El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, considera que el Rey se ha ganado a los españoles con su trabajo y esfuerzo diario y ha sabido transmitir la importancia de la Corona con actitudes como su "firme defensa" de la legalidad y la Constitución.
Rajoy elogia las virtudes de Felipe VI en un artículo titulado "50 años de la mejor Historia de España", que ha publicado en su cuenta de Twitter con motivo del 50 cumpleaños del Rey y en el que asegura que los españoles tienen muchos motivos para estar orgullosos de su monarca.
Para el jefe del Ejecutivo, don Felipe ha dado muestras constantes en su tres años y medio de reinado de los elementos que componen "la alquimia de un buen monarca".
Y los detalla: la cercanía, la prudencia, la dignidad, la enseñanza de los padres, el ejemplo para los hijos, la ejemplaridad, el compromiso, el sentido del deber y la responsabilidad por la alta tarea que tiene encomendada.
Medio siglo en la vida de un hombre puede parecer bastante tiempo, pero es poco en la historia de una nación centenaria como España. Bien es cierto que estos últimos 50 años son la excepción a esa regla porque nos han conducido a la mejor España de la historia.
S.M. el Rey cumple 50 años. Y me gustaría, como felicitación, repasar una decena de momentos clave de la vida de don Felipe que coinciden con el camino de España hacia la democracia, la modernidad y el progreso. Momentos que forman parte de la memoria colectiva de los españoles.
El rey nació a finales de los 60, en una España que alumbraba una entusiasta clase media. Fueron padrinos de su bautizo, el 8 de febrero de 1968, su abuelo, el conde de Barcelona, y su bisabuela, la reina Victoria Eugenia, viuda de Alfonso XIII, que pisaba tierra española por primera vez tras 37 años de exilio. La continuidad histórica de la Corona se dio cita con una nación que anhelaba apertura, libertad y prosperidad y que necesitaba imperiosamente incorporarse a las democracias desarrolladas de Europa.
El 22 de noviembre de 1975, un niño de 7 años asistió a la proclamación y coronación de su padre como rey de España. Arrancaba la Transición. España quería encontrarse a sí misma como casa común de todos los españoles, y fue capaz de ganarse su lugar en el concierto de las grandes naciones del mundo en una lección compartida de sabiduría y grandeza, de reconciliación y concordia, de patriotismo y futuro.
Año y medio después, en mayo de un 1977 inolvidable para la democracia española, don Felipe fue testigo de la renuncia de su abuelo a sus derechos dinásticos en favor de su padre, el rey Juan Carlos. Escuchó en primera línea las emocionadas palabras de don Juan: “Majestad, por España, todo por España. ¡Viva España! ¡Viva el rey!”. En noviembre de ese mismo año recibió en Covadonga el título de Príncipe de Asturias.
Hay una imagen del 27 de diciembre de 1978 en la que el Príncipe de Asturias escudriña con la mirada a su padre mientras este sancionaba la Constitución española en el Congreso de los Diputados; una Constitución que plasmó los sueños nacidos en Cádiz y puso en marcha el proyecto de la España de todos que forjó la Transición.
Una fría noche de febrero de 1981 don Felipe tuvo la oportunidad de aprender lo frágil que puede ser la democracia y lo fuertes que son las instituciones democráticas cuando se cumple con el deber y con la ley. Su padre quiso que pasara despierto esa noche, en la que estuvo amenazada la soberanía nacional. Y el joven príncipe pudo ver cómo don Juan Carlos se ganaba el favor del pueblo español y se convertía en el rey de la democracia.
El 15 de mayo de aquel año, don Felipe recibió el Toisón de Oro en una ceremonia privada en el Palacio de la Zarzuela. Un acto que se repetirá en el Palacio Real este 30 de enero cuando se lo imponga a su hija, la Princesa de Asturias, en una decisión que realza la voluntad de permanencia de la monarquía parlamentaria en España.
Un año después, también en mayo, don Felipe acompañó a su padre a Aquisgrán, en el corazón de Europa, para recibir el premio Carlomagno de 1982. Era la primera vez que este galardón se concedía a un monarca y la segunda a un español, tras el diplomático y escritor coruñés Salvador de Madariaga, en 1973. En Aquisgrán escuchó los unánimes elogios a la labor de su padre y a su europeísmo; a esa vocación europea que impulsaba a España hacia la libertad, la prosperidad y el futuro.
Una década después, el 25 de julio de 1992, don Felipe entró en el Estadio de Montjuic como abanderado del equipo olímpico español en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Las imágenes de Barcelona aquellos días mostraron al mundo una Cataluña y una España abiertas, vibrantes y hospitalarias. Demostramos lo mucho que nuestra gran nación puede conseguir cuando trabajamos juntos.
Don Felipe contrajo matrimonio con doña Letizia el 22 de mayo de 2004, en la Catedral de la Almudena. Sus hijas nacieron el 31 de octubre de 2005 y el 29 de abril de 2007 en Madrid. El pueblo español siempre ha seguido con afectuoso interés esos felices momentos de la vida del hoy rey de España.
Un afecto que tuvo su expresión más unánime el 19 de junio de 2014, el día de su proclamación. Toda la formación y experiencia del príncipe cristalizaron en su oferta a los españoles de una monarquía renovada. La normal sucesión en la Corona acreditó la solidez de nuestras instituciones y la madurez de la democracia española.
Han pasado algo más de tres años y medio desde aquella jornada, y el rey se ha ganado a los españoles con el ejemplo, ese arma de apariencia débil y realidad poderosa. Con su trabajo y esfuerzo diario, los españoles tenemos muchos motivos para estar orgullosos de nuestro monarca constitucional.
No es fácil calibrar todos los elementos que componen la alquimia de un buen monarca: la cercanía, la prudencia, la dignidad, la enseñanza de los padres o el ejemplo para los hijos. Todo ello conforma la naturaleza de buen rey. También la ejemplaridad, el compromiso y el sentido del deber, la responsabilidad por la alta tarea que tiene encomendada. De todo ello nos ha dado muestras de forma constante, en su labor diaria, Don Felipe durante su reinado.
En el difícil 2017 que acaba de terminar, nuestro Rey ha sabido mostrar a todos la importancia de la Corona en España. Lo hizo con su presencia en la manifestación del 26 de agosto en Barcelona en repulsa por los atentados del día 17, al encabezar el rotundo rechazo del pueblo español al terrorismo y el respaldo unánime a las víctimas y a sus familias.
Y lo ha hecho, de forma reiterada, con su firme defensa de la legalidad y de la Constitución española, que este año cumplirá su 40º aniversario. Una Constitución que, como príncipe, vio sancionar a su padre y que, como rey, sabe y quiere defender, porque es la base de nuestra libertad y la causa de nuestra prosperidad, principal fortaleza de esta España mejor.
Felicidades, Majestad.
Viva el rey. Viva España.
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