Artur Mas pasó del matrimonio feliz con la antigua Convergència a la relación turbulenta que ha acabado en ruptura. El ex president abandona este martes la presidencia del PdeCat, la antigua Convergència, la casa política que ha habitado desde sus comienzos en política. El dirigente llegó a lo más alto del partido, y la cosa empezó un 9 de enero de 2016, justo hace ahora dos años, cuando los antisistema de la CUP pidieron la cabeza de Mas a cambio de facilitar un Govern independentista y en su lugar se alzó Carles Puigdemont como aspirante a president.
Desde entonces, Mas ha vivido un tira y afloja con la formación. El ex president fue quien inicio el llamado procés y consumó el primer desafío al Estado con la consulta del 9-N del 2014. Puigdemont recogió el testigo de su antecesor pero fue un paso más allá, llevando el reto hasta un extremo que ni siquiera el ex president se atrevía a asumir. Ahora, las consecuencias de aquello han provocado fuertes disputas internas en la formación. Puigdemont, en Bruselas para no ser imputado por esta causa, es partidario de una repetición electoral si no le invisten presidente. Artur Mas, en cambio, lidera la corriente interna para evitar la repetición electoral. Dos posturas que se han vuelto incompatibles y que han hecho estallar por los aires al partido.
En los últimos meses Artur Mas ha mostrado públicamente sus dudas sobre el camino adoptado por el nuevo Govern hacia la independencia catalana. Puigdemont, que llegó a su puesto gracias a la cesión del PdeCat a la CUP, continuó cediendo a sus peticiones. La distancia entre la tradicional moderación del partido y las posturas radicales asumidas por la antigua Convergència llevó a una ruptura del PdeCat entre la vieja guardia del partido, con Artur Mas a la cabeza, y la nueva remesa de dirigentes, con Carles Puigdemont.
Hoy hace exactamente dos años que Artur Mas comparecía en rueda de prensa para explicar su salida. "Habíamos llegado a un punto de bloqueo en estos últimos tres meses de negociaciones que habían deteriorado muchas cosas", comenzó diciendo Artur Mas en su comparecencia en el Palau de la Generalitat tras el acuerdo. "Voy a dar un paso al lado y no me voy a presentar como candidato", dijo entonces.
Tenim un projecte engegat, ben orientat i sòlid. Tots hi som cridats, tots ens fem falta. Gràcies, president, per liderar i per perseverar.
— Carles Puigdemont (@KRLS) January 9, 2016
"Tenemos un proyecto en marcha, bien orientado y sólido. Todos estamos llamados, todos nos hacemos falta. Gracias, presidente, para liderar y para perseverar", señalaba Puigdemont en la red social Twitter. Dos años después, esta relación ha quedado en evidencia a raíz de la gestión del referéndum del 1-O.
Apenas unos días después de esta fecha, Artur Mas reconocía en el Financial Times que Cataluña no estaba preparada para ser un país independencia. "Nos hemos ganado el derecho a ser un Estado independiente. Para ser independientes hacen falta unas cuantas cosas que todavía no tenemos: el control de infraestructuras, de aduanas y fronteras, que la gente pague a la Hacienda catalana, y que la administración de justicia haga cumplir las leyes del Estado catalán. Hasta que eso no sea operativo, la independencia no es real", aseguró Mas.
Un mes después de la fecha, el ex president volvió a dudar de las formas en las que se llevó a cabo el 1-O. En un foro en Madrid, aseguró que el objetivo de la independencia está "perfectamente vigente", pero cuestionó la inteligencia de su gestión y llamó a no confundir "el objetivo en sí mismo con si este objetivo es posible o no", al tiempo que pidió "una reflexión" sobre los hechos y sobre si hubo un "control de los tiempos inteligente o no".
La tensiones internas, más presentes que nunca
Artur Mas lidera el rechazo a la repetición electoral dentro del PDCat. En la reunión del Consell Nacional del partido el rechazo a esa opción fue mayoritario, informa Ep, y el propio Mas advirtió del riesgo de perder la mayoría independentista en caso de repetir los comicios autonómicos. El ex president, secundado por la mayoría en la dirección del PDCat, rechazaba así la opción defendida oficialmente por JxCat en el sentido de que no aceptarán otro presidente que no sea Puigdemont y forzarán unas nuevas elecciones antes de investir a otro candidato, incluso de la propia lista.
Mas capitaliza así el descontento de unos cuadros nacionalistas que defienden la necesidad de que se escoja un gobierno para iniciar una legislatura lo más estable posible que permita al partido preparar las elecciones locales de 2019, la última esperanza del PDCat de consolidarse como fuerza al margen de los designios de Puigdemont.
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