Que Génova está buscando ahora a un sustituto de Cristina Cifuentes para la presidencia de la Comunidad hasta las elecciones de mayo de 2019 y otro distinto para la gestora del PP madrileño, en su caso, hasta la celebración de un congreso extraordinario, no es nuevo aunque este lunes se interpretaran como novedosas las palabras de Fernando Martínez Maillo desde Cartagena (Murcia) en este sentido. Lo que sí es distinto es la defensa que hace un sector de Génova para volver, tras la superación de la actual crisis, al modelo de bicefalia que eliminó Esperanza Aguirre en 2004, un año después de encabezar por vez primera la candidatura del PP al gobierno autonómico.
Y es que, hasta ese momento, Madrid fue una de las pocas organizaciones populares en las que el cabeza de lista a la Comunidad no era el presidente regional del partido. Precisamente por sus especificidades, esto es, la convivencia de varias familias poderosas bajo el paraguas del PP madrileño, se optó por dejar el liderazgo en manos de alguien neutral, dedicado a garantizar el equilibrio interno y evitar la pugnas entre unos y otros. Fue el actual presidente del Senado, Pío García Escudero, el que se encargó de este cometido durante once años, desde 1993 hasta 2004, sustituyendo a Luis Eduardo Cortés.
La acumulación de poder explica en muy buena medida los males de la organización madrileña
Este sector del PP cree que la acumulación de poder explica en muy buena medida los males de la organización madrileña, donde quien presidía el ejecutivo regional era la líder del partido y el vicepresidente de ese mismo gobierno ostentaba, además, la secretaría general. Todo el organigrama así como la elección de alcaldes acababa respondiendo a una sola lealtad, más personal que a las siglas. Eso tenía dos efectos, "el primero. que se desatendía la actividad del partido, que es el tronco del árbol que sustenta todo, que es lo que queda cuando se pierde el poder", dice un destacado dirigente popular y añade que "genera comportamientos sectarios" por el que se rechaza al que no es afín, y atribuye este comportamiento tanto al sector de Aguirre como al de Cifuentes.
Y aunque oficialmente se afirma que ahora no hay más que "especulaciones", no son pocos los que acarician la idea de volver a esa bicefalia con una persona de la máxima confianza de la dirección nacional al frente de Madrid "que se conozca muy bien el partido por dentro ", apunta otro dirigente, en este caso, del PP regional. Y otro apostilla: "Que se vuelque en la organización y no tenga afán de protagonismo aunque sí autoridad interna". Pero si ya era complicado para Mariano Rajoy elegir un cabeza de lista al Ayuntamiento de la capital de España que hiciera tándem electoral con Cifuentes, todo se le complica a la hora de elegir dos candidatos nuevos y, encima, un líder para el partido en Madrid.
El taburete de tres patas
García Escudero acuñó la teoría del taburete de tres patas, de modo que si fallaba alguna de las tres el taburete se desequilibraba. Esas patas eran el sector de Alberto Ruiz-Gallardón, el de Rodrigo Rato y el de José María Álvarez del Manzano, los dos primeros pesos pesados en una organización donde había que administrar los egos de unos y de otros. El modelo funcionó. Al entonces líder de los populares y presidente del Gobierno, José María Aznar, le permitía tener controlada una organización, la madrileña, que siempre ha dado problemas a todos los partidos. Por ejemplo, las peleas en la Federación Socialista Madrileña (FSM) fueron tan legendarias que hasta llegaron a cambiar la denominación oficial por Partido Socialista de Madrid, que tampoco ha evitado las broncas en su seno. Izquierda Unida también comenzó a romperse por Madrid, declarada no pocas veces en rebeldía frente a la dirección federal.
Se le atribuye a Ignacio González la idea de que Aguirre tomara también las riendas del partido
El hoy imputado Alberto Ruiz-Gallardón ostentó entre los años 1995 y 2003 la presidencia de la Comunidad de Madrid y nunca la del partido, hasta el punto de llegar a desinteresarse por completo de la vida orgánica del mismo, cosa que acabaría lamentando en su pugna con Aguirre. Precisamente, todo dio un vuelco con su sorpresiva irrupción. Aznar pasó a Gallardón a la candidatura al Ayuntamiento de la capital y escogió a su ex ministra de Educación y ex presidenta del Senado para competir por la Comunidad.
Se le atribuye a Ignacio González, a quien Aguirre convirtió en su vicepresidente en la Puerta del Sol desde el primer momento, la autoría de la idea de tomar también las riendas del partido, descabalgando a García Escudero, para controlar todo el poder de la Comunidad y del PP regional. Y ahí es donde cree un sector de Génova que está, en buena medida, el origen de los problemas en la organización madrileña.
Además de dejar sentenciadas las malas relaciones entre Aguirre y García Escudero, la acumulación de poder, la falta de transparencia, la laminación del crítico y el enfrentamiento con la dirección nacional terminaron por mezclar un cóctel explosivo que se pensaba corregido en muy buena medida con la presidencia de Cristina Cifuentes, pero que según los distintos medios consultados por El Independiente se asemejó internamente en muchas cosas a la etapa anterior.
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