Vistiendo elegantemente traje de chaqueta cruzado de color oscuro, camisa blanca, corbata con rayas horizontales y pañuelo de bolsillo, el embajador español irrumpió por sorpresa en los estudios de televisión de La Habana en pleno discurso de Fidel Castro. Era el 20 de enero de 1960 y una grave crisis diplomática estaba a punto de desencadenarse. Juan Pablo de Lojendio e Irure -marqués de Vellisca por vía consorte- se acababa de plantar en la emisora Telemundo para intentar responderle al mismísimo jefe del Gobierno cubano, después de que éste acusara a la cancillería española y al régimen de Franco de alentar "movimientos contrarrevolucionarios". Irritado por el episodio, el comandante dio la orden de que se declarara persona non grata al canciller español en la isla y su expulsión del país en 24 horas.
Ocurrió hace 58 años y es probablemente el antecedente más cercano a la decisión adoptada este jueves por el Gobierno de Nicolás Maduro de expulsar al embajador español en Caracas (Venezuela), Jesús Silva, por "continuas agresiones y recurrentes actos de injerencia en los asuntos internos" del país suramericano por parte de España. La respuesta por parte del Ejecutivo de Rajoy ha tardado tan sólo 24 horas en llegar: el canciller venezolano, que había sido llamado a consultas, también tendrá que hacer la valija y dejar España en aplicación del 'principio de reciprocidad'. La cuerda de las relaciones entre los dos países alcanza su máxima tensión.
"[El incidente] comenzó a las 12.38 (hora local) y Castro volvió otra vez a las ondas a las 12.45 mientras que una bandera cubana era desplegada por detrás de él. Lojendio abandonó el estudio acompañado por el comandante Juan Almeida, jefe del Ejército cubano, y otros oficiales. No solamente se le negó el derecho a hablar sino que Castro le pidió que dejase Cuba en 24 horas. La orden fue transmitida por el presidente [Osvaldo] Dorticós, que estaba también presente", resumía la nota elaborada por la Oficina de Información Diplomática. Ésta se reproduce en el libro Zona de guerra. España y la revolución cubana (1960-1962), del historiador canario Manuel de Paz Sánchez.
Lo que levantó a Juan Pablo de Lojendio de su sillón en la residencia oficial para dirigirse apresuradamente a la emisora fue la lectura por parte de Fidel Castro de una carta en la que se decía que las cancillerías de España y EEUU habían ayudado a los movimientos contrarrevolucionarios, que el huido jefe de la Fuerza Aérea de Cuba habría sido ayudado por sacerdotes en la isla y que había una imprenta clandestina "escondida en alguna iglesia de este país". "El jefe del Gobierno cubano mostró la carta ante la televisión y dijo que la ponía a disposición de las autoridades eclesiásticas para que puedan decidir acerca de su autenticidad", informó La Vanguardia.
En su edición del 22 de enero de 1962, Abc se hacía eco de las explicaciones de Juan Pablo de Lojendio. Así narraba el encontronazo con Fidel Castro que estuvo a punto de provocar una ruptura de relaciones entre España y Cuba: "Esta noche estaba escuchando en la televisión las declaraciones del jefe del Gobierno y oí, con auténtica sorpresa, algunas manifestaciones calumniosas que me afectaban. Inmediatamente me dirigí a los estudios de la emisora 'Telemundo', acompañado por un consejero de prensa, con el único propósito de pedir al locutor del programa que me autorizase para rechazar, ante el pueblo de Cuba, las calumnias de que había sido objeto por parte del jefe del Gobierno. El comandante Fidel Castro se opuso violentamente a mi petición del derecho de réplica y su actitud fue apoyada por otros oficiales y algunas personas reunidas en el estudio. No obstante, éstos no podrán impedir que el pueblo de Cuba conozca mi protesta contra las calumnias".
En la mañana del 22 de enero de 1960, dos días después del sonado encontronazo y en medio de gritos de "Fuera" y "No vuelvas", Juan Pablo de Lojendio subía en el aeropuerto internacional José Martí a un avión de Iberia que le llevaría a Nueva York antes de regresar a España. Su esposa permanecería una semana más en La Habana "a fin de arreglar el embarque de los objetos propiedad del embajador", según precisaba el despacho servido por la Agencia Efe.
