonómicos, a falta de Puigdemont, Urkullu y Barkos
Por ello, las ausencias refuerzan esta tesis. No han estado, evidentemente, ni el president de la Generalitat ni el del gobierno vasco, Íñigo Urkullu, tampoco la presidenta navarra Uxúe Barkos, pero, en cambio, han acudido todos los demás, lo que tampoco era habitual. La andaluza Susana Díaz ha aprovechado para hablar con el que fue presidente de la gestora socialista, el asturiano Javier Fernández, mientras que el gallego Alberto Núñez Feijóo hacía un aparte con el ex presidente socialista Felipe González, que llevaba años sin aparecer en esta fiesta.
Los presidentes autonómicos populares han querido dar una imagen de unidad en torno a su jefe de filas, después de que muchos de ellos se inquietaran ante la resistencia de Rajoy a poner en marcha los mecanismos del 155. Muchos de ellos estaban presionados por una militancia que se lo exigía.
Quienes han empleado bien el tiempo a la espera de la llegada de Sus Majestades los Reyes han sido los líderes de PSOE y Ciudadanos, muy probablemente tratando sobre la cuestión catalana. A ambos les une la utilización del artículo 155 en Cataluña para convocar elecciones como una de las vías para salir del atolladero en que la han metido Puigdemont y su vicepresidente, Oriol Junqueras.
En cambio, el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, se ha ausentado otra vez del acto, como ya hizo en 2015 y 2016, siendo el único líder de uno de los grandes partidos nacionales que no ha acudido al desfile. Entre otras autoridades destacables, al desfile del 12 de octubre ha acudido también el Fiscal a General del Estado, José Manuel Maza. No deja de se reseñable, y demostrativo del nuevo ambiente de unidad que no se haya escuchado ni un abucheo durante la llegada de las autoridades.
El Gobierno ha acudido en pleno, salvo por la ausencia del titular de Economía, Luis de Guindos, de viaje en Washington en una reunión del Fondo Monetario Internacional (FMI). También ha servido este desfile como acto de homenaje y desagravio a la Guardia Civil y a la Policía, que desfila por primera vez en un par de décadas. De hecho, su incorporación fue una respuesta a los actos acoso de que fueron víctimas en Cataluña tras la consulta ilegal del 1-O. Las Policía Nacional ha participado en el homenaje a la bandera.
La Guardia Civil y la Policía Nacional, protagonistas
La música de la Fiesta Nacional no ha empezado en el desfile militar, sino mucho antes. Jóvenes y no tan jóvenes han inundado el metro de banderas de España. Colgadas a cintura, en el cuello, en pulseras, gorras e incluso paraguas. La salida a Cuzco ha sido una fiesta en sí misma con cánticos al ritmo de Manolo Escobar, “que viva España” y “que viva la legión” y, no podía faltar: “España es la mejor”.
Que este 12 de octubre es diferente se nota en el ambiente. La legión es normalmente el cuerpo más esperado, pero la gente hoy esperaba ansiosa a la Guardia Civil, que junto a la Policía Nacional, que acudía por primera vez, se han llevado los aplausos de la multitud a su paso por el Paseo de la Castellana.
Sonrisas y gritos compartidos entre desconocidos en un ritual que para muchos no es nuevo: “Venimos cada año, como hija y nieta de Guardia Civil vengo desde pequeña”. Es Zaida y viene con su pareja, Adrián, ambos a juego con grandes banderas rodeando la cintura. “Esto no es cuestión de ideología, es celebrar que somos españoles, sobre todo con la que está cayendo”, defiende él.
A las 9 de la mañana las primeras filas ya estaban ocupadas en un Paseo de la Castellana rojo y amarillo. Los privilegiados que han podido situarse en la misma valla han acudido a las 6 de la mañana para coger sitio. "Nos hemos levantado a las 4.30 horas. Cuando hemos venido estaban montando las vallas", cuenta otra pareja. Banderas grandes, pequeñas, lisas, con escudos y también con un toro en el centro. En chapas e incluso en abanicos. Apenas se han visto águilas de la bandera franquista, pero sí muchas sonrisas y mucha música.
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