Que el presidente del gobierno está en campaña es algo ya asumido tanto en el gobierno como en el PP. Rompiendo el tópico de su pachorra infinita, Mariano Rajoy lleva dedicándole todos los fines de semana al partido desde mediados de enero. Esta semana, por ejemplo: el sábado estuvo en Málaga; este domingo, en Murcia. Aunque en público ningunea las encuestas, en privado las tiene muy en cuenta y sabe que su partido se la juega en las municipales y autonómicas del próximo año. Eso, si antes no se adelantan en Cataluña y en Andalucía, lo cual es muy probable.
Para recuperar el terreno perdido frente a Ciudadanos, el PP depende del gobierno. Mientras que desde la oposición se pueden plantear reivindicaciones a sabiendas irrealizables, el partido que está en el poder sólo puede proponer lo que sabe que va a conseguir. Y ha llegado la hora de dar trigo, porque sus tradicionales banderas políticas ya no son su monopolio.
Las elecciones en Cataluña significaron un duro revés para el eje Moncloa/Génova. La aplicación del 155 y la defensa de la unidad de España fueron capitalizadas por el partido de Albert Rivera. Al mismo tiempo, Ciudadanos ha tenido la habilidad de apuntarse las medidas más rentables electoralmente (bajada del IRPF, equiparación salarial, etc.) fruto de su pacto con el gobierno.
El cuerpo electoral del PP se está quedando en los huesos ya que muchos de sus votantes ven a Ciudadanos como un partido ideológicamente afín, pero sin el lastre de la corrupción. ¿Qué hacer ante este callejón sin salida?
La respuesta a tan crucial pregunta la respondió el presidente en la última reunión de la dirección del PP: "Tenemos que dejar de ceder para empecer a conceder". La ofensiva de las últimas dos semanas ha sido el fruto de esa nueva doctrina: acuerdo para poner en marcha el llamado MIR educativo (que eleva de cuatro a seis años la formación de los que aspiran a ser maestros); el pacto de Zoido con la Policía y la Guardia Civil para equiparar sus salarios a los de las policías autonómicas (sacando el pacto fuera del presupuesto); o la oferta de subir las pensiones mínimas y de viudedad que anunció Rajoy en el Pleno de esta semana. Cristóbal Montoro se ha puesto en posición de firmes ante esta NEP (nueva política económica) marianista que consiste en tirar de chequera aprovechando la mejora de los ingresos fiscales.
"La gente -explica un dirigente del PP- tiene que percibir que es el gobierno el que proporciona estas mejoras, que no se deben a la imposición de Ciudadanos, sino a decisiones autónomas que son posibles por una política económica que está dando resultados".
El presidente ha transmitido a la dirección del PP su decisión de hacer concesiones palpables para la gente para recuperar el terreno perdido frente a Cs
Por fin, después de muchos meses de caras largas, estos días se han visto sonrisas en el cuartel general de los populares. Ha sido la particular semana fantástica del PP. "Nos salió bien el debate de pensiones, el PSOE ha perdido ante la opinión pública el debate sobre la prisión permanente revisable y, por último, la Fiscalía ha pedido el archivo de la causa contra la senadora Barreriro", suspira aliviado un vicesecretario popular.
En el gobierno se da por hecho que habrá presupuestos, una vez que el Supremo dictamine sobre el caso de la senadora del PP, decisión sobre la que caben pocas dudas tras la petición de archivo por parte de la Fiscalía. Incluso el PNV ha hecho llegar a Moncloa su deseo de poner fin a la incertidumbre: cuando condicionaron el apoyo presupuestario a la retirada del 155 en Cataluña, los nacionalistas vascos lo hicieron pensando que a finales de enero ya habría un nuevo gobierno en la Generalitat.
Como hemos dicho ya en El Independiente, Rajoy quiere un horizonte despejado en los próximos meses, algo que sólo es posible si consigue sacar adelante los presupuestos de 2018. De ser así, será un éxito político que piensa rentabilizar en favor de su partido de cara a los decisivos comicios que se celebrarán en la primavera de 2019.
Por su parte, Ciudadanos no se lo va a poner fácil al PP. Puede, finalmente, dar su luz verde al presupuesto, pero le va a hacer la vida muy difícil en el Congreso.
Lo que ha sucedido esta semana a cuenta del debate sobre la prisión permanente revisable es una prueba de hasta qué punto Ciudadanos puede convertir la vida parlamentaria en un Vietnam político para el partido del gobierno. Fruto del pacto de gobernabilidad, PP y Ciudadanos controlan, a través de la Mesa del Congreso, la tramitación de los debates parlamentarios, incluidos los que proponen PSOE y Podemos sobre asuntos incómodos. La Mesa se ha convertido de facto en el regulador de la conflictividad parlamentaria.
Si el partido de Rivera no hubiera levantado su veto, el debate sobre la prisión permanente revisable no se hubiera producido. El PP no se puede llevar a engaño, ya que Rivera advirtió que si seguían metiéndoles el dedo en el ojo con temas como las irregularidades detectadas por el Tribunal de Cuentas, su grupo actuaría en consecuencia, favoreciendo debates en los que la oposición podía ganarle al gobierno, como ha sucedido con el debate sobre las enmiendas a la propuesta de derogación de la ley presentada en su día por el PNV y apoyada por todos los grupos políticos de la Cámara a excepción del PP y Ciudadanos.
Con Ciudadanos "hay que mantener la calma, no se puede ir a matar", ha pedido Rajoy a la dirección de su partido
Rajoy ha vuelto a pedir prudencia a los suyos en la compleja relación que hay que mantener en los próximos meses con el partido que indisimuladamente quiere arrebatarle a sus votantes. "Con ellos hay que mantener la calma, no se puede ir a matar", ha pedido el presidente a la dirección de su partido. La descarnada batalla se aplaza hasta la campaña de las municipales y autonómicas, donde Ciudadanos va a tener que competir con un partido fuertemente implantado y con una organización muy poderosa. "En esas elecciones se va a comprobar la fuerza real de Ciudadanos, son las que les van a poner en su sitio", advierte uno de los primeros espadas del PP.
El presidente ha tomado el timón de su partido para recuperar terreno en ciudades y autonomías con la vista puesta en las generales. La táctica es ganar posiciones, pero sin enfrentarse abiertamente al partido naranja.
El PP es consciente de que tendrá que pactar con Ciudadanos para echar a los partidos de izquierda de los consistorios y comunidades donde ahora gobiernan. Lo que se preguntan en Génova e si Rivera le va a proporcionar a Rajoy la tregua que necesita.
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