Besos y abrazos entre desconocidos, cava, bengalas, móviles grabando el momento en que Carme Forcadell anunciaba el proceso constituyente para la nueva república y gritos de decenas de miles; pero también algo de cansancio por -como poco- cinco años de procès y una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) aprobada diecisiete días después de la DUI fallida que Carles Puigdemont proclamó el pasado 10 de octubre en el Parlament y que suspendió ocho segundos después. Y un miedo no declarado ante el advenimiento anunciado del 155, el artículo de la Constitución Española que suspende la autonomía de Cataluña y que se ha aprobado esta tarde en el Senado.
Un poco de todo eso había este viernes a las 15.27 horas en cualquiera de los puntos que colapsaban las entradas al Parlament, especialmente la confluencia entre el Paseo de Pujades y el Paseo de Picasso. La "sociedad civil organizada", como les gusta decir a los factótumes del independentismo, la Asamblea Nacional Catalana y Ómnium, aguardaba ansiosa la declaración de la presidenta del hemiciclo autonómico. Ansiosa e intranquila, con la sensación de que algo más pasará.
"Esta noche lo celebro", cuenta un hombre. "Durará un día la fiesta, pero esta noche lo celebro. Eso lo tengo claro. Les he dicho a mis hijos que no salgan de casa porque se va a liar".
La masa aclamaba o silbaba a los diputados frente a las pantallas gigantes como si fueran futbolistas
Ha habido escenas que recordaban al Mundial de Fútbol. Aunque las banderas no eran las de España, el fulgor compartido llenó las calles: los manifestantes aclamaban a los diputados indepes cada vez que Forcadell leía su nombre al grito de ¡Eh!, y abucheaba a los no secesionistas que abandonaron el pleno del Parlament durante la votación de la independencia. Puigdemont fue el más jaleado, más incluso que su vicepresidente que Oriol Junqueras. El galardón del más increpado se lo han rifado García Albiol, Iceta o Carrizosa. Coscubiela, relativamente respetado por el movimiento independentista, no se libró: no habrá paz para los traidores.
La tensión era evidente. Y el carácter pacífico de la concentración, también. La masa ha ondeado todo tipo de banderas, menos la española: hubo bastantes ikurriñas, varias andaluzas, alguna escocesa. Pasquines en todas partes por la libertad de los Jordis, Sànchez y Cuixart. En esta tarde de este viernes, víspera de uno de los fines de semana más tensos de la historia de la democracia española, la fiesta continúa en el Parque de la Ciutadella. Veremos por cuánto tiempo.
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