ETA acababa de perder su apuesta. La imagen de aquel hombre desorientado, de barba abandonada, mirada perdida y vestido con un viejo chándal rojo daba ya la vuelta al mundo. Era la viva expresión del alivio y el final de la angustia tras 532 días de cautiverio en un minúsculo y húmedo zulo a sólo 70 kilómetros de allí. Aquella mañana en la redacción la alegría no hizo acto de presencia. Quienes la controlaban habían permanecido 17 meses haciendo requiebros lingüísticos y argumentales para justificar el secuestro más largo de ETA que la Guardia Civil acababa de desbaratar. Aquel 1 de julio de 1997 en sus despachos de Hernani los responsables del diario estaban a punto de acordar una de las portadas más recordadas en los 21 años de historia del diario Egin (Hacer): “Ortega vuelve a la cárcel”.
Nueve días después, la redacción supo antes que nadie que la venganza de ETA se había activado. A las 17.00 horas de aquella tarde del 10 de julio una llamada al diario en nombre de la banda anunció que la cuenta atrás de 48 horas había comenzado. El rescate, reagrupar a sus presos a cambio de la vida de Miguel Ángel Blanco. El final conmocionó al país. Cuando en el resto de periódicos se debatían entre los términos más duros del diccionario para sus portadas -“Hijos de perra”, “Canallas”, “Asesinos”, “Malditos”...-, en Egin la que no acudió fue la indignación. En su lugar aterrizó la indiferencia en forma de fría asepsia. “El edil del PP apareció con dos disparos”, tituló en su edición del 13 de julio de ese año que lo cambiaría todo.
Son apenas dos episodios en la historia del que Justicia consideró el “cuarto frente” de ETA. Un periódico contra el que el 15 de julio de 1998 el juez Baltasar Garzón activó la Operación persiana. Se trasladó hasta sus instalaciones acompañado de un imponente dispositivo policial que irrumpió en Egin para proceder, poco después, a procesar a su cúpula societaria y periodística y decretar su cierre. Decisión que una década más tarde el Tribunal Supremo le rectificaría al concluir que el cierre del diario no se ajustó a la ley. También rebajó las penas de los condenados por la Audiencia Nacional.
Un archivo para el relato
La decisión de Garzón supuso el final de Egin. Sus instalaciones, su rotativa, sus archivos y su historia quedaban clausuradas. Y así han permanecido desde hace casi cuatro lustros, bajo control de un administrador judicial y de la Audiencia Nacional. Un tejado semiderruido resume bien lo que ha sido el devenir de aquella redacción. En su interior, varios palés de los últimos ejemplares editados, descoloridos, seguían acumulando tiempo junto a varias bobinas de papel destinadas a la destartalada rotativa. En las estanterías decenas de miles de fotografías seguían sobreviviendo a duras penas a la lluvia, el polvo y el barro. Muchas de ellas arrojadas en el suelo, otras protegidas en carpetas. El tiempo ha dañado un gran volumen de documentación que costará recuperar.
El Gobierno vasco guardará en el Archivo Histórico de Euskadi el material fotográfico y documental de 'Egin', casi 1.000 cajas
La historia de Egin es parte del relato de un tiempo, de un periodo de este país. También de un modo de afrontar la violencia, la dignidad y la libertad. Incluso la historia de un modo de entender la libertad de expresión y el periodismo. Todo ello es lo que ahora quiere recuperar el Gobierno vasco para historiadores, investigadores y futuras generaciones que deseen conocer cómo se relató y actuó en algunos sectores durante el medio siglo de violencia terrorista en Euskadi. El pasado jueves una delegación del Ejecutivo vasco, previa autorización de la Audiencia Nacional, acudió hasta el inmueble del polígono industrial que un día albergó la redacción central del diario afín a la izquierda abertzale. Para acceder la Ertzaintza rompió la cadena que impedía el acceso. Los operarios comenzaron a almacenar en cajas veinte años de historia, de material fotográfico, documental y resto de elementos relevantes que dieron forma a aquel proyecto periodístico nacido en 1977 y que salió a los quioscos por primera vez el 29 de septiembre de ese año.
