Las elecciones autonómicas son ya el escenario que a corto o medio plazo se configura como salida a la crisis política en Cataluña. Ya sean convocadas por Carles Puigdemont antes de que el Senado apruebe definitivamente la aplicación del artículo 155 de la Constitución, o por el Gobierno, una vez intervenida la Generalitat, las elecciones autonómicas parecen inevitables. Y la clave de esos comicios no es otra que ver si se reproduce la mayoría independentista que ahora conforman JxS y la CUP con esos 72 diputados que han impuesto su rodillo durante esta legislatura para llevar adelante la hoja de ruta de la secesión.
En un escenario altamente voluble por la tensión política, todos los partidos aseguran no confiar en las encuestas, pero todos las manejan. Unos sondeos que apuntan a la victoria de ERC pero también a la subida de C's y el PSC, que recupera posiciones hasta rozar el empate con el partido naranja. El PDCat caería, igual que el PP, ya situado en el nivel más bajo de la historia en Cataluña, mientras los comunes se estancan, a no ser que presenten como candidata a Ada Colau, y pagan su ambigüedad y fracturas en el debate sobre la independencia de Cataluña.
Por qué al PDCat le interesa el 155
El futuro de la alianza de ERC y PDCat es uno de los elementos que mayores distorsiones producen en cualquier sondeo de intención de voto. Los republicanos, conscientes de que ganarán las elecciones, no tienen ningún interés en concurrir de nuevo a la coalición con los ex convergentes y repetir una alianza plagada de tensiones y desconfianzas. Por eso argumentan que el independentismo gana si concurren por separado, porque sigue habiendo votantes republicanos que no secundarán una alianza con los ex convergentes, y a la inversa.
Pero el PDCat insiste en la alianza, y ésa es la explicación de su apuesta por mantener el órdago en el Consell Nacional del miércoles en el que el partido escenificó unidad en torno a Puigdemont para que siguiera adelante con el envite y no aceptara la salida de unas elecciones autonómicas que señalaba el Gobierno. A los ex convergentes solo les vale reeditar la alianza con ERC y están convencidos de que, si el president declara la independencia y se produce una intervención de la autonomía vía 155 para convocar las elecciones desde Moncloa, Oriol Junqueras no podrá negarse a una candidatura conjunta, encabezada por él.
El PDCat se garantizaría como mínimo un tercio de los puestos de salida de esa candidatura y formar parte del nuevo gobierno. Además de tiempo para reforzar el partido. La máxima cesión, la del cabeza de lista, no es tal si se tiene en cuenta que Carles Puigdemont ha dejado claro que no va a liderar la candidatura y el partido no tiene un relevo natural, habida cuenta de la inhabilitación de Artur Mas.
La alianza de ambos partidos se situaría rozando la mayoría absoluta, pero está por ver cuál es el comportamiento del electorado de la CUP, que ya ha anunciado que no volverá a concurrir a unas elecciones de ámbito autonómico. Ese es uno de los elementos que puede poner en peligro la mayoría independentista de cuatro escaños de la que disfrutan ahora JxS y la CUP. Parte de su electorado apoyará a ERC o a la reedición de JxS, pero otra parte iría a la abstención o a los comunes.
El último barómetro político del CEO situaba a JxS entre los 60-63 escaños y a la CUP entre 6 y 8, ambos partidos a la baja. La parte baja de la horquilla dejaría al independentismo por debajo de la mayoría absoluta, aunque todas las fuentes insisten en que los datos de la segunda oleada del CEO, realizada en verano, son muy poco fiables tras el 1-O y todas sus consecuencias.
C's y PSC ganan con elecciones inmediatas
C's y el PSC son los grandes beneficiarios de una convocatoria rápida. De ahí las presiones que tanto el PSOE como Albert Rivera ejercen sobre el Gobierno para que la aplicación del artículo 155 se convierta en una "intervención quirúrgica" destinada a convocar elecciones autonómicas en enero, apenas cumplido el plazo de 52 días que establece la Loreg entre la disolución del Parlament y la cita con las urnas.
Las encuestas internas otorgan al partido de Rivera entre 28 y 30 diputados en unas eventuales elecciones, frente a los 25 actuales, y las más favorables elevan el listón hasta los 35 diputados. El partido naranja rentabilizaría así la polarización del electorado entre independentistas y no independentistas, como ya hizo en las elecciones de 2015, así como el discurso duro de su líder durante la crisis, probablemente a costa del PP. Esto lo mantendría como primer partido de la oposición en Cataluña, de ahí la insistencia de Albert Rivera en un acuerdo previo entre los partidos constitucionalistas para formar un gobierno de concentración que presidiría el partido más votado. Una propuesta que no descarta el líder del PP catalán, Xavier García Albiol.
Las encuestas internas otorgan al partido de Rivera entre 28 y 30 diputados
Su gran rival en este empeño será el PSC. Miquel Iceta ha conseguido abrir un espacio en el Parlament para su discurso de la tercera vía y el pacto alcanzado por el PSOE para una reforma de la Constitucional jugará a su favor. Las encuestas ya premian la imagen de moderación labrada por Iceta por contraste de Puigdemont y Albiol, situándolo en torno a los 25 diputados (ahora tiene 16 diputados), lo que podría llevarle a disputar el papel de líder de la oposición a Inés Arrimadas.
Pero el crecimiento del PSC podría irse a pique si la intervención del Gobierno es vista como excesiva y el PSOE aparece ante el electorado catalán como un socio acrítico de esos excesos. Los socialistas han asumido el papel de socio preferente del Gobierno en la negociación del 155, y ese papel, que a C's podría resultarle muy rentable en Cataluña, es enormemente arriesgado para el PSC. El PSOE debe demostrar que su intervención sirve para limitar la intervención de la Generalitat si quiere conservar el crecimiento que ahora le auguran los sondeos.
Ese papel de los socialistas dificulta además otro de los escenarios que se habían barajado para la Cataluña post-independentista. Una reedición del tripartito liderada por Esquerra con el PSC y los Comunes como aliados. El encuentro entre Oriol Junqueras y Pablo Iglesias este verano abonó esa tesis, pero el papel jugado por el PSC desde entonces haría muy difícil una alianza poselectoral entre republicanos y socialistas.
Quienes sí siguen acariciando ese escenario son los comunes, una alianza de izquierdas que sustituya el bloqueo entre independentistas y no independentistas en el Parlament. Las encuestas los sitúan en torno a los 11 escaños de los que disfrutan ahora, que podrían crecer a costa de la CUP si los antisistema finalmente cumplen su amenaza y no se presentan. Pero sólo se vislumbra una subida destacable si Colau encabeza la candidatura, y no parece probable que la alcaldesa de Barcelona deje el bastón de mando municipal para ejercer de comparsa de Oriol Junqueras en el Parlament.
Mención aparte merecen las bajísimas expectativas del PP, que paga la subida de socialistas y C's. Los populares catalanes ya perdieron ocho escaños entre 2012 -el mejor resultado histórico del partido en Cataluña, 19 diputados- y 2015. Pero los sondeos internos siguen mostrando una pérdida de apoyos que podría situarles por debajo de los 10 escaños, un resultado que los devuelve a la situación residual de principios de los años 90. Aunque en el caso del PP catalán, las encuestas siempre han sido muy poco fiables, puesto que es un partido que tradicionalmente ha tenido mucho voto oculto en Cataluña.
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