Pablo Casado está convencido de que si pasa la primera criba, esto es, la consulta a las bases del día 5 de julio, tiene el triunfo en su mano. Incluso aunque quedase en segundo lugar en la lista de preferencias de la militancia, a los suyos no les cabe duda de que en el congreso extraordinario "reagruparía parte del voto de la otra candidata", en alusión a María Dolores de Cospedal y a Soraya Sáenz de Santamaría, las dos listas enfrentadas entre sí. Pero en la eventualidad de que el ya ex portavoz popular no pasara de la primera votación, su papel como "casco azul" para moderar internamente y evitar la ruptura del partido es una de las fortalezas que destacan los suyos.
Casado, que arrastra tras su lista a un grupo numeroso de cargos medios con experiencia en la Administración, pero con el techo de cristal que marcan sus "mayores", una generación anterior a la que le ha correspondido administrar el poder, no polariza la campaña ni levanta ampollas entre los sorayistas y los partidarios de Cospedal. De hecho, tanto una como otra le han hecho propuestas de integración en una lista, a sabiendas de que representa a un sector transversal y numericamente importante. Son las tres candidaturas sobre las que se dirime el futuro del PP que debe salir de quince años de liderazgo de Mariano Rajoy, siendo el resto meros actores secundarios de un cónclave inédito que podría correr el riesgo de cerrarse en falso.
Casado cree que sumará los votos de los que huyen del enfrentamiento Cospedal-Santamaría
Lejos de dejarse querer, Casado ha aclarado que "voy a llegar hasta el final". Primero, porque cree posible que, además de los votos propios, sumará los de aquellos militantes que no quieren decantarse por ninguna de las dos candidatas ante el riesgo de una guerra interna del sector vencedor contra el perdedor. Esto le permitiría llegar "vivo" al congreso extraordinario de los días 20 y 21 de julio y afrontar una segunda vuelta en la que él reagruparía los votos de la candidatura vencida. Sin embargo, pende sobre su cabeza el riesgo de una imputación por el "caso máster". Él asegura estar muy tranquilo, haber aportado toda la documentación que demostraría que no hay nada turbio en su currículum académico, al tiempo que pide "juego limpio" sin especificar si habla de "fuego amigo" o enemigo.
En todo caso, la estrategia congresual de Casado sólo es posible si no hay grandes distancias numéricas ente los dos primeros aspirantes. De ser muy amplia, los compromisarios no tendrían más remedio que asumir la decisión de las bases, salvo enorme escándalo. En principio, los estatutos del PP no impiden que los delegados del congreso cambien el sentido del voto de las bases del partido. Eso no sería discutible en caso de un "empate técnico", es decir, que la diferencia fuera apenas de uno o dos puntos. Conforme ésta se agrande, el congreso no tendrá más remedio que aceptar el veredicto del 5 de julio.
De llegar a la segunda vuelta, podría reagrupar el voto de la candidata derrotada
Pero si Casado no se alza con el triunfo, tiene otro destino nada desdeñable que afrontar tras estas primarias abiertas donde hay nada menos que siete candidaturas, salvo que alguna se acabe retirando. Precisamente porque está bien visto tanto por la ex vicepresidenta del Gobierno como por la secretaria general popular -ha dejado sus funciones políticas, pero no así las que le corresponden como representante administrativa del PP- jugará un papel moderador para evitar, precisamente, la apertura de purgas internas de aquellos que, de una u otra lista, hayan resultado derrotados.
"Daños colaterales"
En una lucha que enfrenta a dos "pesos pesados" como Cospedal y Santamaría, a pocos les cabe duda de que "ninguna querrá hacer prisioneros" por muchos llamamientos que hagan a no tensionar el partido. Y ahí es donde Casado podría pactar apoyos a cambio de integración para evitar la ruptura del partido, uno de los grandes riesgos en esa batalla soterrada que lleva años librándose.
A Santamaría le apoyan destacados dirigentes territoriales como Alfonso Alonso o Juan Manuel Moreno además de los ex ministros Fátima Báñez, Álvaro Nadal e Íñigo Méndez de Vigo. A Cospedal Rafael Catalá, Juan Ignacio Zoido, Dolors Montserrat, Ángel Garrido y Alicia Sánchez Camacho. En fin, dirigentes potentes que podrían terminar de "daños colaterales" en la contienda. "Las posiciones vienen derivadas en muy buena medida por afinidades o enfrentamientos personales", explica un dirigente territorial que todavía no ha manifestado sus preferencias. Y es precisamente ese elemento personal, no político, el que puede enconar la convivencia en el PP.
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