En las próximas semanas se catalogará el cerca de un millar de cajas con material, fundamentalmente fotográfico, que se han trasladado al Archivo Histórico de Euskadi, ubicado en Bilbao, en lo que se convertirá en una parte más del relato de lo vivido en el País Vasco en los años de terrorismo etarra. Un archivo que mostrará cómo funcionó y actuó y, sobre todo, cómo evolucionó en el tiempo, una estructura informativa creada para un público abertzale “plural” y que terminó sometida a los dictados de ETA, según concluyó la Justicia. “La relación de dependencia”, llegó a asegurar la Audiencia Nacional en la sentencia de 19 de diciembre de 2007 que condenó a parte de su dirección, “respecto a ETA llegó a ser absoluta”.
Dependencia "absoluta" de ETA
El 30 de enero de 1999 Egin ya tenía relevo: nacía el diario Gara (Somos). Antes, el entorno de la izquierda abertzale había logrado sacar a la calle un periódico provisional, Euskadi Información, con el titular de portada Egin, egingo dugo (Haremos Egin). Pero la estructura informativa de la izquierda abertzale quedó dañada para siempre. La Justicia incluso estableció que la deuda con la Seguridad Social que arrastraba el diario clausurado, por impago de las cuotas empresariales, seguiría pesando sobre ellos.
Hoy Gara acumula una deuda de 4,7 millones que pone en peligro su viabilidad. Los actuales responsables del diario reclamaron al Ejecutivo vasco que, al igual que se hacía cargo del archivo de Egin, también debería “tomar cartas en el asunto” y dar una respuesta a la situación económica derivada en gran parte de aquella operación que supuso el cierre “ilegal” del diario.
El surgimiento de Egin (Hacer) fue casi simultáneo al de Herri Batasuna (Unión del Pueblo). Apenas siete meses de diferencia en aquel agitado 1977. El periódico fue un proyecto impulsado por una veintena de socios deseosos de dar voz a un sector nacionalista de izquierdas que demandaba recuperar la cultura, la lengua y los valores vascos tan laminados durante el franquismo. Lo hizo con una visión amplia y plural dentro de ese mundo, hasta que la izquierda abertzale más radical fue copando su control de modo progresivo. Editada por la sociedad Orain, constituida después como un grupo mediático -el cierre de Egin fue acompañado de la clausura de Egin Irratia-, el relato que la sentencia del denominado macrosumario 18/98, que juzgó a lo que definió como estructura financiera de ETA, hace de su evolución es claro.
La Justicia dio por probado que el jefe político de ETA, 'Txelis', y la dirección de la editora del diario se reunieron en Bidart para reestructurar Egin
En ella se apunta cómo poco a poco la izquierda abertzale e incluso la propia ETA se fueron adueñando del control del diario y del propio grupo editor. Un control que no sólo se tradujo en un cambio en su orientación informativa y de opinión sino incluso en la composición de los puestos más relevantes de la redacción.
Así, la sentencia que condenó al periódico relata cómo, a partir de 1991, cuando ETA decidió convertirlo en su “cuarto frente” de lucha, junto a los “frentes” armados, “de masas” o social y el institucional, el jefe político de la banda, José Luis Alvarez Santacristina, ‘Txelis’, mantuvo varias reuniones los días 21,22 y 23 de febrero de 1992 en Bidart (Francia) con representantes de Orain para fijar la reestructuración del periódico. “A partir de 1992 el diario Egin llegó a estar plenamente subordinado, tanto en sus funciones como su organización, a la estrategia global de ETA”, señala. Tras aquel encuentro, se nombró director y subdirectora a dos de los condenados en este caso, Xabier Salutregi y Teresa Toda.
Mensajes, comunicados y alertas
La sentencia, de más de 1.000 páginas, llega a señalar cómo el periódico se utilizó por ETA para algunos de sus fines. Cita el caso de algunas secciones del diario, como Agurrak (Saludos), que habría sido el canal empleado por militantes de la organización para ponerse en contacto de modo discreto. Se apunta también que la información de la puesta en marcha de operaciones policiales contra ETA o alguno de sus puntos de apoyo era un modo de alertar al entorno al que pudiera afectar: “Se conocían porque la redacción disponía de mecanismos para interceptar las radiofrecuencias” de la policía.
ETA recurrió al diario para poner en contacto a militantes, publicar comunicados, alertar de explosivos o dar ultimatums como el de Miguel Ángel Blanco
La justicia también dio por probado que a través de sus contenidos el diario puso en cuestión a algunas personas e instituciones que terminarían siendo objetivo de ETA años después. Cita el caso del sargento mayor de la Ertzaintza Joseba Goikoetxea, que “había sido censurado con dureza” en el diario.
