En el año 1951 Las Vegas se quedó con el monopolio de las apuestas en Estados Unidos. La ciudad se había convertido en un nido de juego ilegal tras la Segunda Guerra Mundial, aprovechando su remota localización al abrigo del desierto de Mojave. Ya que la gente estaba apostando, pensó el Gobierno, lo mejor que se puede hacer es intentar sacar algo de tajada.
La primera gran sala de apuestas la construyó el casino Union Plaza en el año 1975, bajo la supervisión de Bob Martin, que era uno de los capos de la industria y todo un experto a la hora de decidir las cuotas de las diferentes apuestas.
Un año después se unió el mítico Stardust, que durante muchos años fue el hotel y casino más grande de Las Vegas, colocando seis pantallas gigantes y sillones para 300 personas en una de sus salas, en el modelo que todavía se mantiene hoy en día en la ciudad. Otrora dueño de la piscina más grande de Las Vegas, el Stardust (literalmente polvo de estrella) cerró sus puertas en 2006.
Tras 67 años como oasis de las apuestas deportivas, tanto a nivel físico como online, Las Vegas va a perder el monopolio. Así lo ha decidido el Tribunal Supremo de Estados Unidos, que ha dictado sentencia a favor del estado de Nueva Jersey, que demandaba que las apuestas debían ser legales para todos.
La votación de la corte del Supremo, que acabó con seis sies y tres noes, no da vía libre a las apuestas a nivel estatal, pero sí que sienta jurisprudencia para que todos los demás estados sigan el camino de Nueva Jersey y reciban luz verde para permitir las apuestas, siempre y cuando estén reguladas.
La clave del caso a nivel legal está en la propia ley estadounidense, pues el juego no está calificado como un delito federal. La legislación simplemente dicta que no se deben conceder autorizaciones para regularlo, algo que ahora el Supremo ha decidido revocar.
Sonrisas en Atlantic City
Nueva Jersey es el estado más interesado en aprobar leyes que permitan el juego. Dentro de sus fronteras está Atlantic City, una versión pobre de Las Vegas en la costa este, donde se concentran una decena de casinos frente a la costa al sur de Nueva York.
La batalla legal del estado gobernado por el demócrata Phil Murphy comenzó en el año 2012, y ha pasado por casi todas las estaciones del sistema judicial estadounidense. Una corte de Philadelphia acabó por remitir el caso al Supremo, donde se ha tomado la decisión final.
Dicho estado siempre ha apostado por el juego, conocedor de la capacidad que tiene esta industria para llenar las arcas públicas si está regulado, y fue el primer territorio en legalizar el póker online después del fatídico 15 de abril de 2011, conocido como el Black Friday, cuando millones de jugadores de todo el mundo perdieron el dinero que tenían depositado en PokerStars y Full Tilt Poker tras la ilegalización del póker online en Estados Unidos.
La decisión, en cualquier caso, va a abrir las puertas a todo el país. Hasta ahora, además de Las Vegas, los únicos sitios en los que se podía apostar eran los míticos casinos indios, que viven en una legislación aparte, y algunos hipódromos de California. Cuando la regulación esté preparada habrá que ver cuántos locales de apuestas van surgiendo.
La tajada va a ser tan importante que nadie quiere perder este tren. Apenas unos días después de que se publicara la decisión del Tribunal Supremo hasta 14 estados estaban ya preparando unas legislaciones que esperan tener listas antes de que el año 2018 expire.
Según la firma de asesoría Telsey Advisory Group, las apuestas ilegales mueven en Estados Unidos alrededor de 400.000 millones de dólares, casi 340.000 millones de euros. Seguirá habiendo un mercado negro, pero los diferentes estados esperan que buena parte de esa cantidad aflore con el mercado regulado.
España en 2012
La situación que atraviesa ahora Estados Unidos tiene ciertas reminiscencias a la que vivió España en el año 2012, cuando entró en vigor la Ley del Juego. La intención de aquella norma, aprobada por el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero en los estertores de su legislatura, era regular un mercado y, además, llenar las maltrechas arcas estatales en lo más crudo de la crisis.
La ley impulsada por la Dirección General de Ordenación del Juego (DGOJ), órgano adscrito al Ministerio de Hacienda, hirió de muerte a juegos como el póker, pero elevó la popularidad de las apuestas a límites que entonces parecían muy lejanos.
Desde aquél año 2012 la cantidad jugada en eventos deportivos se ha multiplicado por cinco y el año pasado alcanzó los 5.240 millones de euros, con un crecimiento que se mantiene constante mes a mes. Este año, con la celebración del Mundial de fútbol en Rusia, las cifras se van a disparar.
Las grandes beneficiadas, además de las arcas estatales, han sido las casas de apuestas, que han aumentado su presencia tanto a nivel mediático como a pie de calle. Raro es el barrio de España que no tiene uno o dos locales que ofrecen apuestas y televisiones para poder ver los eventos.
El bombardeo a nivel de publicidad, algo que también regula la ley del juego, es casi insoportable. Los momentos previos y posteriores a los partidos y los descansos son aprovechados por estas marcas para anunciar sus irresistibles bonos y sus inmejorables cuotas, sin importar que la emisión esté dentro del horario infantil.
Cautela en las grandes ligas
Además del Gobierno y las casas de apuestas, las grandes ligas deportivas estadounidenses también sabrán sacar buen provecho de esta nueva normativa, ya sea porque se lleven una parte de las ganancias o porque firmen contratos de patrocinio o publicidad.
De momento, los comisionados de la NFL -la liga de fútbol americano- y de la NBA -la de baloncesto- Roger Godell y Adam Silver se han mostrado cautelosos. Ambos han pedido una regulación que permita que esta práctica esté disponible, pero que se haga con responsabilidad para que los usuarios estén protegidos.
En la última Superbowl, que disputaron los Philadelphia Eagles y los New England Patriots, con victoria para los primeros, las apuestas legales en Las Vegas rozaron los 5.000 millones de dólares, poco más de 4.250 millones de euros. En sólo un día se igualó el total de un año en España.
El año próximo, cuando los dos ganadores de sendas conferencias se den cita en el Mercedes Benz Stadium de Atlanta el primer domingo de febrero, esa cantidad va a multiplicarse sin control.
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