El líder del PSOE vive horas frenéticas. Quiere tener listo su gobierno esta semana para poner en marcha cuanto antes el cambio prometido en el debate de la moción de censura que derribó a Mariano Rajoy.
Ni siquiera el propio Pedro Sánchez estaba seguro de lanzar la moción en la reunión que mantuvo en la mañana del jueves 24 de mayo en Ferraz con su equipo de confianza. Había un riesgo que hizo explícito: si no salía adelante la moción un adelanto electoral beneficiaría a Ciudadanos. La obsesión con Albert Rivera, con el imparable ascenso de su partido en los sondeos, ha sido una constante en los últimos meses para el ya presidente del gobierno.
Pero las dudas se disiparon ante la pregunta que uno de sus colaboradores hizo en aquella reunión: "¿Qué otra cosa podemos hacer?"
Sánchez sabía que se la jugaba. Si la moción no salía adelante, se convocaban elecciones y el PSOE quedaba en tercera posición (como apuntaban la mayoría de las encuestas), no le quedaría otra opción que dimitir. Pero el secretario general de los socialistas no le teme al riesgo. Su carrera política está plagada de movimientos arriesgados: todo o nada.
A partir del viernes, cuando se presentó la moción en el Congreso, se comprobó que, además de Podemos, otros grupos mostraban su disposición a apoyarla con tal de derribar a Rajoy. "La clave fue que Sánchez aglutinó una opinión mayoritaria en la cámara y en la sociedad. Y como su iniciativa hacía posible desalojar al PP del gobierno, la mayoría de los partidos ni siquiera pusieron condiciones previas para apoyarla", explica uno de los colaboradores del presidente.
Desde los primeros momentos, Sánchez fue consciente de que la clave para que saliera adelante la moción estaba en la posición que adoptara el PNV, que unas horas antes había dado su aprobación a los presupuestos. El interlocutor del secretario general del PSOE para provocar ese cambio radical fue Andoni Ortuzar (presidente del EBB, máximo órgano de decisión del PNV).
Los nacionalistas vascos se movieron con cautela. No les gustaba la idea de derribar un gobierno con el que habían pactado ventajas sustanciosas. Pero tampoco querían quedar como partido que sustentó a Rajoy, sobre todo cuando Ciudadanos ya había hecho explícita su decisión de romper con el PP y proponer otra moción -si fracasaba la de Sánchez- con el objetivo de convocar elecciones anticipadas. Ese era el peor escenario para el PNV: un vuelco político con Albert Rivera como árbitro de la situación.
Ortuzar fue claro: si Sánchez quería el apoyo del PNV, se tenía que comprometer a mantener los presupuestos. Quería que esa oferta fuera explícita y que figurase en el discurso del candidato. Si esa condición se cumplía, el PNV no tendría inconveniente en tumbar con sus votos a Rajoy.
El miércoles 30 de mayo en el PSOE se respiraba optimismo. Pero Ortuzar mantuvo el suspense hasta el final. Convocó la reunión del EBB el jueves (primer día del debate de la moción) para que éste decidiera en base al discurso de Sánchez. Todos los diputados fueron conscientes de que esa era la clave del pacto cuando el líder socialista hizo explícita su voluntad de no modificar unos presupuestos que una semana antes su partido había repudiado. El jefe de los nacionalistas vascos le había dicho a Sánchez que, por cortesía, primero comunicarían su decisión al presidente del gobierno y, después, a él.
El miércoles por la tarde en Moncloa se recibió el mensaje de que si Sánchez cumplía su compromiso, el PNV votaría a favor de la moción.
Oficialmente, Ortuzar no comunicó hasta el jueves a mediodía a Rajoy la decisión oficial del PNV y, minutos después, el mensaje le fue transmitido a Sánchez. Lo que parecía un sueño una semana antes, se convertía en realidad. Rajoy iba a caer en la moción de censura y Sánchez iba a ser propuesto como nuevo presidente del gobierno.
Una persona cercana al presidente resume así sus prioridades: "Será un gobierno que, en lo económico, será moderado, práctico, no ideológico"
Lo que provoca inquietud no sólo en buena parte de los ciudadanos, sino entre los inversores y grandes empresas, es qué políticas va a aplicar el nuevo gobierno y hasta cuando durará. Lo esencial para disipar esa incógnita radica en la política económica. Una persona cercana al presidente resume así sus prioridades: "Será un gobierno que, en lo económico, será moderado, práctico, no ideológico".
Sánchez es consciente de que no tiene mucho margen de maniobra. Sus políticas tienen que respetar el objetivo de déficit y no va aponer en riesgo la estabilidad presupuestaria.
"El presidente sabe que el PSOE tiene que recuperar el centro izquierda. Esta victoria tiene que servir para modernizar al partido. Hay banquillo suficiente y de prestigio como par llevar a cabo esas políticas", añade la misma fuente.
Con el conflicto en Cataluña tampoco hay mucho margen de negociación. Habrá diálogo, pero siempre en el marco de la Constitución, dicen en el PSOE. "Otra cosa es que los independentistas se avengan a modificar la Constitución: a eso sí estamos abiertos y para ello se abrió una subcomisión en el Congreso", puntualiza un interlocutor cercano al presidente.
Estamos en los primeros días y todavía queda mucho por perfilar. La estructura del gobierno, el nombramiento de los ministros, etc. Pero esas decisiones estarán en función de esas prioridades, sin descartar guiños a Podemos, partido con el que el PSOE tendrá que contar necesariamente para sacar adelante sus iniciativas parlamentarias.
La pregunta del millón, no obstante, es: ¿Cuánto tiempo durará el gobierno? Sánchez dijo en su comparecencia tras la reunión de la Ejecutiva del PSOE que dio luz verde a una moción (que, por cierto, ya se había presentado) que, si ganaba, convocaría elecciones "cuanto antes".
Ahora las cosas se ven de otra forma y se mira a 2020.
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