Nadie aplaudió. El durante décadas ansiado y soñado final de ETA no ha llegado como la mayoría de los vascos habían imaginado. Escuchar en la voz, fría y aséptica, de ‘Josu Ternera’ de “ciclo histórico”, de “actividad política” o de disolver ETA de donde nació, “el pueblo vasco”, no fue lo esperado. Tampoco en las de su compañera, Marisol Iparragirre, ‘Anboto’, la otra dirigente de ETA que puso voz al final de la banda terrorista se vislumbraba un ápice de dolor, arrepentimiento o reconocimiento de daño causado.
Una percepción pronto recorrió gran parte de la sociedad vasca. Los diversos pronunciamientos escuchados a lo largo del día coincidían en la idea de que, también en su final la banda, ETA muere alejada de la sociedad. La banda ha perdido un tren más de los muchos que han pasado ante ella a lo largo de su historia. Este era el último que le quedaba, el de su final. Disolverse sin haber pedido perdón a todas las víctimas, sin reconocer el daño causado, sin una mirada crítica a su historia y sin colaborar al esclarecimiento de cientos de crímenes cometidos en sus cerca de 60 años de acción criminal complicarán y dilatarán aún más en el tiempo para poder pasar página.
La ‘Declaración final de ETA al Pueblo vasco’ fue recibida con reproches, tristeza y altas dosis de decepción. “Hastío”, “falacia”, “mentira” o “indiferencia” fueron algunos de los sentimientos más repetidos en la valoración de los ciudadanos emitidas en los medios de comunicación.
Hastío', 'falacia', 'mentira' o 'indiferencia' han sido algunos de los sentimientos con los que la sociedad vasca ha acogido la disolución
El sentir mayoritario expresado por partidos y organizaciones sociales en el País Vasco, con mayor o menor intensidad, es que la organización terrorista ha cerrado mal la herida que ella provocó. ETA deja demasiadas asignaturas pendientes. Se va justificando en sus comunicados la razón de su existencia como una reacción a un “conflicto político” que remonta a 1937 tras el bombardeo de Gernika y la dictadura de Franco. Lo hace además repartiendo responsabilidades del sufrimiento causado también entre los Estados francés y español.
Un final 'dosificado'
La declaración final de la banda y el modo agónico en el que la ha escenificado durante casi siete años complican además sobremanera la percepción de que se inicia una nueva etapa de modo pleno y sin ataduras del pasado. Nadie pone en duda de que la disolución es real, pero sí la credibilidad de que ETa y s entorno lo hagan voluntariamente y tras una reflexión propia.
La banda terrorista ha dosificado hasta el extremo su disolución, en una suerte de capítulos que han ido alejando cada vez más el interés sobre su devenir y el de sus presos y la disposición de la sociedad a ser generosa en el final. Desde que ETA anuncio hace casi siete años que abandonaba las armas, el 20 de octubre de 2011, ha intentado buscar una salida para sus cientos de presos, actualmente 285. En estos años incluso el propio Gobierno vasco de Iñigo Urkullu se ha ido alejando de la banda como mediador para facilitar su epitafio. Finalmente, ETA tuvo que recurrir a mediadores en el País Vasco francés, los denominados ‘artesanos de la paz’, apoyarse en distintas plataformas internacionales en resolución de conflictos –la Fundación Henri Dumant, el Grupo Internacional de Contacto y la Comisión Internacional de Verificadores- y reconocer que su disolución sólo podría ser “unilateral” y sin condiciones.
ETA ha demorado siete años su final. Un tiempo en el que la 'generosidad' para facilitarlo se ha ido diluyendo
El hastío y cierta indiferencia con la que se ha recibido la disolución de ETA en la sociedad vasca viene en gran medida provocado por el modo en el que la banda ha prolongado el proceso. Al anuncio del 20 de octubre de 2011 le siguió posteriormente un largo proceso en busca de negociación con el Gobierno de Mariano Rajoy. Posteriormente, ETA se sumió en un interminable debate interno entre sus presos para decidir cuál sería su política en las prisiones y la posición que ante su final iba a mantener. No fue hasta el 8 de abril de 2016 cuando escenificó la entrega de parte de sus armas –precedida de otra entrega que teatralizó ante los verificadores internacionales en un vídeo emitido por la BBC en enero de 2014-.
Aún quedarían varios episodios hasta llegar a la declaración de ayer. ETA emitió varios comunicados, uno con motivo del Aberri Eguna de abril pasado, dirigido a sus militantes, otro hecho público el 20 de abril y en el que expresó una petición de perdón “parcial” a sus víctimas y el pasado miércoles con la filtración de una carta remitida a partidos y agentes sociales trasladándoles su intención de desmantelar sus estructuras. Finalmente, al comunicado conocido ayer, y que el responsable de la fundación Herni Dunant sintetizó dando por certificado que “ETA ha desaparecido a las 14.00 horas de este 3 de mayo”, aún le restará el acto organizado para hoy en Cambo y con el que se escenificará el respaldo de diversos representantes internacionales para avalar el final de ETA que la organización criminal siempre ha querido ‘internacionalizar’.
El regreso del 'lazo azul'
Una espera a ETA que ha terminado por alejar de modo importante a la sociedad vasca de la realidad de la banda y de sus presos y que finalmente ha decepcionado por el modo definitivo con el que ha cerrado su historia. Significativa ha sido la reacción impulsada por formaciones como el PP y el PSE que han recuperado un símbolo de rechazo a ETA impulsado en julio de 1993, el ‘lazo azul’. Diseñado por el escultor Agustín Ibarrola con motivo del secuestro del empresario Julio Iglesias Zamora, el lazo unió por primera vez a amplios sectores de la sociedad vasca para expresar con un sencillo gesto el rechazo a ETA. La secretaria general de los socialistas vascos, Idoia Mendia, recordó que ETA “llega tarde” una vez más y lo hace “con el cinismo y las mentiras de siempre”.
El presidente del PP vasco, Alfonso Alonso, aseguró que ETA debería haebrse marchado “avergonzada” de su historia y por haber provocado miles de víctimas y heridos.
PP y PSE han recuperado e 'lazo azul' un símbolo empleado en 1993 para mostrar la repulsa a ETA
También desde Podemos se ha reprochado a ETA no reconocer a sus víctimas, “no es el final que sus víctimas de forma abrumadora esperaban”, aseguró ayer el secretario general de la formación en Euskadi, Lander Martínez. “Tarde y a trompicones”, aseguró y dando la espalda una vez más “al pueblo al que no escuchó durante décadas”.
El lehendakari, Iñigo Urkullu, que hoy hará una valoración más extensa junto a la presidenta de Navarra, Uxue Barkos, aseguró ayer que por fin ETA dejará de “perturbarnos” y apeló a la necesidad de trabajar por “una convivencia con memoria”. En su partido, el PNV, el recuerdo a las víctimas centró su breve análisis, que también optó por mirar al futuro, “la sociedad vasca se quita hoy plomo de las alas para poder volar en libertad”.
El único tibio aplauso a ETA llegó del mismo lugar del que lo ha hecho en todos estos años. El secretario general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, no dudó en dar “la bienvenida” a lo que calificó como “responsabilidad histórica” de la banda por dejar de matar. “A partir de ahora se abre un nuevo tiempo para “dar pasos firmas como pueblo”, dijo.
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