Antes de verse obligado a abandonar la isla a la fuerza, Lojendio quiso dar a conocer a los cubanos su versión del incidente con Castro en el estudio de televisión, después de que se le impidiera la réplica en antena como él pretendía. "Soy diplomático con treinta años de carrera y sé muy bien que mi demanda de inmediato derecho de réplica al sentirme injustamente atacado por el primer ministro del Gobierno no se ajusta a las normas diplomáticas tradicionales. Pero estas normas fueron quebrantadas por el propio primer ministro al calumniar a la Embajada de España en un programa televisado para todo el país. Cuando un Gobierno tiene queja de la actuación de una Embajada debe seguir para substanciarla los trámites normales de la cancillería y de la vía diplomática. Abandonados éstos por el primer ministro, yo no quise reducirme a indefensión y comparecí ante la opinión pública, como en ocasión parecida lo hice hace casi exactamente un año cuando el incidente de Telemundo. Mi gesto fue de protesta por las calumnias vertidas contra la Embajada de España, y concluyo esta declaración afirmando categóricamente que cuantas imputaciones se hicieron contra ella en dicha emisión carecen de todo fundamento. Deseo para Cuba todo lo mejor", declaró.
De manera inesperada, Lojendio tenía que poner fin anticipadamente a su etapa como canciller de España en Cuba. Le habían asignado este destino el 25 de abril de 1952 -las cartas credenciales las presentó ante el general Batista el 23 de mayo de dicho año- tras haber ejercido como cónsul en Córdoba (Argentina), Santiago (Chile), Niza (Francia) y como ministro en Montevideo (Uruguay), entre otras responsabilidades. Hijo del abogado del Estado, consejero permanente y presidente de las comisiones de Hacienda y Agricultura del Consejo de Estado Julián Lojendio Garín y de María de Irure y Olascoaga, Juan Pablo de Lojendio nació en San Sebastián el 17 de mayo de 1906 e ingresó en la carrera diplomática en 1930, tras ser el número uno de su promoción. Su biografía incluye una breve incursión en la política: concurrió a las elecciones generales del 16 de febrero de 1936 por Gipúzcoa por la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), si bien no consiguió escaño.
"No han declarado persona non grata a ninguno desde la época de Lojendio, Castro y Franco", señala a El Independiente Inocencio F. Arias, diplomático español entre 1967 y 2010 y que describió el referido episodio en el libro La trastienda de la diplomacia (Plaza&Janés), del que es coautor con la periodista Eva Celada. Se narra, en concreto, en el capítulo en el que se refiere la visita de Adolfo Suárez a Fidel Castro en septiembre de 1978 y los altibajos de las relaciones entre ambos países.
"Gallardo gesto"
"El líder cubano, con su verborrea habitual, lanzó una noche en la televisión una serie de invectivas contra el régimen de Franco, con el que mantenía relaciones normales. Bien porque la distancia fuera exigua, bien porque el tráfico en La Habana de los años 60 no era excesivo, bien porque el comandante Castro no se distinguía por su parquedad oratoria y en ocasiones un oyente que se encontrara, pongamos, en Albacete o Pamplona podría llegar a Madrid antes de la conclusión para aplaudirlo o silbarlo, la cuestión es que el embajador de España, Juan Pablo de Lojendio, marqués de Vellisca, tuvo sobrado tiempo de llegar a los estudios de la tele, entrar en ellos, deslizarse en el plató y decirle airadamente a Castro que ésos no eran modales. La instantánea del altercado saltó a la prensa mundial. Lojendio, declarado persona non grata, fue retirado mientras la prensa española aplaudía su gallardo gesto. Franco, más sobriamente, lo tuvo unos meses descansando en los pasillos y lo mandó después a la discreta representación de Berna", describen Arias y Celada.
El 6 de octubre de 1961, casi dos años después del episodio, Franco volvió a confiarle una cancillería a Juan Pablo de Lojendio, marqués a raíz de contraer matrimonio con María Consuelo Pardo-Manuel de Villena y Verástegui (hija menor del conde-duque Carlos Pardo-Manuel de Villena y Jiménez). Fue la representación en la capital suiza, donde permaneció hasta su nombramiento el 5 de diciembre de 1969 como embajador en Roma. Éste sería su penúltimo destino, antes de su nombramiento -el 10 de noviembre de 1972- como embajador ante la Santa Sede. Murió en la capital italiana el 13 de diciembre de 1973, siendo condecorado dicho año a título póstumo con la Gran Cruz de la Orden de Carlos III.
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