Fue unos días más tarde de lo establecido en los Acuerdos de Paz de París. Pero fue. El 29 de marzo de 1973, hace 45 años, finalizaba la retirada de los últimos 4.300 soldados norteamericanos que combatieron en Vietnam, la guerra más traumática de la historia para la opinión pública norteamericana. Realmente, el adiós definitivo fue casi una anécdota, la puntilla de un final anunciado: Estados Unidos se encaminaba de cabeza hacia la derrota desde hacía más de cinco años.
A finales de este mes de enero se produjo en Vietnam otro aniversario. El país celebraba los 50 años desde el inicio de la ofensiva del Tet: un ataque casi suicida del Vietcong comunista contra las fuerzas norteamericanas y locales que dominaban el sur. Una operación preparada en secreto durante meses, un gran éxito organizativo. También un desastre militar. Las guerrillas del norte sufrieron una derrota brutal, a la que se sumó después una represión desmedida. Perdieron a más de 45.000 hombres y otros 60.000 resultaron heridos. Para Estados Unidos, la victoria tampoco salió gratis: murieron miles de soldados en las escaramuzas, que se retransmitieron casi en directo en los medios de comunicación.
Vietnam fue el primer gran conflicto mediático. Nunca antes las atrocidades de la guerra habían viajado a tanta velocidad. Mientras en América Lyndon Johnson le decía a su pueblo que todo iba bien, las bajas se acumulaban en el contador -en total fueron 58.200 muertes y más de 300.000 heridos norteamericanos-. Las imágenes comenzaban a correr como la pólvora.
Del 1 de febrero de 1968 es la mítica instantánea en la que un general jefe de la policía survietnamita ejecuta a un prisionero del Vietcong de un disparo en la sien, en plena calle, en Saigon. El pueblo estadounidense vio en directo acciones que se cometían en su nombre y la confianza decayó. En el rol del país en el conflicto, en el propio gobierno y, por primera vez, en el propio servicio militar.
Un país más cínico
En un artículo escrito en The New York Times por Karl Marlantes, que ejerció como teniente del cuerpo de Marines en Vietnam, el veterano recuerda una charla con sus amigos, todavía en Yale, en la primavera de 1967, cuando el conflicto duraba ya más de 12 años. Se escandalizó cuando uno de los contertulios deslizó que el presidente Johnson mentía sobre lo que sucedía en el sudeste asiático. "Pero...¡pero un presidente norteamericano nunca mentiría a los norteamericanos!", respondió, provocando la carcajada de los demás.
"Cuando le conté esta historia a mis hijos, todos se rieron a carcajadas también. 'Por supuesto, los presidentes mienten. Todos los políticos mienten. Por Dios, papá, ¿de qué planeta vienes?'. Antes de la guerra de Vietnam, la mayoría de los americanos eran como yo. Después de la guerra, la mayoría fueron como mis hijos", escribe para ilustrar cómo el trauma del conflicto cambió a la sociedad estadounidense. La volvió más cínica, más descreída, la desmotivó.
La encerrona, el caos, los soldados muriendo a cuentagotas en las selvas, los niños huyendo del napalm. Las imágenes de la guerra de Vietnam no impactaron sólo a la sociedad estadounidense. Fueron un fenómeno global. El periodista Fernando Múgica, fallecido hace dos años, decía que fue "la última aventura romántica del periodismo" y que el mundo de los reporteros se dividió en dos después de 1975: "Los que habían estado en Vietnam y los que no".
En ese artículo, Múgica recordaba a los 135 fotógrafos que murieron en Vietnam. No fueron oficialmente bajas de guerra, no combatían, pero sus cámaras fueron las armas más poderosas de un conflicto en el que Estados Unidos había estado condenado desde el principio.
Guerra desigual
La sangría retransmitida también fue, por primera vez, desigual. Se ha escrito mucho sobre el tema: el servicio militar fue en Estados Unidos, durante mucho tiempo, un elemento de igualdad. Todo el mundo combatía. Todo el mundo luchó en la Segunda Guerra Mundial: hubo una diferencia de 293 dólares en la renta media de los condados que sufrieron más bajas en la SGM y los condados que sufrieron menos.
En Vietnam esa igualdad ya había comenzado a desaparecer. Durante la Guerra Fría el gobierno consideraba clave la actividad interna y otorgaba permisos a los estudiantes de profesiones clave que se dedicaran a la universidad a tiempo completo. Un acceso reservado durante mucho tiempo a las clases altas. La guerra cada vez más fue una cosa de pobres. Un estudio de la Universidad de Memphis pone datos a la desigualdad: frente a los 293 dólares de diferencia de la Segunda Guerra Mundial, en la Guerra de Vietnam la renta media del 25% de los condados que más bajas sufrieron era de 35.456 dólares. La del resto, de 43.623. Una brecha que ha seguido creciendo: en los conflictos de Irak y Afganistán ya se acercaba a los 12.000 dólares.
La guerra siguió después de 1973, ya sin soldados norteamericanos. Ni ricos ni pobres. "Los dos adversarios vietnamitas, solos frente a frente", decía ABC el día de la retirada. Los periodistas se quedaron, los fotógrafos también. La guerra siguió dejando imágenes mientras el norte comunista avanzaba imparable.
Una de las series más recordadas corresponde al 30 de abril de 1975 y muestra la embajada norteamerica en Saigon (hoy Ho Chi Minh) evacuada mientras era tomada. Un helicóptero trata de evacuar a los últimos once marines del edificio, mientras echa a volar y alguna persona desesperada trata de aferrarse al aparato. Eran los últimos once, que volaban hacia el portaaviones USS Kirk, tan saturado de aeronaves cargadas de refugiados survietnamitas que la tripulación no tuvo más opción que comenzar a empujarlas una a una hacia el mar, ya vacías, para hacer hueco. A bordo seguía el síndrome de Vietnam, que acompaña a la sociedad norteamericana y su ejército todavía hoy, cuatro décadas más tarde.
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