La Audiencia Nacional ha reabierto el caso del asesinato de un ingeniero técnico vitoriano por parte de ETA en 1980, sobreseído provisionalmente desde finales de 1983, y ordena que la Policía Nacional elabore nuevos informes periciales en un intento de esclarecer la identidad de los pistoleros de la banda terrorista que cometieron el crimen.
En un auto fechado el pasado 14 de mayo, del que ha sido ponente la magistrada Manuela Fernández Prado y al que ha tenido acceso El Independiente, la Sección Primera de la Sala de lo Penal accede a la petición de la familia Ustaran Muela y revoca la resolución por la que el Juzgado Central de Instrucción 1 de la Audiencia Nacional dio por cerrado el caso el 26 de noviembre de 1983 mientras no aparecieran nuevos indicios que ayudaran al esclarecimiento de los hechos.
El pronunciamiento se produce después de que el fiscal presentara un informe en el que solicitaba que la Policía Nacional elaborara un nuevo informe con las muestras de sangre intervenidas en su momento en el vehículo en el apareció muerto con un tiro en la frente José Ignacio Ustaran Ramírez en la noche del 29 de septiembre de 1980 "por si fuera posible la obtención de muestras de ADN que permitieran la identificación de al menos uno de los asesinos".
El Ministerio Público también quiere que los investigadores policiales analicen las dos balas halladas en el interior del coche "por si coincidieran con las de otros asesinatos cometidos con posterioridad por la banda terrorista", lo que determinará si el crimen está prescrito por el tiempo transcurrido o por el contrario no concurre causa de interrupción. Es por ello por lo que la Sala elude pronunciarse por ahora sobre este particular.
"El avance en las técnicas de investigación, especialmente en cuanto a las identificaciones de ADN, permite pensar que actualmente puedan obtener resultados, a los que en la fecha de los hechos no se podía llegar, por lo que es procedente acceder a la práctica de los informes que solicita el Ministerio Fiscal, pues pueden contribuir a esclarecer la identidad de los autores de estos hechos", razona el auto.
La Sala de lo Penal ordena que se analicen las muestras de sangre por si el avance científico permite obtener resultados para identificar al autor del crimen
Se trata de uno de los 358 asesinatos perpetrados por ETA que siguen sin aclararse y sobre el que planean numerosas incógnitas que, casi cuatro décadas después, la Justicia no ha sido capaz de despejar. Se desconoce qué comando acabó con la vida de este perito-tasador, qué terrorista apretó el gatillo y qué arma utilizó para acabar con la vida de Ustaran Ramírez a los 41 años.
Ramón Dávila, el abogado de la viuda (Charo Muela) e hijos de José Ignacio Ustaran, considera que el auto de la Audiencia Nacional es "histórico" por cuanto permitirá que "puedan aclararse las circunstancias y posiblemente los autores de muchos de los crímenes de ETA". En su opinión, la resolución de la Sección Primera de la Sala de lo Penal "exterioriza el compromiso de la Fiscalía con las víctimas" y "abre grandes posibilidades a las acusaciones de instar diligencias acordes con las tecnologías y avances científicos que ayudarán a encontrar a los responsables de los asesinatos".
Charo Muela Velasco instó la reapertura del caso meses atrás tras tener acceso al sumario y comprobar que ni el juzgado de Vitoria que inició la investigación ni el juzgado central de la Audiencia Nacional que asumió el caso por competencia ordenaran que se practicara ninguna diligencia para determinar la autoría de este asesinato. "Cuando haya visto el sumario, la Sala se habrá quedado tan impresionada como nosotros al comprobar que no se ha investigado absolutamente nada", declara a este diario.
La viuda de Ustaran Ramírez considera que este auto es "un primer paso esperanzador" y confía en que ahora "se pongan todos los medios para que se agilice" la instrucción y se determine quién mató a su marido. Además de a su abogado, Muela Velasco agradece especialmente el "apoyo" que le ha prestado en este procedimiento Consuelo Ordóñez como presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco (Covite).
Los informes periciales ordenados ahora por la Audiencia Nacional podrían determinar de quién era la sangre que se descubrió tanto en la puerta trasera derecha -perteneciente supuestamente al autor material del disparo, que debió herirse con el primer tiro- como en la manilla de apertura de la puerta trasera izquierda del vehículo en su lado exterior. La insuficiente cantidad impidió acreditar a qué grupo sanguíneo correspondía la sangre hallada en la segunda localización.
Respecto a la muestra de sangre recogida en un tocadiscos del Club Holiday, adonde funcionarios policiales se personaron durante la madrugada del 30 de septiembre de 1980 tras tener conocimiento de que una persona acudido horas antes a ese local vitoriano "para curarse de una herida por la que al parecer le manaba abundante sangre" por si ese episodio guardaba relación con el atentado sufrido por José Ignacio Ustaran, el análisis determinó que era del grupo cero. El mismo que el de la sangre que había sobre el citado picaporte.
El abogado de la familia de la víctima califica de "histórico" el auto y cree que abre un camino para "encontrar a los responsables de los asesinatos" sin esclarecer
El análisis de balística forense tal vez arroje luz décadas después a fin de conocer si la munición empleada por la banda para dar muerte a este ingeniero técnico es la misma que se empleó en otros asesinatos cometidos por ETA, lo que también podría delimitar el perímetro de búsqueda de los autores. Ello es fundamental para determinar si el caso está prescrito o si, por el contrario, ha habido continuidad y no opera la interrupción de los plazos que impediría la persecución penal de los responsables.
La inspección ocular permitió hallar en el coche dos vainas que se correspondían a cartuchos del 22 Long Rifle fabricados por la firma estadounidense Winchester Repeating Arlis Co., según se detalló en el informe balístico elaborado en su momento por la Policía. También se intervinieron dos balas que, atendiendo a su peso y formato, podrían ser cartuchos del 38 Smith Wesson Special.
En concreto, una bala terminó incrustada en el panel de la puerta trasera izquierda del vehículo -un Talbot 150, con matrícula VI-5514-E, propiedad de la víctima- después de atravesarle el cráneo. El otro proyectil se encontró en el apoya-brazos de la puerta delantera derecha, "junto al armazón de metal". Según la tesis policial, este disparo debió ser anterior al que causó la muerte al ingeniero técnico vitoriano y se produjo por una "acción involuntaria" del terrorista.
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