"Es un cañón. No te imaginas cómo la besan y la tocan en las calles. Esa mujer puede ser lo que quiera en España". Así de impresionados con Ada Colau volvían a Madrid los políticos que acudieron a Barcelona el 26 de agosto para asistir a la manifestación de repulsa al atentado yihadista que días antes había matado a 14 personas en las Ramblas.
Mientras el Rey y el Gobierno eran silbados por la multitud, Colau recibía el cariño del pueblo. Sus gestos y su satisfacción no pasaron desapercibidas por dirigentes de distintos partidos, que advirtieron en la regidora una figura en auge dentro del populismo.
Presidenta de la Generalitat, nueva líder de Podemos, ministra y hasta inquilina en La Moncloa, Ada Colau podía aspirar a lo que quisiera. Pero eso fue hace tres meses. Ahora, la alcaldesa de Barcelona no supone ninguna amenaza para los grandes partidos. A pesar de sus esfuerzos por mantener cierta indefinición, la caída de su imagen fuera de Cataluña ha sido uno de los daños colaterales del procés independentista.
La regidora era consciente del riesgo que sufría al adoptar una postura equidistante. "La emperatriz de la ambigüedad", la bautizó Josep Borrell. Aunque su sintonía con los independentistas era evidente, no podía jugarse una inhabilitación política con la comisión de actos ilegales como facilitar el voto en la consulta ilegal del 1 de octubre. Cualquier desliz podría acabar con su carrera política.
Gráficamente lo explica el ex secretario de Hacienda de la Generalitat de Cataluña Lluís Salvadó, en una grabación sobre la organización del referéndum intervenida por el Juzgado de Instrucción número 13 de Barcelona y recogida por Europa Press. Colau temía que "al final" pasara "lo mismo que a todos los catalanes" que se sitúan "en el medio", es decir, ni a favor ni en contra de la independencia, "que se acaban polarizando para un lado o para el otro" y los que se quedan en el medio "acaban fulminados".
La alcaldesa estaba preocupada por dejar de ser árbitro"
Según el ex secretario de Hacienda, la alcaldesa estaba preocupada por si su "gente" se acababa inclinando hacia el 'sí', ya que consideraba que, si eso ocurría, ella dejaría de ser "árbitro". "Se acabaron los árbitros y el independentismo acabará siendo más mayoritario", aclaraba.
Salvadó explicaba que "hay momentos en la vida en los que hay que decir si estás en el 'sí' o en el 'no'", por lo que reprochaba a Colau que se situara "en el medio". "Su gente, la reacción en Madrid, no la comprendo, pero bueno...", lamentaba.
Mujer, madre, activista procedente de movimientos sociales como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, primera alcaldesa de Barcelona, querida por los ciudadanos, "autoridad moral" en Podemos según Pablo Iglesias. Colau tenía el viento a favor a pesar de que ese mismo perfil podría jugar en su contra, según algunos políticos.
"Ya pasó con Chacón, que era catalana y era un problema, y ahora pasa con Susana Díaz, que es andaluza y es un problema", lamentó José Luis Rodríguez Zapatero durante las primarias socialistas de mayo. "Nunca lo vi ni con Felipe González ni con Alfredo Pérez Rubalcaba ni conmigo; no era un problema de dónde viniéramos", destacaba el ex presidente.
Quizás por eso, Colau se ha sumado a la ola de feminismo creada por el juicio a los cinco acusados de violación múltiple a una joven en sanfermines. "La revolución democrática del siglo XXI será feminista o no será, será de abajo a arriba o no será, será de las ciudades o no será", aseguraba ayer la alcaldesa de Barcelona en Madrid junto a Manuela Carmena.
"Ayer miles de mujeres y hombres dijeron que somos la manada y que ninguna mujer que sufre una agresión sexual está sola", afirmó en Madrid, recordando los logros de las sufragistas e hitos posteriores que han conseguido que las mujeres sean iguales ante la ley aunque aún "queda mucho por conquistar" porque la sociedad actual sigue siendo "machista y patriarcal".
"Madrid y Barcelona se quieren"
Ambas regidoras compartieron reflexiones este sábado en el Festival de Tecnologías de la Participación 'Ciudades Democráticas'. "Es una alegría venir a Madrid, más en estos tiempos tan difíciles para nosotros". "Madrid y Barcelona se quieren más que nunca", aseguró Colau, en el ojo del huracán en el ámbito municipalista por la ruptura de su pacto de gobierno con el PSC por el apoyo de los socialistas a la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña.
"Ada Colau ha tomado una posición equivocada, apoyar a los independentistas y seguir esa hoja de ruta", le reprocha Pedro Sánchez. "Entre Barcelona e independencia, escoge independencia", lamenta Miquel Iceta.
Su defensa y voto en el referéndum, su participación en la manifestación para pedir la liberación de Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, la suspensión de la actividad institucional del Ayuntamiento dos días en señal de protesta y solidaridad con los presidentes de la ANC y Òmnium Cultural encarcelados han situado a Colau más cerca del independentismo de lo que conviene a su carrera política.
La pretendida ambigüedad ante el secesionismo ha quedado sepultada por declaraciones y hechos que coinciden con los perjuicios económicos sufridos por Cataluña, y especialmente Barcelona, tras la declaración unilateral de independencia.
Esos daños económicos, institucionales y de la imagen internacional de Barcelona se producen en pleno auge de la defensa del estado de la autonomías en el resto de España. El barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de octubre revela que el 39,2% de los españoles apuesta por no tocar el Estado autonómico y dejarlo tal y como está. En esta opción se sitúan un 31,5% de los votantes de Podemos y sus confluencias, según el CIS.
A pesar de sus esfuerzos por evitarlo, la imagen de Colau sale dañada del procés en el resto de España, cerrándole las puertas, de momento, a la política nacional. Ese salto comenzaría por hacerse con la la Secretaría General de Podemos en sustitución de Pablo Iglesias, una opción más remota ahora que hace tres meses.
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