En sus páginas, durante años, no se condenaba las acciones terroristas de ETA. Las denuncias contundentes se reservaban para la violencia de Estado de los GAL y las torturas. Las víctimas de ETA no tenían cabida, ese espacio siempre se reservó para los presos de la banda y sus familias. En la redacción de la que ahora se ha sacado todo su archivo documental se recibieron con frecuencia los comunicados de ETA reivindicando un crimen, detallando su enésimo ultimátum o anunciando alguna de las muchas treguas que aplicó y rompió. Tampoco faltaron llamadas alertando de la colocación de explosivos en algún rincón del país, con el detalle del lugar y la hora de la detonación.
Hacer "pedagogía" de la violencia
Cuando Egin desapareció vendía 52.000 ejemplares y se había convertido en uno de los diarios con mayor penetración en la sociedad vasca. Sin embargo, sus finanzas atravesaban por un momento delicado. Las instituciones vascas habían dejado de apostar por este medio en sus campañas institucionales y la entrada de publicidad se había resentido de modo muy importante. ETA recibía información periódica sobre la situación financiera del grupo, según la Audiencia Nacional.
El control de ese grupo de comunicación buscaba alcanzar tres objetivos, según la sentencia. Lo afirma basándose en un documento en el que se detalla la Estrategia organizativa del MLNV, en particular en el apartado referido a la labor ideológica y de medios de comunicación. En este punto se apela a la necesidad de promover una “lucha ideológica” en los medios de comunicación como muy relevante. “No es la hermana pobre de la lucha” sino que la considera imprescindible para “neutralizar el discurso del enemigo”.
La lucha "ideológica" a través de los medios se priorizó para "neutralizar el discurso del enemigo"
La lucha debía lograr tres objetivos. El primero de ellos, “mantener la cohesión interna” del mundo abertzale más radical en todos sus ámbitos, el político, el social y el juvenil. En este objetivo se incluiría, según la Audiencia Nacional, “orientar” la actividad del llamado Movimiento Nacional de Liberación Vasco (MLNV) “magnificando” los actos de ETA y “justificándolos”. El segundo objetivo del frente informativo debía convertirse en una herramienta para la “intimidación y coacción” al servicio de los demás “frentes” de ETA. Se apunta incluso que las informaciones y opiniones vertidas debían tener una “finalidad didáctica”. Por último, se cita un último objetivo que consistiría en presentar el ejercicio de la violencia como un “fenómeno natural dentro de la confrontación existente” en aras a difundir una suerte de “pedagogía de la violencia”.
Garzón, cuestionado por el TS
Pero si la Justicia no tuvo dudas de los vínculos entre el diario y la banda, en cambio sí cuestionó la actuación del juez Garzón y su decisión de cerrar el diario. El propio juez acordó dos años después de su intervención autorizar su apertura, inviable según el administrador judicial por su situación económica y sus deudas. Once años después, en 2009, el Tribunal Supremo consideró que no se debía haber decretado la clausura de Egin. Dejó sin efecto la declaración de solicitud de cese de su actividad y la disolución de Orain.
El TS concluyó ilegal el cierre de Egin por no declararse "asociación ilícita" y ser los acusados "colaboradores", no "integrantes" de ETA. Les rebajó las penas
Recordó que para adoptar esa medida primero debían haber sido declaradas asociaciones ilícitas, algo que no sucedió ni fue reclamado por ninguna de las acusaciones. La corrección también afecta a las condenas de los acusados. Subrayó que se produjeron por ser “colaboradores” de una banda armada y no por “integración” en ella –acusación que ya rebatió a Garzón la Audiencia Nacional en 2001-, elemento que también impediría la disolución de la sociedad y que además derivó en una reducción de las condenas.
La disolución de la empresa editora fue parte de la actuación mucho más amplia llevada a cabo por Garzón en el conocido como macrosumario 18/98 –abierto contra la estructura financiera de ETA- y afectó, además de a Egin y Egin Irratia, a entidades como la Koordinadora Abertzale Socialista (KAS), Ekin y Xaki (aparato internacional) -que integrarían el frente político de ETA-, y que fueron ilegalizadas, o la plataforma de impulso y aprendizaje de euskera AEK.
En la operación inicialmente se llegó a detener a 76 personas, de las que sólo 47 fueron condenadas por la Audiencia Nacional y nueve de ellas finalmente absueltas por el Tribunal Supremo. El Alto Tribunal también rebajó los años de condena impuestos por la AN, que pasaron de un total de 525 años a casi a la mitad, 290 años.
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