Todavía no han pasado dos años desde las elecciones generales del 26 de junio de 2016 y el Gobierno languidece agotado sin más proyecto político que aguantar como sea.
Rajoy, perro viejo, sabe la importancia del tiempo en política y ha decidido comprar estabilidad cueste lo que cueste, para lo que necesita aprobar los presupuestos de este año. El pacto de subida de pensiones con el PNV no sólo ha aplazado sine die una reforma necesaria, sino que ha vaciado de credibilidad su discurso económico. El comisario de Economía, Pierre Moscovici, advirtió el pasado jueves de que España debe seguir haciendo esfuerzos para reducir el déficit público. Bruselas cree que es imposible cumplir el objetivo con medidas como las subidas de salarios a los funcionarios o la revalorización de las pensiones. En los próximos días conoceremos los ajustes que va a exigir a España la CE.
En ese contexto de debilidad, la crisis de Madrid ha supuesto un golpe letal para el PP. Cifuentes no sólo era la presidenta de la Comunidad de Madrid, sino una especie de esperanza blanca de renovación de un partido corroído por la corrupción. Las encuestas son el termómetro que mide en cada momento la temperatura de la opinión pública, pero desde hace meses reflejan una tendencia constante. En Génova ahora se hacen la siguiente pregunta: "¿Cuántos de los casi 8 millones de ciudadanos que nos votaron en junio de 2016 estarían dispuestos a volver a votarnos?".
Levantar la moral de la tropa popular se antoja tarea hercúlea. Volver a ganar las generales parece, hoy por hoy, una quimera.
Hace tres años los grandes del Ibex veían a Rivera como la muleta necesaria para que gobernara Rajoy. Ahora es al reves
A diferencia de lo que le ocurre al PSOE, cuya alternativa a la izquierda (Podemos) ahuyenta a los votantes más moderados, el PP tiene un competidor creíble, que no levanta sospechas, aunque sí dudas por su falta de experiencia en la gestión. Albert Rivera, que hace tan sólo tres años era visto por los grandes empresarios y banqueros como la muleta necesaria para que el PP conservara el poder, ahora le ven como una auténtica alternativa. "Rivera ha ganado en solidez, ha madurado y su ascenso es el elemento fundamental para que España sea vista como uno de los países más estables del euro", me comenta un alto directivo de una de las cuatro grandes del Ibex.
Lo que ha cambiado en el mundo del dinero es que ahora al PP se le ve ya como la muleta necesaria para que gobierne Ciudadanos. "Lo más importante -remacha mi fuente- es que el centro derecha si hubiera elecciones lograría una amplia mayoría absoluta. Probablemente, si Rivera gobernara no transmitiría la debilidad que ahora transmite Rajoy".
Esos mensajes llegan, cómo no, a los líderes del PP, cuya única arma para contrarrestar el irresistible ascenso de Ciudadanos es tildarles de imberbes.
¿Será Rajoy el candidato popular a las próximas elecciones generales? Esa es la incógnita que corroe a los coroneles del PP que, hasta ahora, han confiado ciegamente en su jefe. "El dirigente del PP es por naturaleza disciplinado. Nadie va a cuestionar a Rajoy abiertamente; al menos nadie que quiera tener futuro en el partido. "Unos creen sinceramente que el presidente es la única tabla de salvación que tenemos; otros esperan que sea él mismo el que decida dar el paso atrás", confiesa un dirigente popular.
Lo curioso es que la sensación de que Rajoy puede renunciar a presentarse se extiende justo cuando él ha hecho explícito, al menos en un par de ocasiones, que va a ser el candidato. "Lo ha hecho -me explica un alto cargo que le conoce bien- para evitar especulaciones, para que nadie se atreva a conspirar. Si decide no presentarse lo hará pensando en salvar al partido del desastre".
La debilidad que ha llevado al presidente a firmar el pacto con el PNV se ha convertido en su gabinete en falta de autoridad
Lo que sin duda ha perdido el presidente del Gobierno en los últimos meses es autoridad. Ha gestionado mal la crisis en Cataluña y la prueba más clara de ello es que ha sido Ciudadanos el partido que ha rentabilizado la defensa de la unidad de España. Rajoy dijo que no habría urnas en el referéndum ilegal y las hubo. Y después la respuesta policial durante el 1-O no hizo sino complicar las cosas y dar argumentos a los separatistas.
Esa falta de autoridad se ha percibido con nitidez en las últimas semanas. Las declaraciones de Cristóbal Montoro, que han complicado la labor del juez Pablo Llarena; las manifestaciones del ministro de Justicia, Rafael Catalá, sobre el juez del voto particular en la sentencia de la manada, que, aunque justificables, han enfurecido a jueces y fiscales... ¿Existe coordinación? ¿Quién está al frente de la nave?
La falta de autoridad ha llevado a la escenificación casi cinematográfica de la bicefalia que protagonizan la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y la secretaria general y ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, en los actos de conmemoración del 2 de mayo en la sede de la Comunidad de Madrid. La silla vacía entre ambas era la representación del abismo que las separa.
Soraya Sáenz de Santamaría tiene su propio candidato a la sucesión: el ministro de Fomento Íñigo de la Serna
Es una descarnada e indisimulada lucha por el poder que hace aparecer a Rajoy como un indolente; o, lo que es peor, como un líder que necesita tener a sus lugartenientes en disputa para sentirse fuerte.
Soraya y Cospedal saben o intuyen que no estarán en la sucesión, pero cada una quiere jugar su papel en el día después de la marcha de Rajoy. La vicepresidenta mueve los hilos para que Íñigo de la Serna salga en las quinielas como posible alternativa; la secretaria general del PP juega la baza más segura del presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo.
Este año será clave para saber si Rajoy irá o no como cabeza de lista del PP. Y también para saber cuál es el pulso de la mayor organización política de España.
No es seguro que vaya a haber elecciones en Cataluña, pero es bastante probable que haya elecciones en Andalucía en otoño ¿Qué ocurriría si el PP queda en tercera posición, como vaticinan algunas encuestas?
Si en mayo de 2019 el PP pierde la comunidad y el ayuntamiento en Madrid y Valencia, Rajoy renunciará a ser candidato
Sin embargo, lo que todo el mundo en el PP espera y a lo que todos temen, es a las elecciones municipales y autonómicas de 2019. El objetivo de los populares es mantener la Comunidad en Madrid y recuperar el Ayuntamiento; y hacer lo propio con la Comunidad y el Ayuntamiento de Valencia.
Un fracaso, y perder Madrid y Valencia lo sería en grado sumo, encendería las luces de alarma en Génova. "Rajoy decidirá entonces si continúa o no. Si hay un mal resultado, el presidente no tendrá más remedio que asumir la derrota. Porque la única posibilidad de que el partido mantenga el tipo en las generales es que haya otro candidato. Rajoy se la juega en estos doce meses y también él sabe que el partido está por encima de todo", sentencia un ex ministro.
El consenso entre los dirigentes de Génova y los barones es que el futuro depende de lo que ocurra en las andaluzas y en las municipales. Rajoy tiene hasta mayo de 2019 para constatar, y demostrarse a sí mismo, que sigue siendo la mejor baza de los conservadores.
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