"No hay 17 PSOE, esto un partido federal. Sólo hay un PSOE". Destacados miembros de la Ejecutiva Federal de Pedro Sánchez reiteran este mensaje cada vez que se les pregunta por las discrepancias internas en el seno del partido. "Eso se acabó", insisten desde Ferraz.
La necesidad de coordinar la acción política de las federaciones regionales y unificar la comunicación es una de las principales lecciones aprendidas por Pedro Sánchez durante su "primera vida" como secretario general, antes de su derribo en el Comité Federal del 1 de octubre de 2016.
En aquella etapa, cuando llegó a la cúpula del partido de la mano de Susana Díaz, Sánchez se sintió sin autoridad para defender sus posiciones políticas, criterios y directrices ante los barones. Más bien al contrario, los dirigentes territoriales que presidían gobiernos autonómicos le maniataron e impidieron que sacara adelante iniciativas como acordar con Podemos una alternativa al Gobierno de Mariano Rajoy.
Superada esa debilidad con su contundente victoria en las primarias, Pedro Sánchez se propone acabar ahora con la división del partido en 17 'reinos de taifas'. "Sólo hay un PSOE, esto no es un partido confederal", reiteran desde la dirección, que quiere dejar claro a las federaciones que la línea política nacional y las estrategias se deciden en la Ejecutiva federal, no en las baronías.
Ese propósito ha llevado a Ferraz a organizar actos propios en Andalucía sin pedir permiso al PSOE-A, un gesto que ha soliviantado a la federación de Susana Díaz. La insistencia de Sánchez en saltarse el veto del PSOE andaluz y acudir a la comunidad cuando lo cree conveniente hace que la Ejecutiva regional vaya asumiendo esa potestad del secretario general y se resigne.
Algo similar ocurre con el resto de baronías que han sido críticas con el secretario general. Desde su retorno al frente del PSOE, Pedro Sánchez acude a los principales actos de partido, como los congresos regionales, y a celebraciones de carácter institucional en Aragón, Valencia, Castilla-La Mancha y Extremadura.
Pedro Sánchez eligió Granada el 12 de enero para celebrar la primera asamblea abierta a la ciudadanía con las que pretende movilizar al PSOE y acercarlo a la calle tras el hartazgo ciudadano por la crisis catalana. Esa elección molestó al socialismo andaluz, que le dio la espalda al acto con ausencias destacadas como la de su secretaria general, Susana Díaz.
A Granada le siguieron otras asambleas en Córdoba, Sevilla y La Línea, en su mayoría sin grandes apoyos del PSOE andaluz. Para dejar claro que acudiría no sólo a actos de partidos, sino también institucionales en lo que antes fue un 'territorio comanche' para él, Sánchez también celebró un desayuno informativo en Sevilla al que Díaz acudió a regañadientes. "¿El deshielo? Eso será para Frozen", respondía la presidenta a los periodistas tras mantener un breve encuentro con su secretario general el 23 de enero.
Días después, Pedro Sánchez se autoinvitó a la conmemoración del Día de Andalucía que celebra la Junta el 28 de febrero. A pesar del malestar de Susana Díaz y del PSOE-A, el líder del PSOE desembarcó en Sevilla con todos los miembros andaluces de su Ejecutiva para asistir a la entrega de las medallas de Andalucía y los nombramientos de hijos predilectos que se celebró en el Teatro Maestranza.
Para constatar su autoridad en el partido en toda España, Sánchez también organizó y anunció una Escuela de Buen Gobierno sin coordinación con los barones y referentes históricos del partido, que en respuesta le dieron la espalda y no acudieron. A pesar de esas ausencias, Ferraz considera que las jornadas fueron todo un éxito y que los ausentes, como Felipe González, Alfredo Pérez Rubalcaba, Susana Díaz o Ximo Puig, fueron los que quedaron en evidencia frente al impulso del 'nuevo PSOE'.
Tras poner la pica en Andalucía, Sánchez impone su autoridad en otros territorios como Madrid. En casos como el de esta comunidad, donde el PSOE no gobierna, le resulta más fácil aplicar sus criterios ya que no existen argumentos en contra de carácter institucional. Es lo que ha ocurrido con la moción de censura a Cristina Cifuentes.
El líder del PSOE ya advirtió seriamente a la presidenta de la Comunidad el lunes de que se enfrentaría a una censura si su comparecencia del miércoles no servía para despejar todas las dudas existentes sobre su máster en la Universidad Rey Juan Carlos. Tras sus argumentos, una "sarta de mentiras" a juicio del PSOE, la Ejecutiva Federal impuso esa iniciativa a pesar de los recelos que despertaba en el grupo parlamentario madrileño.
De hecho, el portavoz del PSOE en la Asamblea, Ángel Gabilondo, fue muy comedido durante el pleno extraordinario y ni siquiera pidió la dimisión de Cifuentes como sí habían hecho otros dirigentes destacados del PSOE como la portavoz en el Congreso, Margarita Robles. Frente a ese ardor político, Gabilondo sólo instó a la presidenta a que “nos dé su palabra de que entregó y defendió su Trabajo de Fin de Máster”. “Si no la ofrece su currículum será una mera apariencia de lo sucedido. Asuma su responsabilidad con todas las consecuencias”, aseguró.
Horas después anunció la presentación de la moción de censura contra Cifuentes a sabiendas de que sería fallida por la falta de apoyo de Ciudadanos. "Estoy dispuesto si es lo que hay que hacer, porque hay cosas más importantes en la vida que ganar o perder. Ganaremos algunas cosas como la credibilidad de que somos un grupo responsable”, explicó.
Ahora, Pedro Sánchez utiliza la moción de censura con el objetivo de presentar al PSOE y a Gabilondo como una alterantiva honesta a un PP asediado por casos de corrupción en la Comunidad. En plena precampaña de las elecciones municipales y autonómicas, el secretario general protagoniza este sábado un acto en Madrid para explicar los motivos de esa iniciativa bajo el lema "con la ciudadanía, por la dignidad".
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