Alertaba esta semana Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal: "Desde hace mucho tiempo venimos padeciendo una penuria seria de vocaciones para el ministerio presbiteral. Si hace varios decenios la abundancia era extraordinaria, actualmente la escasez es también extraordinaria". Y tiene razón: faltan curas en España. Hace tiempo que los párrocos rurales viven haciendo kilómetros en la carretera, con 10, 15 o más comunidades a su cargo. En nuestro país, actualmente hay 6.117 sacerdotes menos que parroquias. Y cada vez menos seminaristas.
La despoblación también juega su parte en la problemática, pero golpea en el lado equivocado. Las regiones más rurales y despobladas son las que cuentan con un ratio más bajo de sacerdotes por parroquia. Pero también son las más católicas, como apunta insistentemente el CIS. Al mismo tiempo, son las más envejecidas y sus habitantes cuentan con mayores dificultades para desplazarse a municipios cercanos. Si el cura tiene una cantidad importante de localidades a su cargo, algunas de ellas se quedan sin misa. Incluso la obligatoria de los domingos.
En Castilla y León hay más de 500 pueblos en los que los vecinos no pueden oír misa si no se desplazan. En Teruel, la diócesis decidió este mes de noviembre suprimir los servicios en el 15% de los municipios bajo su influencia ante la dispersión de feligreses. Las recuperarán, si acaso, en el verano y fiestas señaladas. No es un problema nuevo: en el año 2002 ya era noticia que un pueblo de León, Cebrones del Río, de casi 500 habitantes, se quedase sin misa por el día de Todos los Santos.
Precisamente desde 2002 ofrece datos de seminaristas la Conferencia Episcopal. Y la estadística es negra: aquel año había en España 1.736 seminaristas repartidos por todo el país, y se ordenaron 227 sacerdotes de la promoción anterior. La caída en picado ha sido continua desde entonces: en 2018 hay 1.263 seminaristas y se han ordenado 109 de la promoción de 2017.
En total, en los últimos 15 años la cantidad de seminaristas ha descendido en España un 27%, aunque la sangría se ha estabilizado desde 2009, cuando se registró el mínimo histórico. En los últimos años, como las parroquias, se han reforzado con aspirantes extranjeros. El recorte es más dramático en el número de esos estudiantes que finalmente llegan a ordenarse: la caída es del 52% desde comienzos de siglo y las cifras están cercanas a arrojar promociones menores de 100 curas al año. Las tasas de abandono son altas, especialmente en diócesis como Madrid, y el número de seminaristas que finalmente acaban por dedicarse a otras tareas es igualmente elevado.
Actualmente hay en España 16.790 sacerdotes diocesanos para atender a 22.907 parroquias. Son datos agregados, sumando los que ofrece el nomenclátor individualizado de cada una de las 70 diócesis de nuestro país, actualizado en 2017. Son exactamente 1.000 sacerdotes menos que los que había en 2014, según el último registro publicado por la Comisión del Clero de la Conferencia Episcopal. La tendencia es a la baja, aunque esta "extraordinaria escasez" por el momento no se hace notar en las principales ciudades y provincias.
Osma-Soria, la diócesis más despoblada de curas
La diócesis de Madrid, por ejemplo, cuenta con 1.601 sacerdotes para sus 482 parroquias. Un ratio de 3,32, el más alto de toda España. Le siguen las de Getafe (2,53), Barcelona (2,03), Toledo (2,01) y Alcalá de Henares (1,8). Sólo 23 diócesis de 70 tienen más párrocos que parroquias, entre ellas Bilbao, Cádiz, Córdoba, Sevilla, Mallorca, Zaragoza, Valencia... En el extremo contrario del ránking, la competición está mucho más disputada.
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En la diócesis de Osma-Soria hay 543 parroquias y sólo 104 sacerdotes, que se echan a la carretera a diario para atender los menguantes servicios de la provincia. Sus 0,19 curas por parroquia suponen un baremo poco alejado del de otras diócesis como Lugo (0,23), Urgell (0,25), Jaca (0,26), Barbastro-Monzón (0,31), Astorga (0,31), Huesca (0,32), Mondoñedo-Ferrol (0,33) o León (0,34).
La mayoría tienen un denominador común: son regiones escarpadas, con comunidades aisladas y núcleos de población que decaen y en los que la presencia permanente de un sacerdote es inviable. Son carreteras de montaña, trayectos pesados y muchos kilómetros. Y el envejecimiento no es un problema sólo de los feligreses: el último dato disponible dice que la media de edad del clero español es de 65,5 años y va imparablemente en ascenso. No es lo más recomendable estar todo el día en la carretera, en determinadas zonas y en determinadas épocas del año.
El 10% de los sacerdotes llegan de fuera
El rejuvenecimiento no llega desde los seminarios, con cifras de ordenación cada vez más pobres. Llega desde el extranjero. En España, a día de hoy sirven más de 1.500 curas procedentes de más de 70 países de todo el mundo. Cerca del 10% del total, y subiendo. Llegan por las circunstancias más variadas. En misión, por decisión personal o para servir a comunidades específicas. Es el caso de curas polacos, rumanos o búlgaros. También latinoamericanos y africanos.
Esta cifra se ha triplicado en los últimos tres años. En 2015 se hablaba de unos 500, que ya venían de seminarios "llenos" de Iberoamérica, África y Asia. Se recurre a ellos con cada vez más frecuencia. También echan una mano los cerca de 6.500 religiosos pertenecientes a órdenes específicas y los 438 diáconos reconocidos por las diócesis. Esta última figura se reintrodujo en la iglesia católica tras el Concilio Vaticano II de 1959 y permite a hombres casados con formación probada predicar, proclamar el Evangelio, bautizar, casar... Su número se ha cuadruplicado en España desde principios de los 90, cuando eran apenas 100.
Ya (casi) no hay bodas por la Iglesia
Todos estos profesionales -cuyo salario varía dependiendo de la diócesis, pero en rara ocasión supera los 1.000 euros mensuales- atienden a una comunidad cada vez más reducida. Entre 2007 y 2017, según los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas, el porcentaje de españoles que se declaran católicos ha pasado del 77,3% al 69,9%. Y el de los que acuden habitualmente a misa, del 18,5% al 16,3%. Hay un millón menos de personas en los templos.
Pero hay un dato en el que se explicita el desapego de la sociedad por los ritos religiosos: las bodas. Cada vez más, casarse por la Iglesia se convierte en una excentricidad y en una opción minoritaria. Un vuelco que se ha producido en muy pocos años, desde que entró el nuevo siglo.
En el año 2000, el 75,6% de las bodas que se celebraban en España eran católicas. En 2016, según datos del INE, sólo 47.771 de los 171.023 matrimonios entre parejas de distinto sexo se oficiaron por la Iglesia. Un 27,9%. En 2017 esa tendencia seguía a la baja, aunque los datos son provisionales entre enero y junio. En ese período, sólo el 19,05% de las parejas se casaron por la Iglesia. El dato volverá a empeorar al de 2016, aunque el verano siempre ofrece un impulso a las bodas religiosas.
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