Cada vez que el PP sufre un revés electoral, el último el pasado 21 de diciembre en las elecciones catalanas, su líder, Mariano Rajoy, hace propósito de enmienda y anima a los suyos a salir más a la calle, conceder entrevistas, vender la acción de gobierno y reivindicar sus habituales banderas. Y prácticamente todas las veces esos anuncios quedan suspendidos en una especie de nebulosa, en muy buena medida dificultados por los casos de corrupción y otro tipo de escándalos, como el que se ha llevado por delante a la ex presidenta de la Comunidad Cristina Cifuentes.
Rajoy se ha aplicado su propia medicina. Ha iniciado una ofensiva que inauguró con la entrevista que concedió este jueves a Susanna Griso en Espejo Público; siguió por la tarde con una malograda reunión con las asociaciones de víctimas del terrorismo, algunas de las cuales se quejaron de años de incomunicación; dio el viernes una conferencia en Cádiz en el foro del Grupo Joly y este sábado participó en Jerez de la Frontera (Cádiz) en un acto con candidatos municipales de la provincia. El lunes está en Segovia entregando las grandes cruces de Alfonso X El Sabio. En definitiva, parece que se han acabado esas agendas presidenciales que hacían eco por falta de citas y compromisos.
Inicia una ofensiva mediática y pública para vender la acción de gobierno y dar la vuelta a los sondeos
Los actos del fin de semana no son nuevos. El PP lleva meses celebrando convenciones por toda España a las que acude un Rajoy en campaña, sabedor de que sus barones territoriales afrontan las elecciones locales y autonómicas de mayo del año que viene con más dudas que certezas, por no decir que, en algunos casos, en estado de pánico y exigiendo que ponga toda la carne en el asador. Pero esa implicación se la ha pedido a otros.
Fue su empeño personal que el nuevo ministro de Economía, Román Escolano, ofreciera una entrevista a El País para vender crecimiento y creación de empleo; ha dado instrucciones a sus vicesecretarios para que se vuelquen en actos en Madrid, que constituye junto con Valencia las dos plazas fundamentales a conservar y recuperar; y, en definitiva, ha pedido a sus ministros que se trabajen sus respectivos territorios porque como dice una dirigente territorial y publicó El Independiente, "si no ganamos las elecciones locales y autonómicas no habrá gobierno que nombrar".
El líder del PP ha pedido a sus ministros que se vuelquen en sus territorios y especialmente en Madrid
Al nuevo presidente de los populares madrileños, Pío García Escudero, le ha pedido que "integre a todo el PP de Madrid y prepare al partido de cara a las elecciones", al objeto de hacer "un esfuerzo extraordinario" para recuperar el terreno perdido con el caso del "mástergate" de Cifuentes y la posterior difusión de un vídeo de su retención tras sustraer dos botes de crema en un centro comercial. Con García Escudero se pretende "cerrar una etapa de inestabilidad", que fue poco menos que el mensaje que se dio cuando Cifuentes sutituyó a la dimisionaria Esperanza Aguirre."Somos conscientes de que la situación es muy complicada", dice un alto cargo popular con entrada directa al despacho del jefe en Moncloa sobre el enésimo intento de sacar al PP de Madrid del marasmo y sabedor de que las crisis del partido en la región repercuten en toda España.
Génova está preparando una gran convención sectorial con Madrid como escenario para quitarse también el mal sabor de boca que dejó la cita sevillana de principios de abril, marcada por el "caso Cifuentes". No será antes de la investidura de Ángel Garrido, cuyo papel en los próximos meses será poner en valor la gestión desarrollada esta legislatura en el gobierno autonómico, tal y como el propio Rajoy glosó en su entrevista en Antena3. "Las cosas en Madrid van muy bien", dijo, antes de enumerar los datos de crecimiento, empleo o turismo.
Cs levanta más simpatías entre los agricultores y los pensionistas valoran mejor a Rivera que a Rajoy
Moncloa espera además la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para volcarse en eso tan manido de "hacer política" y poder dar la vuelta a las encuestas de intención de voto. Y no se trata solo de rentabilizar el paquete de medidas sociales, de unas cuentas expansivas, sino que será también el momento de elevar el tono contra Albert Rivera, que lo mismo proclama la ruptura del pacto de Estado en la aplicación del 155 que llama a la unidad, al tiempo que va minando la base electoral sobre la que se sustenta el PP.
Porque si bien el CIS le dio un balón de oxígeno al mantenerles como primera fuerza política en un panorama de práctico triple empate, arrojó datos inquietantes para el PP. Uno de ellos, que Ciudadanos es la formación política que más simpatías levanta entre los agricultores, contra ese discurso de que es un fenómeno solo urbano, o la mayor valoración que Albert Rivera consigue entre los pensionistas, ambos, sectores donde populares y socialistas eran incontestables.
Rivera no designará a sus candidatos locales y autonómicos hasta enero para desesperación del PP
Rivera, de momento, no quiere revelar sus cartas. No designará a sus candidatos locales, autonómicos y para las europeas hasta enero del año que viene, mucho más tarde que el resto de los partidos mientras "nos mira de reojo a los demás para ver qué hacemos", señala un alto cargo popular. La formación naranja confía en que "la marca y el proyecto tiren lo suficiente" como para poder permitirse el lujo de retrasar dichas designaciones. En Génova aseguran que no han aparcado del todo la posibilidad de adelantar algunas candidaturas como Madrid o Valencia a antes del verano, aunque la crisis madrileña les había hecho recapacitar al respecto.
No es la primera vez que los populares se enfrentan a una situación adversa de la que han salido luego bien parados. Pero la gran diferencia con los antiguos tiempos de vino y rosas es que esta vez no están solos en el espectro del centro-derecha liberal. Contra la idea inicial de que el experimento de Ciudadanos estaba poco menos que condenado a servir de muleta, a ser bisagra que garantizara la gobernabilidad, la formación de Albert Rivera ha dejado de ser el “partido refugio” de los cabreados para convertirse en una primera opción incluso entre sectores que le eran proclives al PP.
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