Artur Mas dedicó ayer casi tanto énfasis a descartar que el Caso Palau hubiera incidido en su decisión de abandonar la presidencia del PDCat como en defender la "fórmula de éxito" que a su juicio ha sido JxCat vistos los resultados del 21-D. Y, sin embargo, hace apenas unos días afirmó en privado, ante un grupo de amigos, que abandonaría la presidencia del partido heredero de Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) "cinco minutos antes" de que se hiciera pública la sentencia del citado caso de presunta financiación irregular del partido que él dirigía. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) anunció el pasado miércoles que el 15 de enero se hará pública la sentencia del Caso Palau.
Convergencia, argumentó ayer Mas, "ha pagado el precio más alto, ha desaparecido, qué más se le puede pedir a un partido". Añadió que fue la propia "gente de Convergencia" la que decidió enterrar las siglas de Jordi Pujol para enterrar con ellas los casos de corrupción del pasado. Una metamorfosis para salvar el antiguo espacio convergente en la que la única rémora del pasado era el propio Mas, que desde hace meses era cuestionado por los jóvenes de su partido precisamente por esos lazos con el pasado que ejemplificará el ex tesorero Daniel Osácar a partir del lunes con la sentencia del Caso Palau.
Es en este contexto en el que se explican las poco disimuladas apelaciones de Mas a sus sacrificio personal por el partido, recordando el "paso a un lado" de hace dos años, cuando renunció a la presidencia de la Generalitat cediendo a las presiones de la CUP para salvar el gobierno de JxS, y ahora, para permitir que "la fórmula de éxito de JxCat siga creciendo". Junto al reconocimiento de que su nombre sigue inevitablemente ligado al pasado más oscuro de CDC, han pesado en el ánimo de Mas las diferencias con Carles Puigdemont y quienes han tomado las riendas de JxCat.
Unas diferencias que ayer evitó verbalizar, asegurando que se habían tergiversado sus consideraciones en la ejecutiva del lunes, pero en ningún momento defendió la presidencia telemática reivindicada por Puigdemont y se limitó a señalar que "sus opiniones divergentes, cuando las tiene" se las traslada directamente al ex presidente fugado en Bruselas. El ex presidente de la Generalitat, de CDC y del PDCat insistió una y otra vez en que la decisión estaba tomada desde hacía meses, pero las diferencias con Puigdemont -que arrancan en la última semana de octubre, cuando el entonces presidente no se atrevió a convocar elecciones y optó por la DUI, en contra del criterio de Mas y la dirección del PDCat- han pesado en la decisión.
Se resquebraja la mayoría independentista
El inesperado anuncio de la dimisión de Mas puso el colofón a un día negro para el bloque independentista tras el balance de altas y bajas en la lista de nuevos diputados autonómicos. El ex conseller de Justicia Carles Mundó anunció su renuncia al acta, justo cuando todos los dedos le señalaban como sustituto de Carme Forcadell al frente de la Mesa del Parlament. La todavía presidenta en funciones ha evitado definirse, pero pocos confían ya en que acepte de nuevo una presidencia del Parlament que sólo puede comportarle más reveses judiciales.
Idéntico motivo por el que Mundó, abogado de profesión, ha optado por dejar la vida pública y volver al derecho privado, a la espera de ver cómo concluye la causa por rebelión, sedición y malversación que el Tribunal Supremo instruye contra él como miembro del gobierno que organizó el referéndum del 1-O y proclamó la independencia.
Por contra, sí ha presentado sus credenciales como electo ante el registro del Parlament el ex conseller fugado Antoni Comin, que concurrió a las elecciones como independiente por la lista de ERC. Comin ha hecho oídos sordos a las presiones de la dirección de Esquerra para conservar los beneficios como cargo electo, tanto pecuniarios como legales, puesto que como diputado autonómico mantiene la condición de aforado. Sin embargo, no ha mostrado ninguna disposición a regresar a España, por lo que su decisión pone en riesgo la mayoría independentista.
La estrategia de JxCat y ERC pasaba por que los cuatro ex consellers fugados renunciaran a sus actas de diputado para que éstas fueran asumidas por electos que sí están en Cataluña y pueden asistir a las sesiones del Parlament, garantizando la mayoría independentista que ya pone en riesgo la elección de Puigdemont y los encarcelados Oriol Junqueras, Jordi Sánchez y Joaquim Forn. El bloque independentista confía en que los tres últimos sean autorizados a asistir por lo menos a los plenos más importantes, como el de constitución e investidura.
Pero la negativa a renunciar de Comin hace que se volatilice la ventaja independentista, puesto que sin su escaño ni el de Puigdemont el bloque integrado por JxCat, ERC y la CUP suma 68 diputados justos. Todo ello a la espera de que los otros tres ex consellers fugados, Clara Ponsatí y Lluís Puig de JxCat y Meritxell Serret de ERC, no sigan su ejemplo. De momento, ninguno de ellos ha registrado sus credenciales, aunque tienen tiempo para ello hasta la semana que viene.
Las decisiones de Comin y Mundó, junto al silencio de Forcadell, evidencian además la debilidad de la dirección de Esquerra, que no ha conseguido doblegar a tres de sus peones mejor colocados para que acaten las necesidades estratégicas del partido. Sin olvidar que la negativa a renunciar de Comín supone una desautorización por parte de quien en los últimos dos meses ha compartido el entorno más íntimo de Puigdemont, enfrentado con la dirección republicana por mantener el liderazgo del bloque independentista desde Bruselas.
En otras palabras: Comin, candidato de Esquerra, traiciona la voluntad del partido que lo ha incluido en sus listas y se cobija bajo el paraguas del Puigdemont, al que no ha dejado de elogiar su estrategia en Bruselas, esa que ha servido a JxCat para derrotar a ERC en las elecciones dentro del bloque independentista.
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