Toni Comín, el ex consejero de Sanidad y diputado electo de ERC fugado en Bruselas, se ha convertido hoy en el verdugo inesperado de los sueños independentistas por la filtración de sus mensajes con Carles Puigdemont en la que el ex presidente reconoce sentirse "sacrificado" ya por las fuerzas independentistas. Es la última polémica de un dirigente que ha acumulado polémicas desde que Oriol Junqueras lo incorporó en la candidatura de unidad independentista JxSi para robar votos catalanistas a un diezmado PSC.
La inclusión de Comín en el Govern Puigdemont-Junqueras como consejero de Sanidad ya fue una sorpresa por el premio que suponía para un político independiente -no milita en ERC- sin ninguna experiencia en el ámbito sanitario. Su currículum se limitaba a haber sido uno de los líderes de Ciutadans pel Canvi, la plataforma de apoyo a Pasqual Maragall creada en 1999 con la que el ex alcalde de Barcelona buscó ampliar apoyos catalanistas a su propuesta de izquierdas para desbancar a Jordi Pujol de la Generalitat.
Los socialistas que compartieron esa época con CpC ya destacan la volatilidad de las convicciones políticas de Comín, hijo de uno de los hombres más respetados del antifranquismo catalán, Alfons Comín. Unas credenciales que, según sus detractores, nunca dudó en utilizar. También lo ha hecho en público, recientemente, cuando comparaba su huida a Bruselas con el exilio de su padre para evitar las cárceles franquistas. De la imagen que dejó en el entorno socialista da buena cuenta el comentario publicado por un dirigente del PSC de la época, Joan Ferran, quien lo recuerda como "un tipo ligero".
Aun pretenderan vendernos que Comin es un agente del CNI....pero no, siempre ha sido así: Un tipo 'ligero'
— joanferran (@Joanferrans) January 31, 2018
Una vez en el Govern, convirtió la gestión de la sanidad pública en uno de los quebraderos del gobierno independentista, empeñado en romper con el sistema de conciertos público-privados que ha caracterizado la sanidad catalana. La supuesta compra del Hospital General de Cataluña, anunciada a bombo y platillo por Comín e inmediatamente desmentida por los dueños del centro hospitalario de Sant Cugat, o la ruptura de los convenios con el Hospital Sagrado Corazón que estuvo a punto de acabar con la viabilidad del centro fueron sus hitos más destacados.
Comín ha compensado esos fiascos con encendidos discursos en favor de la independencia y, sobre todo, en contra de sus antiguos compañeros socialistas -nunca llegó a militar en el PSC, pero fue diputado por este partido durante tres legislaturas-. Autoerigido en una suerte de portavoz de la auténtica herencia maragallista, no ha dudado en tachar a los socialistas de "cómplices del neofranquismo" para descartar una alianza con ERC.
Autocritica limitada
Al margen de su particular batalla con el PSC, Toni Comín ha sido públicamente uno de los dirigentes del antiguo gobierno catalán que más tumbos ha dado. Tras la espantada a Bruselas, fue de los que reconoció que "no se había dicho toda la verdad" a los catalanes. "Insistimos poco en la parte más inquietante del relato, que sólo nos teníamos a nosotros. En cambio quizás se insistió demasiado en aquellas cosas que sonaban más bien porque quizás así tenías la gente más cohesionada" admitió en un ataque de sinceridad ante los micrófonos de RAC1.
Hace una semanas, sin embargo, volvía a escudarse en el enemigo exterior y se convertía en protagonista de la manifestación independentista en la capital belga, cuando aseguró enardecido que "el Gobierno español tiene miedo" y tachó al ejecutivo de Mariano Rajoy, una vez más, de franquista. La autocritica duró poco.
Un discurso que no ha conseguido ocultar el enfado que ha generado entre los cuadros de Esquerra que haya sido precisamente él quien más se ha resistido a renunciar al acta de diputado obtenida tras las elecciones del 21-D. Fue el primero en tomar posesión de sus credenciales, para que no cupiera duda de sus intenciones, mientras sus compañeros en Bruselas tanteaban la situación en sus partidos. Y finalmente ha sido el único que no ha renunciado a ella, junto a Puigdemont, mientras Clara Ponsatí, Lluís Puig y Meritxell Serret la dejaban para garantizar la mayoría independentista en el Parlament.
Argumentan en su entorno que el acta de diputado le permite mantener la excedencia de la que disfruta como profesor de Esade por cargo público, pero lo cierto es que el acta le otorga también beneficios jurídicos a los que sus compañeros han tenido que renunciar.
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